Santiago Sánchez, obispo de la Prelatura de Lábrea, Amazonas, Brasil.

El agustino recoleto Santiago Sánchez (Cortes, Navarra, España, 1957) es el obispo de la Prelatura de Lábrea (Amazonas, Brasil), que celebra este 2024 el primer centenario como circunscripción eclesial y en 2025 los 100 años de presencia de la Familia Recoleta.

¿Cómo se vive en Lábrea el centenario de la Prelatura?

Para nosotros es importante esta memoria histórica: un siglo de Prelatura y, en 2025, un siglo de presencia de los Agustinos Recoletos. Toda la Amazonia era una Diócesis que se fue fragmentando. Las Prelaturas se establecieron por criterios geográficos a partir de los ríos como factor de comunicación y fueron encargadas a órdenes religiosas.

Antes de ser Prelatura, en Lábrea unos pocos sacerdotes dejaron su vida en la primera evangelización. Al llegar los Recoletos, ni siquiera todos en la Orden parecían estar de acuerdo en aceptar la Prelatura y algunos sufrieron tanto con las condiciones de vida y las enfermedades que no quisieron quedarse. Pero en este siglo también ha habido épocas doradas de tarea misionera y avances importantes en materia social gracias al trabajo de los religiosos, en muchos casos, heroico.

Para celebrarlo, hemos querido mentalizar a nuestro Pueblo, que conozca su historia. La Virgen de Nazaret es punto de partida y de unión. Llegó a Lábrea como patrona porque, por entonces, era Belém do Pará la sede de la diócesis, y allí está el más famoso santuario de Nuestra Señora de Nazaret con su Cirio, una de las manifestaciones religiosas más importantes de todo Brasil.

El 1 de mayo abrimos en Lábrea el Centenario dando gran relieve a la bula de creación, que conservamos y tuvo un papel importante. Y ese mismo día comenzó la peregrinación de una réplica de Nuestra Señora de Nazaret por todas las parroquias, visitando las comunidades rurales en los trayectos. Hay materiales para celebrar una novena, la acogida y la despedida de la Virgen, la implantación de una cruz misionera, textos de divulgación de la historia, canciones propias…

En cien años han ocurrido muchas cosas, pero solo en febrero tuvimos la primera ordenación de un sacerdote oriundo y para la Prelatura. ¡Ojalá no tengamos que esperar otros cien años para la siguiente vocación al ministerio consagrado!

En mayo de 2025 la imagen regresará a Lábrea junto con representantes de todas las Parroquias. Ya estamos organizando la logística de acogida. La ceremonia de clausura del centenario de la Prelatura abrirá el de la llegada de los Agustinos Recoletos.

Ojalá el Centenario no sea traer viejos recuerdos de nuestras glorias, sino una toma de verdadera conciencia de las misiones vivas de la Orden. Los Capítulos general y provincial hasta determinaron que haya un mínimo de cuatro religiosos en las comunidades misioneras, que se promuevan las misiones…

Mi protesta es que no se ha cumplido. Lábrea no puede ser una especie de tarjeta postal publicitaria, de fotos impactantes y trabajos llamativos, sino un espacio preferente de evangelización que nos compromete como Familia Agustino-Recoleta.

Hoy la Prelatura tiene cinco parroquias y un área misionera. Los Agustinos Recoletos están en tres parroquias, Lábrea, Tapauá y Pauiní, y en Lábrea hay una comunidad de las Misioneras Agustinas Recoletas. En la nueva parroquia de Foz de Tapauá y Belo Monte reside y colabora el agustino recoleto Jesús Moraza, obispo emérito de la Prelatura, pero no hay comunidad recoleta.

Ojalá el Centenario encienda el fuego misionero, que no se quede en recordar otros tiempos y los hitos conseguidos en el pasado. Se nos pide un compromiso, una conciencia, no rebajar la tensión misionera, continuar y mejorar lo que nuestros religiosos, con mucho esfuerzo y sacrificio, han hecho durante un siglo.

Sería una pena que tengamos que buscar fuera trabajadores para una mies que nos fue confiada y no porque haya una escasez de vocaciones, algo comprensible, sino porque haya una escasez de espíritu misionero, algo más difícil de asimilar y entender.

¿Ha habido simbiosis entre el Amazonas y la Familia recoleta?

Se ha dado una influencia doble: la Prelatura nos ha confiado una forma concreta de ser misioneros y nosotros hemos dejado nuestra espiritualidad y nuestra visión carismática del mundo y de la Iglesia. Esta doble influencia todavía se mantiene.

Los religiosos recoletos, las misioneras agustinas recoletas, las Fraternidades seglares incluso, forman ya parte del paisaje amazónico; nuestros santos presiden dos de las Parroquias (San Agustín de Pauiní y Santa Rita de Tapauá) y no pocas capillas de comunidades de base urbanas y rurales…

Nuestra característica vida de comunidad atrae a nuestra gente, bastante solidaria y que vive de la espiritualidad de las comunidades cristianas de base… Nuestro pueblo es muy celebrativo, les gustan mucho los ritos, las tradiciones, nuestros santos han ganado a muchos devotos.

La Recolección y los pueblos del Purús hemos convivido durante un siglo, y hemos aprendido unos de otros en aspectos culturales, evangélicos, misioneros, de trabajo conjunto no solo en la vida espiritual y en la construcción eclesial, también en aspectos como la salud, la educación, la atención a menores y enfermos, a los excluidos…

¿Qué sueño tienes para la Prelatura en esta celebración de su primer siglo?

