Secretariado de Espiritualidad y Formación. Provincia de San Nicolás de Tolentino. Agustinos Recoletos.

El agustino recoleto Sergio Sánchez (Tlalnepantla, México, 1961) coordina la formación permanente y promoción del carisma en la Provincia de San Nicolás de Tolentino. Al comienzo del Jubileo relata en primera persona sus deseos y propuestas en este campo.

Comparto mi peregrinar en el servicio de acompañamiento a los miembros de la Familia Agustino-Recoleta en su formación permanente y espiritual con estas notas sencillas de vida diaria, carentes de rigor técnico pero llenas de ánimo por compartir nuestra espiritualidad y carisma.

Hace años nos propusimos elaborar un Itinerario de Formación Agustino Recoleto. Sigue en gestación, pero ya están suficientemente delineados sus ejes centrales. Para las Fraternidades Seglares había que hacer una reflexión previa sobre los núcleos carismáticos de identidad.

Somos peregrinos, caminantes con otros compañeros que, con el paso de los años, se vuelven familia; generaciones pasadas y presentes que, con su forma de vivir, testimonian el aspecto comunitario del seguimiento de Jesús.

Vivo este ministerio con gratitud y esperanza y saboreo la pasión de los de corazón inquieto. De esta experiencia me surgen algunas certezas: el carisma —don del Espíritu para bien del pueblo de Dios— se contagia por testimonio de vida y se encarna en personas concretas en el contexto cultural e histórico que les toca vivir.

Identidad carismática

Respecto a las notas distintivas de nuestro carisma, dos son los elementos más significativos para quienes se acercan buscando un itinerario de vida espiritual.

Por una parte, la figura de san Agustín, ya sea porque han escuchado algo de su biografía o han tenido en sus manos y leído Las Confesiones y quisieran vivir un proceso de conversión semejante.

El segundo elemento es el atractivo de la vida de comunidad. Quienes han nacido, crecido y caminado en nuestro entorno, saben de nuestra vida de comunidad; nos ven juntos, compartiendo casa, horario, apostolado y, lo más importante, afectos y bienes espirituales. Es así como se despierta en ellos el deseo de pertenecer y crecer dentro de nuestra espiritualidad.

Los seglares perciben que tenemos una motivación espiritual de fondo; sin embargo, su foco de atención es nuestro estilo de vida y la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Algunos se han animado a conocernos y se han atrevido a expresar su deseo de pertenecer a nuestra familia recoleta; viven un tiempo de formación mientras se genera y nutre la identidad institucional.

A la hora de fundamentar la dimensión comunitaria acudimos a los mismos argumentos de san Agustín: cuando le preguntaban qué pretendía junto a su grupo de amigos en Tagaste se servía de la lectura de los Hechos de los Apóstoles para decir:

— “Esto es lo que queremos vivir, orad para que lo consigamos”.

Hoy día, nos mueve esa misma aspiración:

— “Tener una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”.

Sin percibir su profundidad y alcance, los miembros de la Fraternidad Seglar se sienten identificados con este lema carismático de nuestra familia religiosa.

En fidelidad creativa

El Papa Francico, con esa mirada que acompaña a la vida religiosa en la Iglesia, nos confirma este camino. En el último Capítulo General nos pedía “poner el carisma en manos de los laicos” (2022). Desde las distintas instancias, los animadores de las comunidades nos hemos empeñado en hacer realidad este deseo. Decía el Papa:

— “Los invito a mantener con espíritu renovado el sueño de san Agustín de vivir como hermanos «con un solo corazón y una sola alma» (Regla 1, 2), que refleje el ideal de los primeros cristianos y sea profecía viviente de comunión en este mundo nuestro, para que no haya división, ni conflictos ni exclusión, sino que reine la concordia y se promueva el diálogo… Tantas personas están esperando que salgamos a su encuentro y las miremos con esa ternura que hemos experimentado y recibido de nuestro trato con Dios. Este es el poder que llevamos, no el de nuestros propios ideales y proyectos; sino la fuerza de su misericordia que trasforma y da vida” (2016).

La fuente

El ideal de la comunidad agustiniana se describe en los Hechos de los Apóstoles. Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2,42).

Los apóstoles daban testimonio de lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio y eran escuchados con entusiasmo y fidelidad. Esta es la clave de la formación continua, el conocimiento de la vida de Jesús.

Tenían todo en común, vendían sus bienes para repartir entre los necesitados lo obtenido y para que en la comunidad nadie pasara necesidad; es decir, compartían la vida. Y celebraban la Eucaristía, como fuente de fraternidad.

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común (Hch 4,32). El corazón y el alma representan lo más espiritual del ser humano, su sensibilidad para compartir y atender toda clase de necesidades.

San Agustín, además de invertir el orden, pone primero “anima una” y después “cor unum”, añadirá la expresión in Deum (hacia Dios); es una comunidad peregrina, dinámica, que está en un continuo proceso de renovación y de conversión.

Espiritualidad de la comunión

La vida fraterna en comunidad de los religiosos y de las Fraternidades Seglares es un proyecto divino-humano, don y tarea, que se nutre de la espiritualidad de la comunión.

Su fundamento es el amor de Dios, derramado en nuestros corazones, la mirada del corazón hacia el misterio del amor trinitario que habita en nosotros; sus frutos son sentir al hermano como «uno que me pertenece», compartir alegrías y sufrimientos para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad.

También es uno de sus frutos ver, con una mirada apreciativa, lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios; llevar mutuamente la carga los unos de los otros, rechazando la competitividad, la  desconfianza y las envidias (cf. NMI 43).

La dulzura de la fraternidad

Más allá de las limitaciones e incoherencias propias de quienes peregrinamos juntos, seguimos cantando con el salmista:

— ¡Qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos! (Sal 132).

Para encarnar ese mandato nuevo de “amarnos unos a otros” recordamos algunas actitudes de fraternidad que no pueden faltar: acogernos mutuamente; comunicarnos para conocernos, conocernos para amarnos; escucharnos con el oído y el corazón.

También aderezar nuestro compartir fraterno con respeto, confianza y sigilo para que nazca la amistad y alimentarla con detalles para disfrutarla; ante las tensiones, que nunca faltan, construir puentes y derribar muros.

Basados en el amor mutuo, ejercer la corrección fraterna con tacto y decisión, y aprender a reconocer nuestros errores y “pedir perdón”; ejercitarnos en la paciencia, porque cada uno tiene su ritmo propio; saber pedir ayuda cuando lo necesitamos y dar “gracias”.

Nuestra fraternidad también es calor, ternura, delicadeza y gratuidad. Todo un inmenso tesoro que llevamos en vasijas de barro para servir a los demás.