Hoy, 4 de febrero, es el Día Mundial contra el Cáncer. Su objetivo es fomentar la investigación y la prevención, mejorar los servicios para los pacientes, crear conciencia y movilizar a toda la sociedad en la lucha contra el cáncer. La Familia Agustino-Recoleta también tiene una palabra en este ámbito.
El agustino recoleto Ezequiel Moreno (1848-1906) llegó a la santidad por su empeño de vivir el evangelio desde su vocación religiosa, que le llevó a ser misionero, formador de misioneros, restaurador de la vida consagrada y obispo en tiempos muy difíciles. En Filipinas, España o Colombia dejó las huellas de su intensa vivencia de la espiritualidad y del carisma de su familia religiosa, los Agustinos Recoletos.
Más allá de su consagración religiosa y de su ministerio y servicio a la Iglesia y al Pueblo de Dios, hay otro hecho destacable en este santo: murió de un cáncer especialmente doloroso, intenso y en una época en la que ni terapias ni tratamientos paliativos estaban desarrollados.
San Ezequiel es por ello especial intercesor de los pacientes de cáncer. Su experiencia de la enfermedad, asociada a su modo de vivirla y de darle un sentido, ha sido seguida por muchas personas, comunidades y organizaciones para dar esperanza y sentido a quienes sufren esa misma enfermedad.
En Colombia surgió incluso una Congregación religiosa dedicada a los enfermos de cáncer a la luz de esta espiritualidad agustino-recoleta y a través del modelo vital de San Ezequiel Moreno. Se trata de las Agustinas Recoletas de los Enfermos (ARE), nacidas el 18 de enero de 1985 por el impulso del agustino recoleto Sebastián López de Murga (1912-1999) y de Irma Pinzón Vélez (1930-2023), que así cumplían una llamada a “llevar amor y pan a los enfermos”.
Esta misión se lleva a cabo desde la Fundación San Ezequiel Moreno, que tiene como guías la consolación y la misericordia, la compasión, solidaridad y entrega hacia cada enfermo. Así explicaba el nacimiento de la Fundación el mismo Sebastián López:
“En la tarde del jueves santo, 15 de abril de 1976, me encontraba en la iglesia de la Candelaria de Bogotá pidiéndole al Santísimo por los enfermos, cuando sentí un deseo grande de organizar una institución dedicada a visitar a los enfermos, donde ellos se encuentren, y llevarles consuelo, amistad y calor cristiano; y, si se trata de enfermos muy pobres, una ayuda permanente que en algo alivie su situación.
No dudé entonces, ni he dudado después, de que era un llamamiento de la Gracia… El 7 de mayo de 1976 en las horas de la mañana, hice la primera visita a una señora pobre, enferma de cáncer. Era el primer paso que daba la Fundación Beato Ezequiel Moreno”.
Cincuenta años después, la Congregación continúa con este legado. Las hermanas y los voluntarios localizan a los enfermos, se acercan a ellos, se convierten en parte de su realidad cotidiana y los acompañan sea cual sea el estadio y diagnóstico de su enfermedad.
Cada enfermo vive un proceso en el que cambia completamente el estilo de vida, los sentimientos y emociones se hacen más patentes, aparecen las grandes preguntas según el ánimo de cada uno: ¿Por qué a mí? ¿Será un castigo? ¿Dónde está Dios? ¿Qué hice para merecer esto?
También los roles familiares se modifican, la familia sufre con el enfermo emocional y también económicamente. La vida de todos sufre desajustes inesperados y reaprendizajes obligados.
Como dice la hermana Sandra Rojas (ARE), “estamos convencidas de que cada uno de los pacientes que visitamos y acompañamos vive de forma única su proceso, desde ir asimilando el diagnóstico hasta autorizar el tratamiento a seguir.
Es aquí donde nuestro apostolado tiene un gran sentido eclesial y espiritual, ya que ellos, en medio de su dolor e incertidumbre, esperan que alguien los escuche, los comprenda, no los juzgue, les brinde una palabra de consuelo y esperanza.
Es el inicio de un camino espiritual de reconciliación consigo mismo, con su entorno y con Dios. Las palabras de san Ezequiel Moreno pueden ayudar:
‘No temas lanzarte en los brazos de Dios, porque caes en los brazos de un padre que acarician y estrechan con amor’.
Tenemos la certeza de que Dios sufre en cada enfermo y pelea con él en esta lucha por la sanación”.