Solidaridad con Valencia 2024. Agustinos Recoletos.

Dos agustinos recoletos, uno nacido en Cullera (Valencia) y otro que ha trabajado 24 años en la Comunidad Valenciana, nos acercan al pueblo valenciano y nos invitan a la empatía con las víctimas de la reciente tragedia, la solidaridad y una reacción ante las catástrofes desde la fe y el compromiso.

La Comunidad Valenciana, en España, ha sufrido este otoño 2024 una serie de tragedias a causa de la furia del clima. En unas pocas horas cayeron las mismas cantidades de agua que durante todo el año. Las imágenes resultantes y las cifras de víctimas y pérdidas tardarán en quitarse de las mentes de todos.

Enrique Agüeros (Cullera, Valencia, España, 1952) es agustino recoleto desde 1974. Además de ser natural de la Comunidad Valenciana, pasó en la Parroquia de la Esperanza de la capital los últimos diez años en que este ministerio fue atendido por una comunidad recoleta, hasta 2020. Aquella última comunidad recoleta en Valencia estaba constituida por Enrique, Luis Martínez, José Antonio Galindo y Fermín Moriones. Actualmente Enrique reside en el Colegio Agustiniano de Madrid.

Felipe Sada (Ablitas, Navarra, España, 1946) trabajó casi 25 años en tierras valencianas, incluyendo la Parroquia de San Miguel Arcángel de Benigánim, el Seminario Santo Tomás de Villanueva de Torrent y la Parroquia de la Esperanza de Valencia.

¿Qué destacaríais de la idiosincrasia valenciana?

|Enrique| Nací en Cullera de madre valenciana y padre castellano, y allí sigue mi hermana. Para mí son personas muy trabajadoras, sea en el campo o en el mar, agricultores o pescadores. Y son gente muy acogedora y muy accesible en el trato.

|Felipe| Valencia evoluciona muchísimo. Antes famosa por sus naranjas y hortalizas, ahora es más un centro turístico y la agricultura ha quedado para la mano de obra migrante. También hay mucha industria y servicios. La gente busca formación, su porvenir pasa por los estudios. En Benigànim, tuvimos un colegio donde los títulos de maestro y enfermería eran muy demandados.

¿Mantenéis contacto cercano con Valencia?

|Enrique| Cuando me enteré de que en Sedaví también había afectado la tragedia, llamé a un amigo con quien llevaba tiempo sin mantener contacto. Hablé con él largo rato y quedamos en hablar más en unos días. Gracias a Dios no le afectó directamente, pero todo el pueblo lo está pasando muy mal. En Cullera no han sufrido esta vez, aunque por precaución desalojaron a 26 familias que vivían en los huertos.

Los sentimientos son muy difíciles de describir. Las imágenes me recordaban a la riada del Turia (1957). La rotura de la presa de Tous (1982) no la viví. Me siento totalmente sorprendido, no me lo podía imaginar, en estos tiempos de tanta tecnología ha vuelto a ocurrir lo mismo. En la riada de 1957 fui con mi padre a la playa y todo estaba lleno de cañas y de basura.

|Felipe| Estoy en contacto con mis conocidos y gracias a Dios no les ha tocado directamente, sí sus consecuencias a sus amigos o familiares (una pierna rota, una pérdida de vehículo…).

En general son positivos y viven ilusionados. Saldrán pronto, porque es gente trabajadora y asumirán los cambios, se mueven, buscarán quién les ayude y les abra las puertas. Su carácter facilita el contacto y la relación con muchas personas, algo clave en una situación así.

¿Entendéis el sentimiento de indignación que ha crecido conforme pasaban las horas y los días?

|Enrique| La indignación se entiende perfectamente. ¡Cómo en 2024 no se puede detectar lo que va a venir! Mi hermana vive sola; sabía que se acercaban fuertes lluvias y estaba esperando a que avisaran: pero nunca avisaron de nada.

|Felipe| La sociedad no está de acuerdo con cómo han actuado los políticos, y la indignación es una forma de manifestarlo. Están convencidos de que los gobiernos podrían haber hecho mucho, antes y después. La sensación es que no les importa la gente o el progreso, sino solo estar al frente y mandar. Por eso la gente ha reaccionado así. Es posible que ahora veamos posturas exigentes y en contra de la política.

La gente buscará soluciones de forma individual sin mucha esperanza en las instituciones, y es una pena, porque los políticos no son dueños sino administradores, y administran para el bien del pueblo. A quien la tragedia le ha golpeado fuerte, solo le queda el pedir ayuda.

¿Qué puede hacer la fe y la vivencia espiritual en una situación así?

|Enrique| El valenciano es creyente, pero espiritualmente frío. Allí cuesta hacer pastoral. Tienen muy desarrollada la devoción a la Virgen (los Desamparados, la Salud). Intenté hablar con la basílica de Algemesí pero no he podido contactar, posiblemente estén desbordados. Una buena forma de sobrellevar el dolor es apoyarse en esas devociones para mantener la esperanza.

|Felipe| El único consejo es asumir la realidad y, ya entonces, preguntarse cómo afrontar esta tragedia desde una visión de fe. Todos los aspectos de la vida humana se pueden proyectar de una manera espiritual. Los párrocos tienen que ser los que más se preocupen de la gente, estar muy cerca del pueblo, visitar las casas, preguntar cómo están y qué necesitan… Hay mucho trabajo.

