Venerable Alfonso Gallegos (1931-1991), agustino recoleto.

La Iglesia está a punto de iniciar el Jubileo 2025 “Peregrinos de esperanza”. La Familia Agustino-Recoleta también ha escogido este lema para el curso pastoral 2024-2025. El agustino recoleto Alfonso Gallegos, camino a los altares, es un ejemplo de esperanza.

El agustino recoleto Alfonso Gallegos (1931-1991), obispo al servicio de los hispanos en California que hoy está camino a los altares, fue un profeta de esperanza durante su vida. Mañana, 6 de octubre, será el aniversario de su repentino fallecimiento en un accidente de tráfico hace 33 años.

Quienes lo conocieron de cerca suelen mostrar esta característica de irradiar esperanza a través de su alegría, optimismo y sonrisa:

“Siempre estaba lleno de alegría, esperanza y optimismo. Lo que más recuerdo era su sonrisa, era algo imperdible. Su actitud en medio de las presiones externas o cuando las cosas parecían no ir bien era de ‘Dios proveerá’. Él esperaba en el Señor viendo su bondad en la Creación. Todos los días eran hermosos para él, lloviera o tronara, decía: ‘¡Oh, qué día más hermoso!’”.

Su fe en el cuidado providencial de Dios para con sus criaturas era la fuente profunda de esta felicidad; vivía la esperanza sabiendo que Dios no dejaba nunca de lado a nadie:

“Para mí era excesivamente optimista, quizá por eso era un hombre de Dios, porque confiaba tan plenamente en Dios y en su presencia salvadora, que pensaba que todo saldría bien; e incluso si ocurría algo negativo, pensaba que Dios y nosotros nos acabaríamos beneficiando de ello de algún modo.

Para él, todo estaba previsto en la Providencia del Señor, llena de bondad. Esa presencia de Dios en todo era algo innato en él. Su modo de pensar, su optimismo, su sintonía con los demás, su apertura hacia todos, su alegría, e incluso su modo de enfrentarse a los problemas y al dolor se basaban en esta bondad de Dios hacia nosotros”.

Siendo párroco en la Parroquia de San Miguel en Watts, junto a Los Ángeles, tuvo que lidiar con la pobreza, la violencia e incluso la desesperación que afectaban a gran parte de la población. Entre ellos, Gallegos transbordaba optimismo y esperanza hasta tal punto que generó cambios en esa comunidad:

“Cuando llegó a San Miguel, la Parroquia presentaba muchos desafíos. Era un barrio peligroso y había una actividad criminal desenfrenada. Había desempleo y pobreza. Pero aún peor que la pobreza era la falta de esperanza en la gente. No había respeto por la vida humana; después de vivir allí un tiempo, si no eras una persona de fe, la vida empezaba a no significar mucho.

Después de la llegada de Gallegos, las cosas comenzaron a cambiar, contagiaba su optimismo y su espíritu, su forma diferente de ver la vida. Infundió esperanza en la comunidad. Si eras un borracho o un drogadicto, él trabajaba contigo. Te hacía sentir que eras importante y que eras necesario”.

En un contexto así, la esperanza es fundamental para los jóvenes. Dondequiera que iba el buen Alfonso, los amaba y los alentaba a mejorar, siendo él el primero en dar ejemplo:

“Trajo mucha esperanza a la generación más joven. Nos recordaba que Dios nos amaba, que debíamos orar más, que no debíamos rendirnos y que debíamos tener fe y esperanza”.

Una de las cuestiones que más impresionaba a muchos era precisamente cómo vivía la esperanza ante un hecho concreto del que sufría: su mala vista, un grave problema desde su infancia que le mantuvo siempre muy cerca de la ceguera:

“A pesar de su mala vista, Alfonso continuó en su ministerio con entusiasmo. Nunca se detuvo por ello ni era de los que sacaban a relucir el problema. Lo aceptó con gran serenidad. Puso su confianza en la Providencia, la guía de su vida. No se quejó cuando fue llamado a sufrir, viendo todo lo que le llegaba como proveniente de la mano del Señor. Su confianza estaba en la misericordia del Señor”.

Alfonso Gallegos fue un profeta de esperanza. En su presencia todos se sentían más felices, inspirados y se llenaban de esperanza:

“Era como un imán, te sentías atraído, te hacía sentir bien, inspirado, después de hablar con él te sentías listo para salir y cambiar el mundo. Era muy inspirador, con un gran espíritu de calma y alegría y te sentías muy feliz en su presencia, con una sensación de no querer alejarte de él”.