¿Fue san Agustín pagano?

El agustino recoleto Enrique Eguiarte aclara uno de los temas que más confusión han suscitado sobre el santo obispo de Hipona en referencia a su adscripción religiosa antes de recibir el bautismo con 32 años de edad.

Por Enrique Eguiarte, agustino recoleto.

No es extraño encontrar en libros, o escuchar en conferencias o sermones, que la vida de san Agustín se puede dividir en dos partes. En un primer momento, su etapa pagana, y en un segundo lugar su etapa como cristiano.

Esto es del todo falso y no corresponde a lo que el mismo san Agustín nos cuenta de su propia persona en el libro de las Confesiones. Se podría decir que la vida de san Agustín se puede dividir en dos partes; una antes de su bautismo, y otra después del mismo.

La clave la tenemos en el libro primero de las Confesiones (1,17), donde san Agustín narra cómo desde el primer instante de su vida fue llevado a la Iglesia por su madre santa Mónica para que recibiera el rito de la iniciación cristiana.

Este rito, en aquella época y en el norte de África, consistía en tres elementos. La imposición de la mano, la signación en la frente, y el rito de la sal. San Agustín en las Confesiones solo presenta dos de estos ritos, obviando el tercero: describe someramente la signación y el rito de la sal.

La signación era hacer la señal de la cruz en la frente de la persona. Aunque no se sabe con exactitud en qué consistía el rito de la sal, los especialistas hablan de dos posibilidades: poner unos granos de sal en los labios, o bien recibir un alimento salado, como un pan con un poco más de sal, que el catecúmeno o iniciado comía, como un primer alimento que recibía de parte de la Iglesia en espera del verdadero alimento que es la Eucaristía (cf. cat. rud. 50).

A partir de este momento, la persona era considerada catecúmeno de la Iglesia católica. Es decir, ya no era pagano; formaba parte ya de la Iglesia, aunque no estuviera bautizado.

San Agustín en sus textos habla de los catecúmenos como aquellos que ya han sido concebidos por la Madre Iglesia y que están en su seno, pero que todavía no han nacido, pues el momento del nacimiento es el momento del bautismo (cf. s. 216,7).

Los textos agustinianos se refieren también a los catecúmenos con el nombre de ‘cristianos’ (christianus: Io. eu. tr. 44,2). En los textos de san Agustín la mayoría de las veces la palabra ‘cristiano’ (christianus) es ambigua. Aunque mayormente se aplica a los catecúmenos, en ocasiones hace referencia solo a los bautizados (Io. eu. tr. 11,4).

No obstante el vocabulario agustiniano reserva una palabra especial y exclusiva para los bautizados, la palabra fidelis (fiel). De hecho cuando san Agustín en sus textos habla de una persona que es “fiel” se refiere al bautismo, a que se trata de una persona bautizada.

En tiempo de san Agustín muchas personas recibían el rito de la iniciación cristiana, pero no el bautismo, y en ocasiones la recepción del sacramento se posponía prácticamente hasta el momento de la muerte.

Esto era así porque todavía no estaba del todo claro el sacramento de la reconciliación, tal y como lo entendemos en la actualidad. Había tres pecados graves (adulterio, apostasía y homicidio) que requerían de una penitencia pública con un rito de reconciliación realizado por el obispo. Por ello mucha gente posponía el bautismo como una purificación final para salir de esta vida completamente limpios de todos los pecados.

San Agustín fue, por tanto, cristiano, un catecúmeno de la Iglesia católica por treinta y dos años y medio, hasta el momento en el que recibió el bautismo en Milán, en la Pascua del año 387 de manos del obispo san Ambrosio (ep. 36,14,32).

Un dato final y curioso. El rito africano de la iniciación cristiana, con el rito de la sal, estuvo vigente como obligatorio hasta el Concilio Vaticano II. Quienes fueron bautizados antes del Concilio (en torno a 1965) recibieron el rito de la sal, que en la liturgia romana se había traducido en unos granos de sal en los labios. Alguno podría decir que por eso las generaciones de antes eran más “saladas” y la gente joven de hoy, al no haber recibido la sal en el bautismo, es un poco más “sosa”…