Pedro Tung y Nicolás She

Después de más de treinta años de incomunicación entre los agustinos recoletos chinos residentes en la China continental y los residentes en otros países, en 1980 se produce el deseado reencuentro en Kweiteh/Shangqiu.

El largo tiempo de la prueba

En marzo de 1948 el prior provincial realizó la visita canónica. Debido al gran peligro de los comunistas y a la dificultad de las comunicaciones, viendo que no es prudente ir él a la misión, mandó que fueran algunos religiosos a Shanghái en representación. Acudieron los padres Mariano Gazpio, Francisco Lizarraga y Luis Arribas. Gran preocupación del provincial era la suerte que pudieran correr los seminaristas, de ahí́ que consultase sobre la resolución a tomar en aquellas circunstancias, a fin de que pudieran continuar los estudios eclesiásticos con tranquilidad. Se resolvió́ trasladar a los seminaristas que ya eran profesos al colegio misional de los dominicos de Hong Kong y a los diocesanos mantenerse en el seminario mayor de Kaifeng.

El 7 de julio de 1951 el padre Luis Aguirre abandonó la misión, habiéndose visto forzado por las circunstancias a pedir su salida; llegaría a Hong Kong el 14 del mismo mes.

El 3 de enero de 1950, el padre Julián Sáenz se trasladará a Shanghái, donde el 6 de agosto de 1954 morirá́ de un infarto de miocardio; el 23 de enero de 1952, los padres Pedro Colomo y Mariano Gazpio tuvieron que abandonar la misión; el padre Luis Arribas, que el 30 de junio de 1951 había pedido su salida de China, no obtuvo el permiso hasta abril del 1952, llegando a Manila a primeros de junio. Por último, el 30 de agosto de 1952, monseñor Arturo Quintanilla y el padre Lorenzo Peña fueron expulsados de China, tomando posesión como vicario episcopal el padre José́ Shan.

El 2 mayo de 1948 había llegado a Shanghái el padre Francisco Sanz, para ser procurador de la misión. Será el apoyo en los últimos años de los agustinos recoletos chinos que quedaban en el continente. Él mismo relatará los últimos contactos con ellos, sus dificultades y penalidades. Podrá apoyarles con lo que dispone en la procuración y asegurarles la oración y la solidaridad de quienes habían sido sus padres en la fe, forzados a abandonar la misión. Allí permanecerá hasta su expulsión en 1955, siendo el último recoleto extranjero en salir de China. Ese mismo año había recibido la visita de alguno de los agustinos recoletos chinos que le contaban los efectos para ellos de la decisión del gobierno de China de eliminar a los contrarrevolucionarios. Varios de ellos serán apresados ese año.

A partir de la salida de Francisco Sanz todo es silencio e incomunicación. Toda la Orden, pero especialmente la Provincia de San Nicolás de Tolentino, asume el compromiso de recordar y orar por los hermanos que han quedado aislados en el continente. El prior provincial invita a todas las comunidades a que en el rezo cotidiano del Rosario se añada siempre un recuerdo y una oración por ellos.

Durante casi 30 años esa será la situación: de total incertidumbre, preguntándose continuamente los religiosos chinos que permanecen en China por sus hermanos agustinos recoletos y estos deseando saber la situación y el destino de aquellos.

Cada vez que los agustinos recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino se reúnen en Capítulo envían en sus mensajes finales un recuerdo y una oración por los que permanecen tras el muro de bambú. El primer capítulo provincial celebrado del 28 de abril al 3 de mayo de 1955, cuando todavía se está a punto de cerrar la comunicación, se abre precisamente en su primer párrafo con ese recuerdo:

El presente Capítulo hace constar el agradecimiento de la Provincia a nuestro Señor por haberla colmado de tantas bendiciones durante el pasado trienio, y expresa su condolencia por los sufrimientos que, en medio de los peligros de la dominación comunista, padecen nuestros Misioneros de China, por los cuales eleva especiales plegarias.

Ese mismo párrafo se repetirá tres años después y casi como un estribillo en los siguientes mensajes capitulares. En las actas del año 1973 se describe también la situación con claridad y reconoce el profundo sentimiento causado en el aula capitular:

por el recuerdo doloroso de nuestros hermanos de la China Continental, reducidos a la más absoluta incomunicación con la Provincia.

Al mismo tiempo aboga por aprovechar cualquier circunstancia que logre la comunicación con los hermanos:

desea se aprovechen los cauces que se puedan abrir para saber de ellos con ocasión del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y China.

Esto mismo repetirá el capítulo siguiente de 1976. La frase del este capítulo, que se repetirá en el de 1979, nos parece ahora premonitoria:

Acompaña con un recuerdo especial a nuestros hermanos de la China Continental, confiando en que durante este trienio podamos establecer contacto con ellos.

