Un pañuelo de llevar al cuello no parece gran cosa. Sería un complemento de vestuario o un aditamento festivo. Quizá por eso los scouts prefieren hablar de pañoleta, el pañuelo con el que proclaman la propia identidad. El mismo pañuelo que le imponían solemnemente a Blas Irañeta el pasado 19 de julio.

El marco geográfico era la orilla del río Aragón, en Marcilla (Navarra). Y el cronológico, por sus 50 años de ordenación sacerdotal que, junto con su compañero Paco Legarra, había celebrado en la iglesia conventual el domingo anterior, 14 de julio.

El grupo scout Gundemaro de Marcilla había tomado parte activa en aquella celebración litúrgica, pero tenía preparado además un acto propio de homenaje a quien había sido su fundador, hace 40 años. Y todo el simbolismo y el cariño del acto lo concentró en la pañoleta que se le impuso a Blas.

Miraba, por un lado, hacia el pasado diciéndole “Gracias”: por haber fundado el grupo y haberlo sacado adelante en un peregrinar de cuatro décadas. Y expresaba, por otro lado, presente y futuro con una afirmación que implica un compromiso: “Aquí seguimos 40 años después”. Afirmación que no era ningún alarde huero, como ponían de manifiesto los seis muchachos que, en ese mismo acto, recibían su primera pañoleta, tras pronunciar la promesa scout.

Cuarenta años son muchos. Lo son en la vida de una persona; son la distancia que media entre la juventud y la vejez. Y aún lo son más en la vida de la sociedad, que ve desfilar personas, generaciones, mentalidades, razas, modas… En ese constante fluir que es el mundo en que vivimos, el grupo de Blas proporciona a niños y jóvenes una mochila de valores cívicos y religiosos sin los cuales –muy posiblemente– desfallecerían en la marcha.

Marcilla es un pueblo que no llega a los 3000 habitantes; un pueblo como tantos del Sur de Navarra. Pero tiene una singularidad, que es un grupo scout, inexistente en los demás pueblos de entorno. De él han formado parte casi todos los niños y jóvenes de estos últimos decenios. En la actualidad lo forman 110 muchachos de entre 10 y 17 años, dirigidos por 16 monitores.

Y el pueblo es consciente –y está orgulloso– de esta riqueza. Oficialmente lo reconoció cuando, con motivo del 25 aniversario de la fundación del grupo, la corporación municipal le impuso el “pañuelico” de honor, destacando su labor meritoria. Y lo reconoce este año, al nominar a los scouts como candidatos para lanzar el cohete de inauguración de las fiestas de San Bartolomé y San Agustín.

Lo dicho: “Gracias, Blas”.