Fray José Antonio Hernández profesa de modo solemne los consejos evangélicos como agustino recoleto de manos del prior general de la Orden, Miguel Ángel Hernández, en Querétaro, México, el 12 de octubre.
El agustino recoleto José Antonio Hernández (Malinalco, Estado de México, México, 1990) hizo su profesión perpetua o solemne el pasado 12 de octubre en una ceremonia que tuvo lugar en el Auditorio del Colegio Fray Luis de León de los Agustinos Recoletos en Querétaro, México, a las doce y media de la mañana.
La Eucaristía estuvo presidida por el obispo agustino recoleto Francisco Javier Acero, auxiliar de Ciudad de México, y tanto la aceptación de la profesión y acogida en la comunidad, como la homilía, corrieron a cargo del prior general de los Agustinos Recoletos, Miguel Ángel Hernández, quien realiza la visita oficial de renovación a las comunidades de México.
Toda la celebración fue dispuesta como una gran acción de gracias desde su inicio: “Hoy damos gracias a Dios por todas las personas que han acompañado a fray José Antonio, porque lo bonito de la vida consagrada, de la vida en Jesús, es ser acompañado por Él y por otros para mejorar, ser más humanos, estar más enamorados del Señor y nunca acomodados”.
La ceremonia transcurrió con todos los ritos propios de la profesión perpetua: presentación del candidato, petición personal de ser admitido, oración especial por el neoprofeso, lectura pública de la fórmula de la profesión de los consejos evangélicos de modo perpetuo, acogida de la institución y abrazo fraterno.
José Antonio tuvo palabras de agradecimiento a partir de las lecturas de la celebración:
“Quiero dar gracias a Dios por su llamado, su amor, paciencia y fortaleza.
Cuando sentí la inquietud vocacional me encontré con el texto del llamado a Abraham y me dio empuje para decidirme. Del evangelio me gusta cuando Jesús pide: ‘Echen las redes’. Los discípulos no tienen tanta fe, pero las echan. A Juan le da el chispazo y reconoce al Señor, pero Pedro no se da cuenta hasta que se lanza al mar.
Ese ‘es el Señor’ me hace despertar cuando hago mi vida o me dejo llevar por la dejadez de los hábitos o las rutinas, cuando me olvido de Dios. Es necesario poner atención a los momentos en que se hace presente, como ahorita, y decir: ‘es el Señor el que está ahí, el que me acompaña, el que me sigue buscando’.
Agradezco mucho la presencia de todos. Crecer en familia ha sido importante en mi vida. Nunca he estado solo ni me he sentido abandonado. Siempre ha habido alguien a mi lado: mi comunidad, otros religiosos, amigos, religiosas, profesores del Colegio, personal de intendencia, postulantes…
Tantas personas que me he encontrado a lo largo de mi vida, que son mi familia porque así los considero. Tenerlos en cuenta es sentirme en vías del Señor, en camino, son mi encuentro con Cristo.
Es importante volvernos a enamorar. Animo a todos a que nos enamoremos. Yo vivo enamorado, me sigo enamorando y quiero que, en un futuro, con aquellos que comparta ese amor, sea una luz para ayudar, sea una luz para acompañar, una luz para comprender”.
Antes, durante la homilía, el prior general recordó a José Antonio que Dios no llama “por méritos propios, por cualidades. Elige por un designio misterioso de amor para realizar una misión que nos supera y para la cual no estamos preparados.
¿Por qué? Para que nadie piense que lo que realiza es obra suya. La vida consagrada solo vale la pena cuando es respuesta de amor a un amor que amó primero. Nos fijamos mucho en esa respuesta y decimos: ‘¡qué valiente!’. Pero quien responde dando su sí a Dios es porque antes ese amor de Dios lo alcanzó, lo sedujo, lo atrajo, lo conquistó.
No hay otros motivos, intereses ni razones: solo el amor de Dios que ha irrumpido en una vida, que se ha llevado por delante proyectos, sueños y expectativas, justifica entregar la vida y clamar como san Agustín cuando el amor de Dios ‘lo cercaba y atrapaba como un cazador a su presa’.
El camino de la vida religiosa puede ser incierto, desafiante, difícil y con obstáculos, dónde no los hay. Pero es una aventura apasionante si se recorre con fe. Es una llamada a convertirse en signo de esperanza y amor mostrando que la verdadera libertad se encuentra en esa entrega a Dios”.
El prior general también quiso hacer un apelo vocacional a los presentes:
“No tengan miedo de encontrarse con la mirada de Jesús, ese fuego que quema. Suelten amarras, lánzense, déjense llevar, levanten anclas, desafíen los vientos, enfrenten los temporales, dejen que el viento del Espíritu les conduzca a esa aventura maravillosa.
Dejen a un lado sus seguridades, su autosuficiencia, dejen de hacer cálculos, de querer tener el control de todo y abandónense en las manos de Dios para remar mar adentro, donde Cristo quiera llevarlos”.
Hasta 18 sacerdotes concelebraron en la ceremonia, en la que estaba presente la familia de fray José Antonio, miembros de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta, de las Juventudes Agustino-Recoletas (JAR), y personal y alumnos del centro educativo, en el que fray José Antonio lleva a cabo su año de integración pastoral y comunitaria.
Da la casualidad de que José Antonio es natural de Malinalco, lugar que tiene como uno de sus principales atractivos el antiguo convento agustino de la Transfiguración y la Iglesia del Divino Salvador, fundado en 1540. 484 años después un hijo de esa tierra abraza de nuevo la vocación agustiniana y recoleta.