Mi sueño, mi deseo, sería contar con una mayor presencia de misioneros, si es posible de la Familia Agustino-Recoleta. Esta presencia se nos pide continuamente: nuestra gente quiere estar acompañada, compartir su vida con nosotros, ir juntos hacia el evangelio de Jesús.

Un “simplemente estar” lo cambia todo. Una anécdota: en Belo Monte hace unos 30 años prácticamente todos eran evangélicos. El sacerdote Henrique Giera, hoy incardinado en la Prelatura aunque llegó a ella como agustino recoleto, se estableció por entonces allí. Cuando tuvo que asumir otras tareas, una comunidad de Josefinas continuó esa atención pastoral con presencia permanente.

Belo Monte es hoy una de las dos sedes de la Parroquia de San Sebastián y San Francisco, la quinta formada en la Prelatura, con comunidades de base en el norte de Canutama y del sur de Tapauá. La presencia constante hizo que sea hoy una comunidad católica viva, creciente, comprometida.

Al ordenar al primer presbítero de la Prelatura le di un único consejo: “Estate con el pueblo”. La frase no es mía. En uno de los encuentros en Roma con el Papa Francisco, al indicarle que yo era obispo en el Amazonas brasileño me respondió así: “Estate con el pueblo”. Se me quedó grabado y ese es mi sueño: que estemos ahí, con la gente, para acompañarlos, servirlos, evangelizar y ser evangelizados.

Se podría pensar que el “simple estar” no sirve de mucho, así no se consigue nada. Mi experiencia es que te convierte en un referente, es una forma directa de evangelizar a través del ejemplo y de esa presencia. ¿Quién más quiere quedarse con ellos? Ellos lo valoran porque nadie más hace eso por ellos, su mundo es de excluidos y olvidados.

Creo que en este sería mi sueño, y dentro de él pueden ir todos los demás, porque es un ideal desde el que partir para cualquier otra meta.

¿A cinco años vista, qué ha dejado en Lábrea el Sínodo para la Amazonia?

La repercusión del proceso sinodal ha sido desigual. En la Iglesia brasileña el amplio grupo de obispos de la Amazonia, junto con varios otros, están muy comprometidos; pero también los hay indiferentes e incluso los que se posicionan de forma crítica.

Por ejemplo, en la comisión para misiones de la Conferencia Episcopal (CNBB) aparecen movimientos de apoyo a misiones como Mozambique, al tiempo que sigue la escasez de ministros y recursos en las Iglesias locales de la Amazonia.

Un caso curioso: dos diáconos de otra Diócesis vinieron a Lábrea para una experiencia misionera y finalizar su preparación al sacerdocio; pues no quisieron dedicar un tiempo de formación específica al Sínodo por no encontrarlo interesante o necesario para su posterior ministerio.

En la misma Amazonia no pocos habitantes de la región, por ejemplo, no condenan los incendios y la deforestación; creen que van a traer una mejor economía con pastos para el ganado, más tierras de cultivo, oportunidades en minería … Y no apoyan las reivindicaciones del Papa sobre la Casa común y su defensa.

Un día mi familia me llamó desde España, preocupados porque habían visto en los informativos los incendios en Lábrea. ¡A miles de kilómetros estaban más alertados que aquí! Muchos días la ciudad está llena de humo, huele a quemado y se disparan las muertes de pacientes respiratorios.

El Sínodo nos trajo mesas redondas, diálogo y sensibilización para ser más conscientes. Nuestros agentes pastorales están menos atados al cortoplacismo y saben que destruir la selva genera más pobreza y elimina la forma de vida de los pueblos amazónicos.

Pero muchos se preocupan solo por lo que tienen delante y no piensan en los problemas de otros, solo miran sus intereses. En otros casos, cuando hay dinero en mano aparece la corrupción y deciden vender sus tierras, o dejar pasar a los barcos de pesca de arrastre, o facilitan el comercio de madera, caza o pesca de especies prohibidas por ley.

Creo que muchos han logrado interiorizar los cuatro sueños del Papa para la Amazonia (social, cultura, ecológico, eclesial). Algunas discusiones sobre el rito amazónico, la ordenación de “viri probati” o el diaconado femenino se han llevado la atención mediática por encima de otros aspectos que nos interesan más, como el refuerzo de la evangelización, la iniciación y la formación para un cristianismo adulto y consciente, o el estudio profundo de la cultura, valores y lenguaje de nuestros pueblos a través de la llamada Conferencia Eclesial Amazónica.

También es importante eliminar los romanticismos y las idealizaciones del mundo indígena, que ha de disfrutar del progreso en salud, educación, bienestar o integración y resolver conflictos con el mundo no indígena y entre las propias etnias y pueblos…

Después de ocho años como obispo, ¿qué mejoras has notado en la pastoral?

Desde que llegué el objetivo pastoral ha sido hacer efectiva la iniciación a la vida cristiana, una catequesis y evangelización progresiva y continua, algo decidido en la Asamblea previa a mi llegada: evangelizar frente al mero sacramentalismo.

Muchos sienten la tendencia de mantener “lo de siempre”… El cambio es radical, ahora ya no “te toca celebrar el sacramento por edad”, sino “lo recibirás cuando estés preparado”…

Muchos a causa de la mayor exigencia incluso se han ido a iglesias evangélicas. Hemos progresado en los fundamentos, pero numéricamente, de hecho, no hemos aumentado el número de nuestros fieles.