En esta segunda parte, el autor se centra en los dos personajes y dos momentos memorables, dos obispos misioneros y dos lugares de especial significado para la Recolección, las misiones en Colombia y China.
Por Marciano Santervás, agustino recoleto
Después de los pequeños apuntes dados ayer sobre la devoción recoleta al Corazón de Jesús, quiero hoy dirigir la mirada a dos hitos que descuellan como gigantes en este ámbito: san Ezequiel Moreno y monseñor Javier Ochoa. Ambos fueron obispos misioneros y ambos tuvieron en el Corazón de Jesús una permanente guía para su vida.
San Ezequiel Moreno: amor reparador
Ezequiel Moreno (1848-1906), natural de Alfaro (La Rioja, España), profesó como agustino recoleto en el convento noviciado de Monteagudo (Navarra, España) en 1865. En 1869 se embarca para Filipinas, es ordenado sacerdote en Manila en 1871 y desempeña su misión en ese archipiélago asiático hasta que, catorce años después, en 1885, es nombrado prior del convento de Monteagudo, donde se forman los futuros misioneros.
A los tres años es nombrado coordinador del grupo de religiosos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino encargados de revitalizar la vida religiosa recoleta de la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria en Colombia.
Su buen hacer no pasa desapercibido para la Iglesia y es nombrado vicario apostólico de la misión de Casanare y, en 1896, obispo de Pasto. En 1905 vuelve a España para tratarse un cáncer que, sin embargo, tendrá un desarrollo rápido y fatal y fallece al año siguiente. Canonizado por san Juan Pablo II en Santo Domingo en 1992, el Papa lo propuso ese día como modelo de evangelizador por su ardiente deseo de anunciar a Cristo en todas las etapas y circunstancias de su vida.
Ezequiel alimentó desde sus años de formación una intensa devoción al Corazón de Jesús que mantuvo y fue en aumento a lo largo de su vida, tanto en su vida personal y espiritual como en su acción episcopal.
La oración de Ezequiel versa principalmente sobre tres temas: la Eucaristía, el Sagrado Corazón y la Virgen María, y de ellos alimenta su espiritualidad y de ellos es un perseverante devoto.
Ezequiel manifestó a lo largo de su ministerio episcopal un anhelo profundo por dar a conocer y difundir esta devoción; en 1894 consagró el Vicariato de Casanare al Sagrado Corazón de Jesús y renovó la consagración, previamente realizada ya, de la Diócesis de Pasto; e hizo campaña para que también Colombia fuera consagrada.
Siempre que tenía ocasión celebraba misa en honor del Sagrado Corazón y predicaba animando a su devoción. Escribió cartas y algún librito específicamente sobre el particular, y en las demás eran frecuentes sus manifestaciones exhortando a consagrarse a él, a acudir a su intercesión, a considerarlo como modelo en la enfermedad, a consolarlo en los dolores de su Corazón, a interceder por los pecadores apelando a su misericordia…
Quizá el logotipo de su episcopado sea un buen resumen del amor y devoción que el santo profesó al Sagrado Corazón de Jesús:
“Fortitudo mea et refugium meum es Tu (Tú eres mi refugio y mi fortaleza). He aquí las palabras que rodearán la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que declaramos será el sello de nuestro oficio.
Ellas nos recordarán de continuo que, desconfiando de nosotros mismos, todo lo hemos confiado a ese Corazón divino, que tiene hechos prodigios de caridad en todos los tiempos, que los hace hoy mismo, y tiene poder para hacerlos en lo porvenir…”.
En 1899 Ezequiel quiso integrarse en la Liga Santa de Víctimas del Sagrado Corazón, que tenía por objeto reparar las ofensas al Divino Corazón con actos devocionales: jaculatorias, actos de presencia de Dios, participación en funciones litúrgicas…
En 1900 escribió el librito Dolores internos del Sagrado Corazón, que obtuvo gran difusión y se tradujo al italiano. Por su parte, aumentó sus penitencias y los deseos de aliviar los dolores del Corazón de Jesús. En esta obra puede leerse:
“El objeto propio y especial de esta devoción son los Dolores del Sagrado Corazón de Jesús. Para más claridad, podemos decir que ese objeto propio es doble: material y espiritual. El material es el Corazón de Jesús; el espiritual e invisible, los dolores del mismo corazón.
El objeto, pues, espiritual de la devoción que nos ocupa son los dolores del Corazón de Jesús, no los dolores externos, producidos en otras partes de su cuerpo sacratísimo por los látigos, espinas, clavos y cruz, sino los interiores de su corazón, esos dolores espantosos, causados por la consideración de las ofensas hechas a su Padre celestial; perdición eterna de las almas, a pesar de su dolorosa agonía; ingratitud de los hombres; desprecio de sus sacrificios y de su sangre; y otros motivos.
El fin de esta devoción es arder en amor al Corazón adolorido de Jesús, para desagraviarle de tantas injurias que recibe de parte de los pecadores”.
