Gregorio Li (1º izq.) 1947

Por no aceptar la ideología comunista, Gregorio Li, agustino recoleto, perdió su trabajo, puso en riesgo su vida y terminó confinado en la provincia de Qinhai, donde terminó sus días, después de haber pasado quince años de cárcel y trabajos forzados.

El padre Gregorio Li nació el 29 de marzo de 1917 en Lichuang, en la subprefectura de Hsiayi en una familia pagana. Su pueblo estaba situado a dos kilómetros al sur del centro misional de Palichoang, donde tenía parientes que eran cristianos. Por ellos se enteró de que se abría en Kweiteh/Shangqiu una escuela y que un grupo de muchachos de la misión de Palichuang marchaba a estudiar a ella. Solicitó unirse al grupo, por motivos de estudio, y le fue admitida su petición. Partió con el que sería su compañero y connovicio, Lucas Yuo, y con otros chicos de Palichoang a la escuela pre-seminario San Agustín, cuya apertura, tuvo lugar el 29 de abril de 1929. Perseveró, recibió el bautismo y finalizó los estudios primarios y latín.

En 1933, con motivo de la visita del prior general, Gregorio Li y otros dos compañeros expresaron su deseo de ser religiosos y fueron admitidos al noviciado en 1935, realizando su profesión religiosa un año después.

Con el permiso de la Santa Sede, Gregorio Li fue enviado a Roma para estudiar en el Colegio Urbano de Propaganda Fide. Durante su estancia en la ciudad eterna, Gregorio Li hizo su profesión solemne el 15 de agosto de 1939 y fue ordenado sacerdote el 8 de abril de 1942.

Mientras Gregorio Li estaba en Roma, la misión de Kweiteh sufrió la invasión japonesa. Debido a la declaración de guerra entre Japón y Estados Unidos, la misión quedó aislada del mundo exterior y el padre Gregorio Li no pudo regresar a la misión, por lo que pasó varios años en diferentes ministerios en España: Zaragoza (1942-1943), Lodosa (1943-1945) como prefecto y en el convento de Marcilla (1945-1947) -estas dos poblaciones están en Navarra-.

En su estancia en España difundió el espíritu misionero y promovió el apoyo a la obra misional en China. Durante sus visitas a colegios y asociaciones juveniles, el padre Gregorio compartió su fervor y entusiasmo misionero, dejando una profunda impresión en su audiencia. También escribió para el Boletín de la Provincia artículos sobre la cuestión de la Evangelización de China y en especial sobre la importancia de la inculturación del arte cristiano, siguiendo, retomando y haciéndose eco de las enseñanzas del exdelegado apostólico, y en aquel momento secretario de Propaganda Fide, monseñor Celso Costantini, quien fuera pionero y gran impulsor de la inculturación artística en la construcción de los edificios eclesiales en China.

Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y restablecidas las comunicaciones marítimas, el padre Gregorio Li pudo regresar a la Misión el 29 de junio de 1947 junto con su compañero Lucas Yuo y con el padre Julián Sáenz, quien, habiendo salido de China en 1940 por vacaciones, no pudo regresar a su tiempo por el aislamiento de la misión durante la guerra. Al llegar, se encontraron una China muy distinta a la que habían dejado. Las zonas anteriormente controladas por los japoneses ahora estaban en manos del ejército nacionalista, que se enfrentaba abiertamente al bando comunista en las áreas rurales e incomunicadas.

Durante un año fueron profesores y formadores del seminario de Kweiteh. A partir de ese momento, la situación en la misión se volvió muy difícil. En 1948, la mayoría de las misiones de la Diócesis estaban bajo control comunista. Surgieron preocupaciones sobre el destino de los seminaristas chinos, por lo que se decidió trasladar a los religiosos coristas a Hongkong.

Cuando los seminaristas religiosos fueron a Hongkong y los diocesanos al seminario mayor de Kaifeng, el padre Gregorio Li fue nombrado director de la escuela primaria de Kweiteh. Como director del colegio tuvo que asistir a frecuentes reuniones donde los comunistas les explicaban las normas y métodos que debían acatar. Una vez convencido de que no podía continuar de director si no acataba la ideología comunista, renunció al cargo el 18 de marzo de 1951, se fue a su pueblo natal a descansar y a estar con su madre. Aquella situación se convirtió, sin embargo, en definitiva, no pudiendo regresar a la misión. No podía celebrar Misa sino en secreto, por temor a ser denunciado por las juventudes comunistas.

Entre finales de 1951 y 1952 fue a Shanghái donde se le dio alguna ayuda económica. Durante esos años acudió a las llamadas esporádicas de las catequistas de Yungcheng para que asistiera a los enfermos. Le rogaron que se quedara de forma permanente allí pero no se atrevió y se volvió a su pueblo.

En 1952 el obispo Arturo Quintanilla y el misionero Lorenzo Peña, quienes eran ya los últimos religiosos extranjeros en Kweiteh, serían expulsados de la misión. A últimos de 1954, o primeros de 1955, escribió una carta al padre Francisco Sanz, que estaba de procurador en Shanghái y que sería el último religioso español en ser expulsado de China. En su carta le pedía un libro sobre enfermedades pediátricas, pues tenía intención de prepararse en esa materia para poder dedicarse en algún hospital rural. Este fue su último contacto con los misioneros españoles.

En 1955 se produjo un gran golpe contra la Iglesia. Encarcelaron a muchos de los obispos, sacerdotes, religiosas y seglares destacados chinos, y expulsaron definitivamente a los extranjeros que quedaban. Después de la expulsión de los extranjeros de la Iglesia, la persecución se centró en sus miembros chinos.

El padre Gregorio Li, sería detenido en 1958, un poco más tarde que los demás religiosos chinos, siendo condenado a 15 años de trabajos forzados en la provincia de Qinghai. Cumplida la sentencia, permaneció en dicha provincia, donde murió en marzo de 1980.