Rafael Ollaquindia ha enfrentado la vida con otros ojos desde que fue diagnosticado con cáncer de tiroides. Deportista nato, corre y camina desde Pamplona hasta Monteagudo para agradecer al santo recoleto su intercesión.
“Un ejemplo de superación en la lucha contra el cáncer” así titula y resume la Cadena COPE, emisora de radio de ámbito nacional en España, la vida y testimonio de Rafael Ollaquindia, un enamorado del deporte y un animador de la vida de quienes padecen, como él un cáncer.
Con motivo de sus peregrinaciones hasta el Centro de exposiciones y Casa de espiritualidad de los Agustinos Recoletos dedicado a san Ezequiel Moreno en Monteagudo (Navarra, España), esta emisora entrevistó a Rafael para conocer sus actividades, su fervor y su modo de animar y movilizar a otros enfermos para darles compañía y esperanza.
Rafael Ollaquindia tiene 59 años y ya ha recorrido varias veces, caminando o en coche, los caminos que le separan de Monteagudo con un objetivo: dar las gracias a san Ezequiel Moreno, el santo obispo y misionero recoleto patrón de los enfermos de cáncer.
Rafa es paciente de esta misma enfermedad. Hace tres años su mujer le vio por casualidad un bulto en el cuello y, tras varias pruebas y análisis, le confirmaron la peor noticia posible, un cáncer de tiroides:
“Fue todo muy rápido, en el plazo de dos semanas cada vez que iba a una consulta médica recibía resultados eran malas noticias. Al final el único consuelo es que no es hereditario y ni lo tienen mis hermanas ni se lo he traspasado a mis hijos”.
Conocido el diagnóstico, los oncólogos se pusieron manos a la obra para tratar su cáncer pero, tras dos operaciones de urgencia, se dieron cuenta de que su enfermedad era crónica, no tenía cura. Rafa continúa recibiendo un tratamiento paliativo gracias al que, como siempre dice, vive una vida “casi normal”:
“Los efectos secundarios de la quimio son llevaderos y eso me permite hacer vida prácticamente normal, lo que sí que ha cambiado son mis prioridades; es decir, antes le daba importancia a las cosas materiales y ahora para mí lo más importante es la dimensión espiritual y poder ayudar al prójimo”.
La vida es una carrera
Rafa se define a sí mismo como un tipo sencillo: sigue trabajando como contable, atiende a su familia y, como siempre, sigue con el deporte, después de que hace unos años descubrió que disfrutaba mucho corriendo:
“Para mí salir a correr es celebrar la vida en mayúsculas. Cuando salgo a correr doy lo mejor de mí y lo ofrezco a Dios, para mí es como una oración en la cual digo: ‘Dios mío estoy enfermo y me permites seguir corriendo, muchas gracias’.
El día de mañana igual ya no puedo seguir corriendo, entonces espero poder caminar, porque me encanta; y cuando no pueda caminar, pues pediré ayuda y espero que me lleven en la silla de ruedas”.
Rafa entrena cada día de forma intensa, corre maratones e incluso le ha regalado a uno de sus médicos uno de sus trofeos.
Y apareció san Ezequiel
Su fe católica se ha hecho más grande y se ha consolidado. Con la llegada de la enfermedad, es esa fe lo que le sostiene cada día para luchar contra una situación tan compleja. En Internet le apareció por casualidad una ventana que hablaba de san Ezequiel Moreno, el patrón de los enfermos de cáncer.
El cáncer, de hecho, ha cambiado todos sus esquemas de vida: ahora mira las cosas desde otro punto de vista.
“En esta vida nos enseñan que para ser felices tenemos que ganar la lotería y, si no es así, tener salud. Cuando llega el momento en el que ni tienes salud, ni te ha tocado la lotería, te preguntas si se puede ser entonces feliz.
Yo creo que Dios nos ha regalado el don de la vida para ser felices en este mundo, para hacer felices a los demás. Yo miro cara a cara a la muerte y sé que no es el final, yo me fío del mensaje de Jesús”.
Decidió hacer su primera peregrinación, corriendo y de noche, hasta la misma tumba de san Ezequiel en el convento recoleto de Monteagudo:
“La idea inicial era hacer 55 kilómetros solo y de noche; solo, porque no encuentro a nadie que me acompañe en estas aventuras; y de noche, porque mi piel es fotosensible debido a la quimioterapia. Me dio tiempo para reflexionar más y también para llegar a Monteagudo ya con el alba, con la luz”.
Esa primera peregrinación fue desde Marcilla hasta Monteagudo, para agradecer al santo su ayuda. El día de san Ezequiel Moreno, 19 de agosto, de este año, fue con su esposa en coche a celebrar al santo.
Casi dos meses más tarde, el 8 de octubre, volvió a Monteagudo, esta vez caminando desde Pamplona y en dos etapas: Pamplona-Marcilla (65 km.) y Marcilla-Monteagudo (55 km.). Cumplía así una promesa y un compromiso con otro enfermo de cáncer ingresado en la Clínica Universidad de Navarra en Pamplona, al que le dijo:
— “Yo hago la peregrinación por ti y tú me acompañas rezando desde el hospital”.
Se hospedó en el convento recoleto y al día siguiente, tras participar en la oración y en la Misa, regresó a Pamplona, dispuesto a repetir la experiencia si encuentra otros enfermos que quieran acompañarlo.
Rafa no piensa—como casi todos a su edad— en jubilarse y tener todo el tiempo para él y su familia; intenta vivir el hoy, el único día que todos tenemos asegurado. Entre las cosas que le vienen a la cabeza, organizar peregrinaciones a Monteagudo con presos o personas que han cumplido ya condena.