Lecturas: Ezequiel 2,2-5: Son un pueblo rebelde y reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos; Salmo 122: Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia; 2 Corintios 12,7b-10: Me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo; Marcos 6,1-6:No desprecian a un profeta más que en su tierra.
Tomás Ortega González, agustino recoleto
Desprecio, escándalo, falta de fe…
Estas son las actitudes que provoca Jesús entre los vecinos de la villa de Nazaret en esta visita que Jesús realiza a su tierra natal. Allí, los suyos no parecen tener una buena disposición o apertura hacia la nueva faceta del carpintero, hijo de José y María. A sus paisanos les sigue sorprendiendo que su mejor obrero (teknon) se haya convertido en un predicador itinerante, en un curandero: ¿de dónde le viene a este esa sabiduría?, ¿de dónde saca ese poder de hacer esas curaciones? En esta ocasión Jesús no va solo, le acompañan sus discípulos y, también la fama que ha ido haciéndose sobre todo por los signos que ha realizado y la forma en que su predicación va siendo reconocida por la gente sencilla.
Hemos leído hace unos domingos cómo los familiares de Jesús han ido a buscarlo, porque dicen que está fuera de sí… (Mc 3,21). En esta ocasión será recibido en Nazaret con escepticismo y con sospecha: ¿no es este el carpintero? ¿de dónde salen esos milagros que hace? ¿de dónde saca este esa sabiduría? ¿no viven entre nosotros sus familiares? Para ellos, Jesús ha roto y ha abandonado este mundo tradicional, se ha alejado de la verdad, para vivir entre los pecadores y los paganos; está fuera de sí.
Ellos saben quién es Jesús
En términos actuales diríamos que Jesús está sobrexpuesto: su fama se extiende por toda la región e incluso más allá: sus discursos, sus discusiones con los fariseos, sus milagros (acaba de resucitar a la hija de Jairo)… Todos han oído algo de él, todos saben cosas de él; pero en su tierra lo conocen de otra forma y les cuesta entender que el hijo de María, el carpintero… sea ahora un rabino, un predicador, un obrador de milagros… Los vecinos de Jesús creen saber todo sobre él… y eso les hace poner en duda todo lo que dice y hace.
Pero no solo hay que hablar de la dimensión religiosa, sino también de las estructuras mentales y sociales: Jesús se extraña de la falta de fe, de parte de los conocidos, de los vecinos y los parientes… Las estructuras humanas cierran la posibilidad de que la fe transforme las personas. Un carpintero no parece ser alguien capaz de ser un maestro, un predicador; el hijo de una vecina no es capaz de hacer milagros… En el fondo es la incapacidad de ver la mano de Dios dentro de la historia: son un pueblo de dura cerviz dice el texto profético (cf. Ez 2, 5). Jesús, el gran profeta, tiene que romper la barrera de los prejuicios y la dureza de quien cree que lo sabe y lo conoce todo… A semejanza de lo que les diría Juan el Bautista a las autoridades: Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor y no presuman diciéndose a sí mismos: “Nosotros somos descendientes de Abraham” (Mt 3,9). La necesidad de recibir el Evangelio no es solo para los hebreos pecadores, sino para todos, incluso para aquellos que se creen que ya lo saben todo.
A ellos te envío
No es que Jesús no quiera hacer signos en su tierra, es que no se lo permiten por su falta de fe. Jesús es despreciado por los suyos, pero aun así continúa con ellos su labor evangelizadora. Jesús recupera la idea evangélica del profeta despreciado en su tierra: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa» (v. 4). Jesús no ve esto como algo personal contra él, pues en el fondo la misión no es suya, sino de Dios, y él la asume con humildad. El evangelio termina diciéndonos que él seguía anunciando el evangelio por otras comunidades (v.6).
A ellos te envío, le dice el Señor al profeta Ezequiel. Esas mismas palabras se refieren a Jesús y, en cierto modo, también inspiran el discurso paulino de este domingo: Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte (2Cor 12,9-10). Cristo es el modelo del apóstol y quien lo fortalece en sus dificultades, ya que el mismo Señor pasó por las humillaciones y los desprecios durante su misión evangelizadora.
Hoy delante de nosotros se ponen las actitudes de los nazarenos ante Jesús: a veces juzgamos a los demás según nuestras propias categorías y nos cerramos ante las cosas que nos pueden ofrecer. A nivel espiritual, cerramos la puerta a Dios pensando que ya no nos puede ofrecer ni dar nada… En un mundo donde la información nos sobrepasa y nos predispone hacia lo otro, es bueno hacer silencio y abrirnos al menaje salvador de Dios. Por otro lado, se nos presenta la imagen de Jesús, que supera las actitudes negativas de aquellos que dicen conocerlo, y no por ello deja de cumplir su misión, busca a aquellos que lo necesitan y abren su corazón a su mensaje… Él quiere que hoy nosotros seamos humildes, lo escuchemos y dejemos que entre a nuestra vida.