Natividad Vázquez, “Nati”, nació en La Santa Espina (Castromonte, Valladolid) en 1960. Acaba de jubilarse tras décadas siendo la primera cara y voz con la que se encontraban visitantes y miembros de la comunidad educativa al entrar o llamar al Colegio San Agustín de Valladolid.
¿Cómo y cuándo comenzaste a trabajar en el Colegio San Agustín?
Fue hace 46 años. Cuando tenía nueve años mi familia se trasladó a la capital de la provincia, y con 18 recién cumpliditos en enero, en marzo fue el mes de prueba y en abril firmamos el contrato.
El director del Colegio era el agustino recoleto fray José María Abadía (1941-2001). Otro recoleto, fray Miguel Ángel Tejada, que sigue aquí en Valladolid, era el psicólogo del Centro y me hizo las pruebas previas del área de recursos humanos y me dijo que era apta para trabajar en la recepción.
En aquel tiempo éramos internas, 16 jóvenes. Mary, que sigue a día de hoy, formaba también parte de aquel primer grupo que teníamos nuestras habitaciones y zona privada en los bajos del edificio residencial del complejo.
Las jornadas eran duras: nos levantábamos a las 7:00 y a veces terminábamos a las 23:00, con tiempos de descanso entremedias, entre tarea y tarea. Al principio iba un ratillo a la recepción, pero tampoco mucho porque también me dedicaba a la limpieza de diversas áreas.
Han sido tantos años que conservé aquella habitación hasta el último día como zona privada, así que el día que me marché, alguna lagrimilla cayó en ese lugar.
¿Qué labores has realizado durante todo este tiempo?
Los primeros años eran fundamentalmente tareas de limpieza porque el servicio aún no se había tercerizado con alguna empresa, como ahora, sino que todo lo hacíamos el personal contratado directamente por el centro.
Limpiábamos todo el Colegio y ayudábamos a los seminaristas, que entonces ocupaban también una zona del edificio como internos, con la limpieza de sus comedores, dormitorios y zonas propias del seminario.
También echábamos una mano en la cocina y nos encargábamos de los comedores. He sido durante todos estos años monitora del comedor, una actividad entrañable, dar y enseñar a comer solos a los más pequeños.
En la recepción he estado 35 años y, como me encantan los niños, ha sido uno de los sitios donde más a gusto y feliz me he sentido; aunque diré que con los niños, pues con los papás no tanto.
La verdad es que eran tiempos muy bonitos, estaba muy a gusto y me parecía todo fenomenal.
Habrás sido testigo de muchos cambios en estas cuatro décadas.
El mayor cambio vino cuando se cerró el seminario, porque también se modificó completamente la gestión, externando servicios mediante contratos con empresas. Nosotras también comenzamos a gestionar distinto nuestro tiempo, a las cuarenta horas semanales, y nos centramos más en el trabajo de recepción.
Pasábamos de estar todo el día con los jóvenes a verlos solo durante las horas de colegio. Lógicamente también hubo importantes cambios en el sistema de gestión del centro educativo, los Equipos directivos y pedagógicos, etc.
Respecto a los alumnos, creo que antes había más respeto, más educación; si por cualquier motivo tenías que pedir algo o señalar un comportamiento no adecuado, te decían “lo siento, perdón”; ahora no es ya infrecuente recibir malas caras o incluso una mala contestación.
Por cierto, a modo de anécdota, creo que antes el alumnado era más “chic”, elegante, vestía con cierta distinción y a la moda, como digo yo. Ahora ya visten mucho más normal, como en la calle.
¿Cómo ha sido tu relación con la comunidad recoleta?
Cada uno juzga según sus propias experiencias, y debo decir que siempre me he sentido como en mi casa. No solo porque vivía materialmente en el San Agustín, sino que sentía que era mi propia casa porque éramos todos una familia.
Por ejemplo, cuando había alguna fiesta comíamos todos juntos; las navidades las pasábamos con la comunidad religiosa en un ambiente familiar. En aquel tiempo eran hasta 35 frailes. Siempre, todos los frailes y en todos estos años creo que me han tratado así, y me he sentido con ellos familia. El Colegio ha sido mi familia y mi casa. Mi familia han sido los Agustinos Recoletos y mi vida ha sido el Colegio San Agustín.
Hace unos años, la Asociación de Padres y Madres de Alumnos nos concedió a Mary y a mí el premio “Personaje del año”, más por la trayectoria y el trabajo de tantos años que por unos valores en concreto. Por cierto: no subimos a recoger ese premio porque, unos por otros, ¡no nos avisaron de ir!
¿Qué momento memorable llevas en el recuerdo y en el corazón?
Lo recuerdo como si fuera ahora y jamás se me olvidará. El agustino recoleto fray Miguel Ángel Peralta era director de Primaria. Con los seminaristas jugábamos a imitar un famosísimo programa de televisión que existía entonces, el concurso “Uno, dos, tres… responda otra vez”.
No tuvieron mejor idea que vestirme de Don Cicuta, uno de los personajes del concurso a principios de los años 70, que, además, se encargaba de mostrarse como en contra de los concursantes, de aspecto arcaico, pacato, pedante, adusto hasta el esperpento.
Me pusieron un hábito, una máscara y, disfrazada, nadie me conocía. Los chicos se lo pasaban en grande y estaban intrigados por saber quién era Don Cicuta. Yo no podía hablar y darme a conocer, y mira que eso es difícil para mí porque hablo mucho, pero era tan divertido que no dije ni palabra.
Fue una temporada buenísima, nos lo pasábamos en grande.
Tantos años de cara al público en un colegio, seguro que muchos te reconocen por las calles.
La gente sí me reconoce mucho. Yo soy una calamidad para los nombres, pero con las caras sí me suelo quedar. Ahora bien, desde que me hicieron esa despedida hace unos días en el colegio, esa flamante idea que me hizo mucha ilusión, cada vez que voy por la calle me dicen:
— ¡Nati, que te jubilas!
Yo creo que en mi vida he sido tan famosa como últimamente.
¿Vas a seguir ligada al Colegio?
Han sido tantos años que todavía no sé ni lo que voy a hacer en este tiempo nuevo. Lo que sí sé es que seguiré ligada porque es mi colegio y siempre lo recordaré con muchísimo cariño. Visitas siempre haré y, por supuesto, si me necesitan en alguna ocasión, siempre estaré aquí.
¿Un mensaje para los estudiantes?
Que cuiden del Colegio, que sean buenos estudiantes hoy y buenos trabajadores mañana, y, sobre todo, que el colegio sea su casa, que lo cuiden porque es maravilloso pertenecer a esta familia.
A todos, a los buenos y a los menos buenos, les digo:
— ¡Gracias, gracias y gracias!
Que me recuerden todos los miembros de la comunidad educativa con el mismo cariño que yo les tengo a todos, muchísimo: he sido muy feliz, muy, pero muy feliz.