Día Internacional de la Mujer 2025. Migrantes venezolanas en Colombia.

María Vives ha sido colaboradora de ARCORES y actualmente trabaja para la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Ginebra. Le hemos pedido que hable de una de sus experiencias más desafiadoras con motivo del Día Internacional de la Mujer, mañana 8 de marzo: las mujeres migrantes y refugiadas.

María Vives Requena colabora en la sección de relaciones con donantes de ACNUR, pero tiene ya una dilatada carrera en el ámbito de la lucha por los Derechos Humanos como especializada en Relaciones Internacionales.

Ha trabajado o colaborado con instituciones como el Sustainable Innovation Hub Research, la ONGD Sonrisas de Bombay, la Defensoría del Pueblo de Colombia, Justícia i Pau o la Red Solidaria Internacional Agustino-Recoleta, ARCORES.

Especializada en desarrollo, ayuda humanitaria, gestión de programas, administración de subvenciones, respuesta a conflictos, protección infantil o dinámica de género, le cedemos la palabra para celebrar y sensibilizar sobre el Día Internacional de la Mujer.


El Día Internacional de la Mujer es una oportunidad para reflexionar sobre las desigualdades de género que persisten en todo el mundo.

Resulta significativo, como ejemplo, visibilizar la situación de las mujeres migrantes venezolanas en Colombia, que enfrentan múltiples barreras y desafíos en su proceso de integración tras su llegada y en el acceso a la ayuda humanitaria.

La crisis venezolana ha forzado a millones de personas a abandonar su país en busca de mejores condiciones. Las mujeres son más de la mitad de esos migrantes. En enero de 2024 se estimaba en 2,9 millones los venezolanos que se habían desplazado a Colombia en los últimos diez años, desde la explosión de esta crisis migratoria.

La experiencia de todo migrante está marcada por obstáculos estructurales, culturales y sociales. Y, en el caso de las mujeres, además, se añaden las normas de género tradicionales siguen encasillándolas en roles de cuidado y trabajo doméstico, limitando sus oportunidades laborales y económicas.

Según el Banco Mundial, solo el 32% de las mujeres migrantes venezolanas acceden a un empleo formal, lo que restringe su autonomía. A ello se suma la discriminación por su condición migrante y, en muchos casos, por su origen étnico. Un estudio de la Defensoría del Pueblo señala que el 70% de las mujeres venezolanas en Colombia han experimentado algún tipo de discriminación en su vida cotidiana.

La violencia de género es también una amenaza constante. En el último año ha aumentado un 20% para las mujeres migrantes, según cifras de organizaciones de derechos humanos. Durante su tránsito y después al llegar a destino están expuestas de un modo significativo a situaciones de abuso, explotación laboral y sexual.

A pesar de los esfuerzos de las organizaciones humanitarias y de las autoridades, la respuesta y atención a sus necesidades específicas es insuficiente. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) dice que el 45% de las migrantes venezolanas tienen dificultades para acceder a los servicios de salud y el 40% no han podido inscribir a sus hijos en el sistema educativo colombiano.

A pesar de estas adversidades, las venezolanas demuestran una enorme capacidad de resiliencia. Han construido redes de apoyo, espacios de solidaridad y de resistencia, esenciales para su integración social y económica, pues otorgan el acceso a la información, al empleo y a las redes públicas y privadas de asistencia.

Estas redes se esfuerzan en los objetivos del empoderamiento, las capacidades y la autonomía de las mujeres migrantes con programas de capacitación laboral, apoyo psicosocial, microcréditos y servicios de salud con enfoque de género.

Sin embargo, su alcance sigue siendo limitado. Para garantizar una verdadera inclusión y protección, es fundamental un enfoque integral de políticas públicas humanitarias y de integración. Es necesario incluir la perspectiva de género en la ayuda humanitaria, asegurando que las necesidades específicas de las mujeres sean priorizadas.

Además ha de fortalecerse la lucha contra la violencia de género con mecanismos de prevención y respuesta accesibles; la participación activa de las mujeres en la toma de decisiones sobre políticas migratorias y programas de integración; y sensibilizar a toda la sociedad para reducir la discriminación y la xenofobia, fomentando la convivencia y el respeto por los derechos de todas las personas.

Cada 8 de marzo recordamos que la lucha por la igualdad de género no tiene fronteras. La realidad migratoria, tan sujeta hoy a todo tipo de discusión social, es una oportunidad para el cambio y la transformación social solo si las mujeres migrantes reciben el apoyo y la protección que merecen y necesitan de toda la sociedad.