Encarnación Rosal, reformadora del Instituto de Hermanas Bethlemitas, presente en Pasto, comenzó a promover en Guatemala funciones en honor de los dolores internos o morales del Corazón de Jesús. Esta devoción se extendió con rapidez por Costa Rica, Ecuador y Colombia. Ezequiel fue reticente en un principio, pero terminó aceptando esta devoción hasta tal punto de que fue su mejor difusor.
Ezequiel, además, fundó en 1904 la Congregación de las Esclavas de Jesús, Aliviadoras de los Dolores internos de su Amorosísimo Corazón. Redactó de su puño y letra sus Reglas y Constituciones, y redactó un opúsculo sobre la devoción a los Dolores internos del Corazón de Jesús, que extendió por Colombia.
La espiritualidad y la vida toda de Ezequiel Moreno fue impregnándose de día en día del amor al Corazón de Jesús y de confianza plena en él. Exhorta con insistente frecuencia a acudir al Corazón de Jesús en los momentos de dificultades en el camino de la vida espiritual, a amarle siempre, a poner en sus manos toda la vida, a unirse a él en los sufrimientos.
San Ezequiel Moreno fue, sin duda, un enamorado de Cristo Jesús, con quien sufre al contemplar tantas injurias, tanto desamor como recibe y que hieren su corazón, entregado por amor a todos los hombres. El amor reparador al Corazón de Jesús le llevó a Ezequiel a una vida más llena de penitencia y de oración.
Javier Ochoa: amor al corazón de Cristo misionero
Francisco Javier Ochoa Ullate (1889-1976) fue agustino recoleto, cofundador de la misión de su orden religiosa en Shangqiu (China) y primer obispo de esta demarcación eclesial. Nació en Monteagudo (Navarra, España) y profesó en el convento noviciado de los Agustinos Recoletos en su pueblo en 1907.
Completar su formación en Estados Unidos, en la Universidad de Villanova, y fue ordenado sacerdote en 1914 en Filadelfia. Su primer ministerio lo llevó a cabo durante tres años en Venezuela y Trinidad, y luego en Manila (Filipinas), otros tres años.
Desde 1920 está ligado a China, primero en Shanghái y desde 1924 como delegado provincial inicia la misión de Shangqiu, en la provincia de Henan, de donde fue primer vicario apostólico y primer obispo, según se desarrollaba la misión.
El papa Pío XII aceptó su dimisión en 1948 y, a partir de este momento, Monteagudo será el lugar de su residencia hasta su fallecimiento.
Como san Ezequiel, Javier bebió ya en el proceso formativo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que mantuvo a lo largo de su vida y que marcó su obra como misionero y cofundador de la Misioneras Agustinas Recoletas.
En la Misión de Shangqiu los Agustinos Recoletos cuidaron de manera especial el envío de misioneros bien preparados y llenos de celo apostólico. Y todos tenían la devoción a Cristo y a su Corazón infiltrada en sus venas, de modo que ese rasgo de la espiritualidad de Ochoa, coordinador de la misión (1924), prefecto apostólico (1929), vicario apostólico (1937) y obispo (1947), encontró en sus hermanos una natural acogida.
Dos misioneros recoletos en Shangqiu, Mariano Gazpio (1899-1989) y Venancio Martínez (1911-1944), fueron especialmente fervorosos del Sagrado Corazón de Jesús. El agustino recoleto José Manuel Romero, biógrafo de Venancio, escribe que este,
“en el amor y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús encuentra la fuente en donde nace y se cultiva su celo misionero, así como el culmen de su obra de evangelización, entendida como manifestar a los hombres ese Corazón sediento de amor, e invitarlos a entrar en contacto con Él. (…) El misionero deja que el Corazón de Jesús lata en su pecho y que ponga en él el fuego del amor y el deseo profundo de que este fuego arda en los corazones de los que no conocen a Jesús”.
En 1933, un misionero en Shangqiu bajo el pseudónimo de “Filomena”, escribe en la revista Todos Misioneros el artículo El amor misericordioso:
“¡Almas delicadas que amáis a Jesús! Respondiendo a una inspiración suya quiero hablaros de Él, de su Amor Misericordioso (…).
¿Conocéis la obra del Amor Misericordioso? ¿Os habéis fijado en esa triple manifestación del Amor Misericordioso de Jesús? ¡Ah! Si por dicha vuestra conocéis y habéis penetrado bien en el significado de la representación del Amor Misericordioso, no os detengáis, pasad más adelante, abrid ese libro divino, abridlo y leed en Él. Fijaos bien; sólo tiene tres hojas, pero en ellas está escrito todo cuanto pueden decirnos los más grandes sabios, los más eminentes teólogos, los santos más encumbrados.
La primera hoja es blanca, inmaculada, es su divina Eucaristía. Almas sedientas de pureza, decidme: después de recibir en vuestro pecho la Hostia santa, ¿podéis desear algo sobre la tierra que no sea Él?
