Lecturas: 1 Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios; Salmo 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor; Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor Como Cristo; Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.
Fernando Martín Esteban, agustino recoleto
El Evangelio de hoy es el tercer capítulo de la trilogía sobre el pan de vida. Un capítulo que comienza con la crítica y la oposición frontal de los judíos a Jesús. ¡Cómo se atreve a ocupar el lugar de Dios y decir que Él viene del cielo! Evidentemente, les pasa lo mismo que a Nicodemo, que no entiende que se puede nacer de nuevo, que además del origen humano también puede haber un origen divino. Para ellos Dios es Dios, y las personas, personas. No entraba en su mentalidad que Dios actúe y muestre su amor desde lo humano.
Jesús no entra en las críticas, sino que apunta al fundamento último de la religiosidad: la fe. Jesús les recuerda que el hecho de creer en un Dios todopoderoso implica que Dios todo lo puede y, si Dios todo lo puede, también puede manifestarse a través de las personas y manifestarse a través de su persona. Jesús recuerda que la creencia en Dios va más allá del cumplimiento de unas normas. La verdadera fe consiste en la adhesión a Él, porque Dios, que es todopoderoso, ha decidido manifestarse a través de Él, porque Él es Dios.
Aprovechando la polémica, está universalizando la fe. La verdadera religiosidad no pasa por el cumplimiento de la ley judía, sino por la comprensión y adhesión a Jesucristo como la verdadera manifestación del mensaje y del amor de Dios. Esto descoloca más, si cabe, a los judíos, porque ellos están esperando la restauración del pueblo de Israel y Jesús está hablando de la humanidad entera. Cambia el acceso a Dios. La puerta ya no es la ley sino Cristo. Las personas que pueden acceder no son sólo y primero los judíos, sino cualquier persona que acepte a Jesús como el único y verdadero hijo de Dios.
Y Jesús aún da un paso más. No sólo se presenta como la verdadera puerta de acceso al Padre, sino que le explica el gran beneficio de la adhesión a su persona: una nueva calidad de vida, la posibilidad de abrirse a la plenitud de vida. No sólo van a tener vida humana, sino que también van a tener vida divina. Una vida sin fin y plena. “El que cree en mí posee vida definitiva”.
Otra bofetada elegante y directa a las creencias judías. Si antes les rompe sus esquemas mostrando la ley judía como limitada, ahora les muestra la limitación del maná. Para el judío el maná era el alimento de Dios para esta vida; ahora Jesús dice que la adhesión a Él es un alimento para la vida presente y la futura. El maná, por muy prodigioso que ellos lo considerasen, es alimento temporal, jamás comunica la vida divina ni la vida eterna, la vida verdadera.
Y como no hay dos sin tres, Jesús se desmarca totalmente de sus tradiciones cuando dice “vuestros padres”. No dice “nuestros padres”. Jesús se independiza de sus orígenes. Reclama su único origen en Dios. Jesús habla únicamente de “mi Padre” y claramente se refiere a Dios. Cambia los orígenes. Ellos lo encuadran en el pueblo de Israel, Jesús lo coloca en Dios. Cambia los beneficiarios. Ellos lo circunscriben a los pertenecientes al pueblo judío, Jesús lo amplía a toda la humanidad creyente en Dios a través de su persona. Y también cambia las consecuencias. Jesús afirma que “sus padres” murieron, es decir, su éxodo no fue exitoso porque al final murieron; en cambio el plan de Jesús tiene el éxito garantizado porque el que asimile la vida divina tendrá vida eterna más allá de la muerte. Su tierra prometida no es un lugar físico, como pensaban los judíos, sino el paraíso, estar con Dios eternamente.
El golpe definitivo y categórico lo da Jesús cuando rehace la frase de los judíos y se la aplica a Él. Los judíos dicen al principio de la conversación “el pan que bajaba del cielo”, indicando que el pueblo lo recibía continuamente. Jesús repite la frase pero con un matiz fundamental “el pan que bajó del cielo” refiriéndose al momento inicial y concreto de su encarnación.
Y termina con otra vuelta de tuerca más. No sólo habla de su “carne” como el lugar donde Dios se hace presente y muestra su amor por la humanidad, sino que se va a convertir en don. Don del amor del Padre al mundo. Dios se vincula a las personas a través de la adhesión a Jesús y a través de la entrega de Jesús. Es una muestra total de su acercamiento. A través de alguien de carne y hueso como Jesús podemos adherirnos a Él. A través de Jesús sella su compromiso total por darnos vida eterna a través de la entrega de su vida para la salvación del mundo entero.
Los judíos sitúan a Dios lejos, a una distancia inalcanzable. Jesús acerca a Dios de una manera desproporcionada y a límites insospechados para los judíos como es el interior de las personas. Dar vida divina por la adhesión. Dar vida eterna por su entrega. Dios ya no está sólo en el más allá, está en una persona concreta llamada Jesús. Esa carne que a los judíos tanto les escandalizaba ahora es fuente de vida. La humanidad se llena de vida por la adhesión a Jesús, porque Él es el pan de vida. El que cree en Él tendrá vida eterna.