Hoy la Iglesia celebra la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, coincidente con la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Las Agustinas Recoletas de los Enfermos ofrecen su testimonio de servicio a quien debe luchar contra el dolor y la enfermedad.
Desde hace ya 33 años, cada 11 de febrero la Iglesia conmemora la Jornada mundial del enfermo. La enfermedad forma parte de nuestras vidas y todos, en uno u otro momento, tendremos que afrontarla.
El Santo Padre publica un mensaje especial en esta jornada, este año dentro del ámbito del Jubileo 2025 Peregrinos de Esperanza. Frente al dolor y la fragilidad de la condición humana, reflexionamos sobre cómo humanizar el mundo de la salud, desde el trato a los enfermos hasta el apoyo a los profesionales, investigadores y familiares. Por eso el lema de este año: “En esperanza fuimos salvados”.
Las Agustinas Recoletas de los Enfermos (ARE) nacieron en 1985 en Colombia con la misión de sembrar amor, dar consuelo y ofrecer todo tipo de servicios a los enfermos. Cada una de ellas considera este pensamiento en su jornada: “Yo, Jesús, soy el enfermo”. Las notas de su carisma incluyen el amor a la contemplación, el amor a la vida en comunidad y el amor a esa misión recibida de la Iglesia al servicio de los enfermos allá donde se encuentren.
Las actitudes básicas ante el enfermo son la benevolencia, la compasión, la solidaridad y la entrega, una verdadera opción por los débiles. Estas mujeres desean seguir a Jesús y vivir como él vivió en el servicio a los enfermos. Profesan los consejos evangélicos dentro del carisma agustiniano y, como Agustín de Hipona, buscan la verdad y a Dios mismo que habita en cada ser humano. Ese encuentro con el otro, focalizado en los enfermos, es para compartir con alegría la fe, la esperanza y la caridad.
Cada religiosa acoge y reconoce el rostro sufriente de Cristo en cada enfermo, y durante su apostolado comparten el dolor de quienes los acompañan. En este día se unen de manera especial para orar e interceder por cada uno de los enfermos, para que descubran que Dios está cerca de su dolor y sufrimiento; y ellas mismas describen:
“De igual manera nos unimos a quienes los cuidan para que, fortalecidos por el Señor, puedan ser signo de esperanza que no defrauda, palabra consoladora, fuerza en la debilidad”.
El Papa Francisco pide transformar el dolor en una experiencia salvífica. Así lo vivió también san Ezequiel Moreno: “la cruz tiene sus delicias que solo disfrutan los que se abrazan a ella con valor y decisión”.
Este encuentro con el enfermo permite reconocer que la esperanza es un don de Dios, quien nunca defrauda. San Ezequiel Moreno, de hecho, recuerda que todo cristiano debe hacer actos de esperanza y abrazar el perdón, esperar la gracia de la perseverancia y esperar la gloria eterna.
El Papa Francisco invita a reafirmar en esta jornada el deseo de ser esperanza para aquellos que sufren el dolor, la soledad, el desconsuelo; y para aprender de la paciencia, la fe, la donación, el sacrificio y la mirada agradecida de quienes sufren la enfermedad.