Mirad la segunda hoja. Es roja como la sangre, es Jesús en el Gólgota, agonizando sobre la cruz, bañado en su sangre divina. Leed en esa página, en esos ojos que se apagan cuajados de lágrimas, en esos labios divinos, secos, y que murmuran ‘tengo sed, sed abrasadora de almas, sed de la tuya, de tu cariño, del amor de tu corazón, de tus ternuras, de tus sacrificios a favor de tus hermanos’…
La tercera hoja es de fuego; miradla, es un Corazón divino. Acercarse a Él es quemarse, es quedar abrasado en ese volcán maravilloso. Así lo comprendieron los santos, y por eso se consumieron entre las llamas de ese Divino y destrozado Corazón.”
Puede afirmarse que la espiritualidad de los religiosos agustinos recoletos misioneros en Shangqiu radicaba en una espiritualidad del amor manifestado en el Corazón de Jesús, abierto en la Cruz y sediento de amor.
Ochoa y los demás misioneros llevan esta espiritualidad y devociones a las obras materiales. El 31 de enero de 1931, al estar Ochoa fuera de la misión, el recoleto Mariano Alegría bendijo la nueva iglesia levantada en Shangqiu y la dedicó al Sagrado Corazón. El día 1 de febrero se inauguró con la celebración de la Eucaristía.
El domingo 8 de noviembre de 1931, por el tono que imprime el cronista, fue memorable en la misión. Después de las misas hubo exposición y bendición con el Santísimo. Los trece misioneros, de ejercicios espirituales, junto con las religiosas, los seminaristas, la Santa Infancia y los fieles, acompañando a fray Javier Ochoa vestido con capa pluvial, se encaminaron al patio donde se bendijo y entronizó una hermosa imagen del Sagrado Corazón y a él se consagró la misión. Ceremonia semejante se repitió en el seminario, en la casa de las religiosas y en el espacio del proyecto social de la Santa Infancia.
En 1937 la Prefectura Apostólica es elevada a Vicariato Apostólico y Javier Ochoa es nombrado obispo. Elige como lema y programa unas palabras del Padrenuestro: Sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum (Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino). Además de los atributos episcopales, apoyado sobre la cruz, el cuerpo tiene tres corazones: el de Jesús, el de María y el corazón amante de san Agustín.
Por lo general, al elegir su escudo el nuevo obispo muestra los elementos que mejor expresan su espiritualidad y proyecto; para Ochoa, por tanto, son el amor y la devoción al Corazón de Jesús, el amor de su Madre y el amor a Agustín de Hipona los que lo alientan.
Fray Javier Ochoa dedicó su vida y sus esfuerzos a la evangelización en China. Entre sus obras está la promoción y cuidado de las vocaciones locales, masculinas y femeninas; la fundación de un proyecto de acogida de niñas abandonadas, la Santa Infancia; la creación de una revista misionera, Todos misioneros; y la fundación de una nueva Congregación misionera recoleta femenina iniciada con tres monjas de clausura voluntarias.
Como distintivo familiar, a las Misioneras Agustinas Recoletas les legó en el escudo los símbolos de su apasionado amor presentes en su escudo episcopal: los tres rodeados por el lema “Soli Deo honor et gloria”, es decir, “Solo a Dios el honor y la gloria”.
Una misionera agustina recoleta escribe que uno de los elementos del legado espiritual que Ochoa dejó en herencia a la Congregación es, precisamente, esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Más allá de Ochoa, puede afirmarse que el amor y devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha sido un rasgo típico de la misión recoleta en China hasta la actualidad. Los dos obispos recoletos chinos José Wang (1921-2004) y Nicolás Shi (1921-2009), formados por aquellos misioneros, fueron herederos y continuadores de la devoción al Corazón de Jesús.
El escudo de José Wang, obispo de Hezé, a semejanza del de monseñor Ochoa, lleva los tres corazones de Jesús, de María y el de san Agustín, más un cuarto corazón, el suyo ofreciéndose sobre una patena y adornado con la vela de la fe bautismal.
El obispo Nicolás Shi, por su parte, relataba en un informe cómo viven sus feligreses la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al inmaculado Corazón de María:
“Cada primer viernes y cada primer sábado de mes, los cristianos acuden a la iglesia para confesarse y comulgar, como reparación por las ofensas sufridas por el Sagrado Corazón de Jesús y el inmaculado Corazón de María.
No temen ningún obstáculo, ya sea la lejanía o las inclemencias del tiempo. Algunos incluso viajan desde distritos muy alejados. Nada puede impedirles cumplir con esta devoción. A partir de esto, se puede ver que nadie debe ser pesimista, porque el Corazón de Jesús y la Virgen tendrán misericordia de nuestra Diócesis».
El mismo obispo, en el lecho del dolor durante su enfermedad, expresaba su amor y confianza en el Corazón de Jesús:
“Yo nunca he perdido la esperanza, porque antes de abrir esta Iglesia puse como titular al Sagrado Corazón, porque Él dijo que estaría siempre con nosotros. Yo sé que esta Iglesia no va a desaparecer”.