El valenciano es muy emotivo, muy sentimental, con mucha devoción a la Virgen, de una religiosidad festiva. Una vivencia interior les cuesta más, pero tienen una base religiosa en la que apoyarse. Muchos saldrán adelante movidos por la fe.

Desde la fe hemos de trabajar el ámbito emocional, darles cariño y apoyo; pero también está lo material: alimentos, ropa, enseres básicos. Hemos de confiar en los que están allí, en los que saben quiénes realmente necesitan ayuda. No es dar por dar, es saber a quién, cuándo, cómo y qué hay que dar.

¿Alguna experiencia de situaciones similares te ha ayudado a entender todo esto mejor?

|Enrique| En República Dominicana viví el huracán Georges (1999), una experiencia muy dura. Tuve que agarrarme muy fuertemente a la fe y aprendí que lo primero es aceptar las circunstancias. Tiene que haber mucha solidaridad: son muchos los obstáculos a superar, presentes y futuros, para salir del bache, y sin la ayuda mutua es imposible.

|Felipe| No he conocido nada tan espectacular y trágico como esto. Nuestra sociedad tiene capacidad económica y moral para ayudar. No podremos devolver la vida a los fallecidos, pero ayuda emocional y espiritual hay que dar. Aquí tenemos gente y medios, más recursos que en otras sociedades que han vivido situaciones parecidas o peores.

¿Tendrías algún mensaje de esperanza para las víctimas?

|Enrique| Los Agustinos Recoletos somos misioneros y tenemos experiencia de caminos difíciles y de superación. No nos quedemos esperando a que las cosas vengan del cielo, actuemos y confiemos en Dios. Con su gracia y su misericordia podemos seguir adelante, pero sin meternos en el barro no lo lograremos. Yo, con la preocupación, llamo mañana y tarde. Estoy convaleciente y quisiera hacer más, pero no me es posible. Seguro que si hubiera estado bien, allí habría estado.

|Felipe| Lo esencial es recordar lo que nos debe mover. La tragedia nos sirve de lección: no les ha ocurrido a ellos, nos ha ocurrido a todos y tenemos la obligación de responder. Tomemos la decisión de ayudar: económicamente, con el cariño, la acogida y el interés para que noten que no están solos… Pero siempre transmitiendo esperanza: pueden salir porque van a tener mucho apoyo.

En estos días se han acercado personas que no suelen participar de los sacramentos o no tienen una vida práctica de fe frecuente. Buscan quien les ayude a asumir el acontecimiento y la tragedia, dar un sentido y superar el trauma. Ahí tiene que estar la Iglesia.

La Familia Agustino-Recoleta y la Comunidad Valenciana

Los barrios de Patraix y Benicalap de Valencia capital, Benigánim y Torrent han sido escenarios de vida durante casi 60 años para los religiosos agustinos recoletos, hasta el 31 de octubre de 2020 en que se despidieron definitivamente de esa tierra.

Era su segunda estancia en Valencia, porque la presencia histórica de los Recoletos en la región se remonta hasta los conventos de Santa Mónica de la ciudad de Valencia (1603) y el de Caudiel en Castellón (1616), ambos desaparecidos con la Desamortización de 1836.

Ambos edificios aún existen. El de Valencia acabó siendo sede central de las Hermanitas de los Pobres Desamparados y el de Caudiel ha servido de iglesia parroquial y el convento de ayuntamiento, escuela y hasta hospital.

La primera comunidad fundada en tiempos modernos en la Comunidad Valenciana fue la Parroquia San Miguel Arcángel de Benigánim, abierta en 1965 y entregada a la Diócesis el 31 de agosto de 2019. Desde ella también, por épocas, se atendieron las parroquias de Bellús, Guadasequies y Sempere.

Otra comunidad atendió la Parroquia de Nuestra Señora de la Cabeza del barrio de Patraix, en la capital, abierta en 1970. Funcionaba en la bajera de un edificio residencial en que estaba también el apartamento donde vivía la comunidad religiosa. Los Recoletos estuvieron atendiéndola pastoralmente hasta 2002.

La casa de formación de Torrent abrió en 1971 y estuvo activa hasta 2014. Por ella pasaron durante varios años los religiosos profesos estudiantes de Teología de la Provincia de Nuestra Señora de la Consolación, hoy integrada en la Provincia de la Candelaria.

La última fue la comunidad que atendió la Parroquia de la Esperanza de Benicalap, donde los agustinos recoletos llegaron en 1981 y salieron en 2020. La Parroquia estaba en el templo adosado al monasterio de las Agustinas Descalzas, comunidad contemplativa que cerró en 1998.

La presencia femenina contemplativa ha estado representada en las Agustinas Recoletas (Denia, monasterio fundado en 1604, y Requena, 1630) y en las Agustinas Descalzas de San Juan de Ribera (actualmente en Benigánim, monasterio fundado en 1597).