Primera piedra de la iglesia conventual de Tepeyahualco. Agustinas Recoletas. México 2024.

Previo acuerdo con el arzobispo, el 31 de julio las monjas agustinas recoletas de Santiago Tepeyahualco (Zempoala, Hidalgo, México) bendicen la primera piedra de la capilla de su monasterio de Cristo Rey y Santa Clara de la Cruz de Montefalco, lugar de especial valor para una comunidad contemplativa.

El 31 de julio, a las 12:00 horas, se inició la celebración del rito de bendición y la santa misa de acción de gracias. Presidió monseñor Domingo Díaz Martínez, administrador apostólico de la Arquidiócesis de Tulancingo, Hidalgo; concelebraron dos agustinos recoletos, Gerardo Ruiz y Alfredo Leiton; sacerdotes de la Arquidiócesis de Tulancingo y Huejutla, sacerdotes religiosos servidores de la Palabra y religiosos coreanos residentes en esta Arquidiócesis. Veinte en total.

Julio Uribe Barroso donó la piedra, por lo que se le concedió el título de padrino, que el homenajeado consideró como un gran honor inmerecido.

La bendición se realizó dentro de la novena de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la Arquidiócesis de Tulancingo.

Asistieron a esta celebración agustinas recoletas de los monasterios de Macuxtepetla, Tlaxcala y Tecamachalco, gente del pueblo de Tepeyahualco, bienhechores de la comunidad y algunos familiares.

Se leyó el Acta de la bendición, que luego fue firmada por algunos concelebrantes, por Gerardo Ruiz, asistente religioso de las monjas agustinas recoletas de la Federación de México, por Rosa María Mora Correa, presidenta federal, y por algunas prioras.

La celebración eucarística, dentro de su sencillez, adquirió especial solemnidad por la participación de los asistentes y la música dirigida por el joven Alfredo Agustín Curiel Hernández, al que acompañaron la maestra Ana Islas Romero y Luis Martín Olvera Islas.

La homilía del señor Domingo Díaz Martínez giró alrededor de tres puntos: la fe, la esperanza y la caridad, e invitó a vivirlas para que echaran raíces profundas y dieran frutos, como los árboles bien enraizados. El predicador animó a las hermanas a mantener una mentalidad triunfadora, sin titubeos.

Después de la celebración todos participaron de un refrigerio, en el que los alimentos fueron donación de diferentes personas generosas, medio del que se sirvió la Divina Providencia en esta ocasión para poder celebrar una apetitosa comida. El tiempo de la comida estuvo amenizado por el cantante Francisco Garnica Pérez que, de forma gratuita, puso su arte a disposición de la comunidad recoleta.