Lecturas: Éxodo 16,2-4.12-15: Haré llover pan del cielo para vosotros; Salmo 77: El Señor les dio pan del cielo; Efesios 4,17.20-24: Revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios; Juan 6,24-35: El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed.
Fernando Martín Esteban, agustino recoleto
El Evangelio de este domingo es continuación del Evangelio del domingo anterior. Está englobado en los discursos de Jesús donde se presenta como el verdadero pan de vida. Si el domingo pasado la invitación principal era buscar y encontrarse con Jesús en la Eucaristía, este domingo la invitación de Jesús es a trabajar por el pan que dura, por darle nuestra adhesión de vida.
Es muy interesante la evolución del diálogo entre la gente y Jesús. El texto comienza con una referencia a que la gente va en busca de Jesús, porque saben que puede sanar su indigencia, y lo hace siguiendo la misma ruta de sus discípulos. Sobra decir que el camino recorrido por los discípulos, en concreto el espiritual, es el que nos llevará al encuentro con Jesús. Los discípulos recorrieron primero el camino que vamos a describir.
Una vez que lo encuentran, muestran sus deseos de aprender de Él y le reconocen como su liberador, pero Jesús les confronta: “No me buscáis por haber visto señales, sino por haber comido hasta saciaros”. Le buscan por haber saciado su hambre y porque quieren asegurarse el sustento, como ocurrió en el evangelio de la multiplicación de los panes del domingo pasado. Al fijarse solo en la parte material pierden la oportunidad de entender el verdadero significado y descubrir el amor de Dios que da plenitud y colma todo corazón humano.
Es aquí cuando Jesús les da el gran aviso del Evangelio de hoy: “Trabajad no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva”. Claramente se refiere al “pan de vida” que contiene el amor de Dios. Un amor que da plenitud, sentido, construye y realiza a la persona que lo experimenta. El pan de vida de Jesucristo expresa y contiene el amor de Dios. No hay amor si no hay don. El pan de vida es don que contiene el amor de Dios. El trabajo de las personas es descubrir y entender el amor que encierra el don de hacerse pan.
Es verdad que los signos que la gente reclama y pide, como son los milagros, muestran mejor el amor de Dios porque se ve el beneficio, pero ya Jesús pide empezar a abrir los ojos para que, al final de sus días, puedan entender el gran gesto de amor que será entregar su vida.
La gente no entiende bien este discurso espiritual y se queda con la expresión “trabajad”. Por eso le preguntan a Jesús: “¿Qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Desde su mentalidad les parece lógico el planteamiento de Jesús: para recibir algo, en este caso el pan de vida, habrá que ganárselo, por eso hablan de hacer obras a cambio.
Jesús les corrige y pone en otra dimensión. Ellos no conocen el amor gratuito, creen que Dios pone precio a sus dones. Jesús les quiere hacer ver que Dios no va a imponer nuevos preceptos u observancias, sino que les quiere abrir a la voluntad y deseo de amar, a que den su adhesión incondicional a Jesús, a su persona.
Esta petición de Jesús descoloca a la gente, porque hasta entonces ningún profeta había afirmado que Dios se manifestaba a través de él. La gente le pide que explique o justifique su afirmación: “Y ¿qué señal realizas tú para que te creamos? ¿Qué obras realizas?”
La respuesta de Jesús es tajante. Sólo es Dios quien da el pan del cielo, Moisés fue un intermediario. El maná no es cosa del pasado sino del presente. Dios sigue dando el pan del cielo, pero ahora se lo da a toda la humanidad a través de Jesús, no solo al pueblo de Israel. Dios sigue comunicando su vida a través de Jesucristo. Es el pan del cielo, que es muy superior al pan material que ellos esperan y en su momento recibieron. El pan del cielo, por el que hay que trabajar, es el pan que llena tu vida de la vida de Dios, es el pan que te muestra y te hace sentir el amor de Dios.
Con esta respuesta el entendimiento de la gente empieza a abrirse y darse cuenta de que están hablando de panes y hambres diferentes, por eso le dicen a Jesús: “Señor, danos siempre de ese pan”. Aún les falta. Toman una actitud pasiva, de recibir, no acaban de darle su adhesión. Jesús les vuelve a recordar su trabajo, su objetivo primero: la adhesión a su persona, amar y dejarse amar por Jesús. Aceptar y reconocer que Jesús es la expresión única del amor de Dios hacia las personas. El encuentro con Dios a través del encuentro con la persona de Jesús. Los signos que ellos reclaman son manifestación inequívoca del amor de Dios, pero tienen que trabajar por experimentarlo en la persona de Jesús, el verdadero pan bajado del cielo.
Salvando las distancias, y para terminar, hay un ejemplo muy plástico, que nos puede ayudar a entender el Evangelio de hoy: los pelícanos. De hecho, en muchas de las formas grandes que usan los sacerdotes para consagrar aparece este animal. Es un animal que es capaz de picarse y arrancarse trozos de su cuerpo para alimentar a sus crías. Frente a las serpientes que en caso de necesidad no tienen problema en comerse a sus crías, el pelícano es ejemplo de alguien que se hace don por amor.
Dios se hizo don, se hizo pan de vida, en Jesús. Jesús es el amor de Dios hecho don.