El comunicado del capítulo celebrado en Marcilla los días 12 al 22 de julio de 1982 dan un vuelco sorprendente:

Manifiesta su alegría por haber tenido noticias y reanudado la comunicación con nuestros hermanos de la China Continental, que siempre están presentes en nuestras oraciones. Confía en la intercesión de quienes han pasado a la casa del Padre por el valiente testimonio de su fe y de su amor al Señor. Espera se puedan intensificar las relaciones con estos hermanos nuestros.

El reencuentro

¿Qué ha sucedido en ese trienio? ¿Cómo se ha convertido la preocupación, la angustia y el dolor en alegría?

Al capítulo provincial del año 1979 habían acudido como delegados dos religiosos chinos: Pedro Tung y Pedro Ge. Precisamente, a raíz del deseo expresado por el capítulo provincial, Pedro Tung envía varias cartas a China Continental, entre ellas una dirigida a Nicolás Shi.

Sorprendentemente la respuesta llega apenas han pasado unos meses. El mismo Nicolás Shi envía dos cartas de respuesta. Mientras tanto Pedro Tung, que ha enviado las cartas desde la parroquia Santa Rita de Madrid antes de regresar a su residencia en Formosa (Taiwan) ya ha partido a su destino cuando le llega la respuesta. La carta llega por tanto a la curia provincial. El prior provincial llama por teléfono a Kaohsiung (Taiwan) para comunicarle a Pedro Tung la noticia. Este le pide que abra la carta. Así lo hace el prior provincial y le comunica que está escrita en chino. Añade que habrá que buscar un traductor para comunicarle el contenido. El prior provincial Joaquín Úriz, acude en primer lugar a Mariano Gazpio, que había sido muy buen conocedor del idioma chino durante sus años de misionero en Shangqiu. Podemos imaginar la emoción del traductor al leer la carta de uno de los agustinos recoletos a quien había acompañado en su formación y en sus primeros pasos como sacerdote. Sin embargo, han pasado ya treinta años; el misionero no ha practicado el idioma y sólo puede captar algunos datos esenciales:

Hace más de treinta años nos despedimos en la misión de Kweitehfu y ahora hace dos meses, he leído tu carta y estoy más contento y alegre que los pájaros.

¿A quien acudir entonces? En el mismo convento en el que vive Mariano Gazpio reside también uno de los chinos que salieron del continente, que profesaron como agustinos recoletos y se ordenaron sacerdotes, como Pedro Tung. Se trata de Mauricio Ying Tsi. Periódicamente acude a Madrid por razones de salud. En la primera visita que realiza el prior provincial le pide que traduzca la carta:

Desde la despedida en Hsang-chou hasta hoy han pasado más de treinta años. Todo parece un sueño. El dolor y la pena que anidan siempre en el corazón se prolongaban según iba pasando el tiempo. Ojalá hubiese peces que nadan en las aguas para llevar noticias mías y cigüeñas que hubieran enviado las cartas que os quería escribir. Cuando estaba más desesperado por no haber tales peces ni cigüeñas, de repente llegó tu carta a través de los mares y los océanos. Estaba loco de alegría al recibir la tuya.

Continúa transmitiendo el contenido de la carta Mauricio Ying y poco a poco se ve embargado por la emoción. El mismo prior provincial se emociona y admira al ver que, al leer y traducir la noticia de que varios de los frailes que se quedaron en China, compañeros suyos en los años de seminario, han fallecido, las lágrimas surcan el rostro del traductor.

Una vez localizado Nicolás She, que en la misma carta envía su dirección de correo, el superior de la Vicaría de Filipinas, Jesús Sobejano, escribe también a Nicolás. Sin embargo, por algún error en la dirección es devuelta la carta. Sobejano entonces visita a los religiosos que tienen su ministerio en Formosa y le entregan dos cartas, una de Melecio Ho y otra de Pedro Tung, para ponerlas en el correo en Filipinas. Una vez en Manila el vicario las envía a China juntamente con otra suya. Hay que tener en cuenta que Nicolás ha sido profesor de inglés en estos años y no tendría dificultad para entenderla. Sin embargo, no llega a saber quién es el agustino recoleto que le escribe. Será en la segunda carta, cuando Jesús Sobejano le envíe la lista de los religiosos de la Provincia y el mensaje del prior general, se dé cuenta de que se trata del superior de la Vicaría de Filipinas y China. Vale la pena transcribir los primeros párrafos:

Recibí su segunda carta fechada el 10 de marzo, con la información, lista oficial y el mensaje del P. General, y leyendo y releyendo todo ello se me llenaban los ojos de lágrimas. Cuanto más lo leía, más disfrutaba leyendo, y tanto más se llenaba mi corazón de afectos y regocijo. Realmente habéis sido muy amables.

Unos veinte días han pasado desde que recibí lo arriba mencionado. Perdonadme, por favor, el no haber contestado a tiempo, pero me ha costado más de veinte días el hacer averiguaciones sobre algunos de mis hermanos •

Hemos estado huérfanos durante treinta años, echando en falta grandemente las relaciones con nuestra madre la «Orden»; gracias a Dios, hemos podido ponernos de nuevo en contacto con ella, razón por la que estamos agradecidos al Señor y a Su Bienaventurada Madre María, cuyo amor maternal y solicitud nos ha sido de gran consuelo y ayuda en todas las angustias y tristezas.

Siento haberle escrito mi primera carta como si hubiera sido un hermano cualquiera, sin darme cuenta de que era nuestro Vicario provincial. Ahora por la información recibida me doy perfecta cuenta de que nuestra madre la Orden no nos había olvidado para siempre y de que siempre ha estado pensando en nosotros con mucha preocupación, como también nosotros hemos estado pensando en ella.

A partir de entonces serán ya frecuentes los contactos. Pronto a las cartas se suman las visitas. Primero de los mismos religiosos chinos, ausentes durante todos esos años de su patria y de su gente; después, de los mismos superiores mayores de la Vicaría, de la Provincia y de la Orden.

Un ejemplo de lo que significó para ellos nos lo describe Pedro Tung en su primer viaje de vuelta al continente:

Hasta el presente ha pasado un compás de silencio de 32 años sin haber visto mi tierra natal. Durante esos años había hecho muchas cosas: estudiar, ordenarme de sacerdote, predicar, misionar, enseñar, etc. pero no había ningún día en el que no anhelase ver de nuevo a los míos antes de morir y así se lo pedía todos los días al Altísimo. Mi vivo deseo se fue cumpliendo poco a poco y el día 1 de julio de 1980, a las tres y media de la tarde, cogí en Manila el avión de la China continental para llegar a la capital de Pekín a las 9 y media de la noche.

El día 2, después de una breve oración, dije mi primera misa con una gran devoción y emoción hasta derramar copiosas lágrimas al pensar que mi vocación fue salvar las alamas de los chinos, pero la inescrutable voluntad de Dios me ordenó trabajar por las almas de otra forma y en otros lugares.

A las 10 y media llegué a la estación de Shangqiu. Al no saber dónde estaba la casa de mi hermano me alojé en una posada y salí a la calle buscando donde comer. La gente me veía extraño, me rodearon y me hartaban a preguntas: -¿de donde vienes? -de España. – ¿Dónde está España? -Allá, muy lejos. -¿a quién buscas? -a mi hermano -¿cómo se llama tu hermano – no lo sé – ¿Dónde vive? -no lo se… Ellos comentaban: -pobre hombre, no sabe dónde está su casa ni cómo se llama su hermano.

Al día siguiente después de muchas vueltas me encontré con una señora que me indicó muy insegura la casa de mi hermano. Toqué en la puerta y salió una niña llevando dos largas trenzas, calcule que tendría unos 17 años, con cara de susto.

Si emocionante fue el encuentro familiar también lo fue el encuentro con los hermanos agustinos recoletos:

El día 14, después de la comida, mandé a mi hermano a poner una conferencia telefónica y por asegurar la cosa, mandé a mi hermana mayor con una monja a buscar a Nicolás. El pueblo de Nicolás dista de la ciudad en la que vive mi hermano unos 70 kilómetros. Cuando llegaron las dos mujeres al pueblo de Nicolás Shi le encontraron trabajando en el campo. Al día siguiente volvieron ellas a casa de mi hermano y luego, a la hora de comer, llegó también Nicolás. Por la tarde del mismo día llegó también José Wang con su sobrino. Ambos en sendas bicicletas, pedaleando los 70 kilómetros. Nos pusimos a hablar dos noches y tres días, sin descansar más que en la comida y en la cena. Dormíamos muy poco. Terminábamos de hablar a la una de la madrugada y a las cinco nos levantábamos para atender a la gente devota que esperaban para oír la misa.

Han pasado ya, hasta el día de hoy, más de 40 años de aquellos días de reencuentro de los agustinos recoletos. Forman parte de la historia, de la historia gloriosa de la Iglesia en China y de la historia de la Orden de Agustinos Recoletos. Si estamos celebrando el centenario de la llegada de los primeros misioneros agustinos recoletos a China a la misión de Kweiteh (Shangqiu), ese reencuentro es también motivo de celebración gozosa y de dar gracias a Dios por todos sus dones a los misioneros y a los primeros religiosos chinos agustinos recoletos.