Algunos de los tesoros de la historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos y de los ambientes y espacios donde ha desarrollado su tarea a lo largo de la historia y en la actualidad.
Ante altos niveles de mortalidad infantil o en el parto, la falta de higiene y alimentación, los accidentes y la inexistencia de infraestructuras sanitarias, no pocos misioneros han afrontado situaciones de urgencia, de vida o muerte, en Filipinas, China, Sierra Leona o Brasil.
Repasamos algunas de las acciones en general, para luego desarrollar tres acciones concretas, de tres siglos diferentes y de enorme impacto social.
En toda época y región
En Filipinas algunos recoletos adquirieron habilidad y fama para practicar cesáreas, como Bernardo y Ciriaco Echeverría. A comienzos del siglo XIX se recomendaba a los misioneros formarse en el asunto. Gregorio Sanz, agustino recoleto, escribió en 1856 Embriología sagrada (arriba), que tuvo gran difusión. Al final del siglo XX, en Handumanan se construyó la Clínica San Ezequiel Moreno.
En la Ciudad de México está el ministerio más ligado al ámbito sanitario de cuantos ha tenido la Provincia. Desde 1961 la Parroquia de Hospitales atiende varios grandes centros sanitarios, acción ampliada con CARDI.
En Lábrea (Amazonas, Brasil) se ha dedicado mucho tiempo y recursos a los hansenianos. Víctimas de los prejuicios y de la discriminación, se consiguieron recursos del exterior y se creó una Asociación. La Pastoral de la Infancia ha rebajado la mortalidad infantil. Sus voluntarios vigilan el crecimiento de cada recién nacido y enseñan a las familias acciones de prevención de bajo coste y alta eficacia. También existe un barco hospital, Laguna Negra, que cuenta con voluntarios de la Diócesis hermana de Vitória (Espírito Santo, Brasil).
En España la principal dedicación ha sido la de las capellanías en hospitales de Zaragoza (Miguel Servet), Almería (Poniente) y Chiclana de la Frontera (Universitario de Puerto Real).
San Ezequiel Moreno está asociado a la protección contra el cáncer. En el Centro de Oración Virtual San Ezequiel Moreno (QR) muchos se unen en oración, ánimo, esperanza y apoyo mutuos.
Siglo XIX • Talísay: el agua que da vida
Fray Fernando Cuenca (1824-1902) durante su noviciado se desempeñó como enfermero con tal seriedad e interés que le regalaron un libro del naturópata Vincent Priessnitz, su primer acceso a la hidroterapia.
El agua fue parte importante de su ministerio. Construyó presas, acueductos, acequias y molinos con los que desarrolló en Talísay plantaciones de caña, café y abacá para la industria textil.
Buscó y encontró una fuente que los lugareños apodaron tuburan sang tigulang (fuente del viejo) con agua apropiada para sus terapias de sudoración, hidratación y limpieza; con sus aceites vegetales y aguardiente de nipa trataba heridas, fístulas, úlceras, roturas de huesos, inflamaciones, infecciones, heridas de bala o piedras en el riñón. Sus terapias tenían efectos antiinflamatorios, antipiréticos y desinfectantes.
Durante nueve días los pacientes residían en el convento bajo su cuidado sin pagar nada. Por esto evitó un emprendimiento mayor, pues no quería abandonar sus otras obligaciones y siempre quería asumir los costes de curar.
Hay documentadas casi 80 curaciones a gente muy humilde y a miembros del gobierno, extranjeros o compañeros recoletos —varios provinciales, san Ezequiel Moreno o el obispo de Jaro, Leandro Arrué —.
Siglo XX • Kweiteh: “Por los cuerpos a las almas”
La ansiada apertura de un dispensario médico en la misión de Kweiteh (Henan, China) tuvo lugar tras la llegada a la misión del agustino recoleto Pedro Colomo (1899–1979).
Licenciado en medicina, organizó eficientemente la atención sanitaria y farmacéutica en dos habitaciones espaciosas, una para las consultas y curas y otra que fungía de sala de espera. Solo los usuarios con posibilidades pagaban, pues era gratuito para la mayoría.
El mismo año de apertura Colomo ejecutó una vacunación sistemática ante una epidemia de cólera. Consiguió que se saldase con tan solo la muerte de dos niñas del orfanato de la Santa Infancia, muy pequeñas y con patologías previas.
Desde el dispensario se repartieron masivamente antimaláricos y analgésicos a una población que carecía de la más mínima infraestructura sanitaria pública o de profesionales locales, en una cultura sin la menor empatía por quien sufría enfermedad o dolor.
Por ello el lema del dispensario era: Por los cuerpos a las almas. Se trataba de llegar a los corazones de la gente mediante la disminución de sus sufrimientos. Esto atrajo a no pocos hacia el cristianismo, pues el sanatorio brillaba por su hospitalidad, los esmerados tratamientos y cuidados, el alivio y consuelo, la humanización de la salud.
Colomo valoró equilibradamente la medicina china tradicional. Tuvo acceso a plantas de las que, bien usadas, decía, hacen efecto y muchas veces con más prontitud que nuestras medicinas.
También aprendió de esas familias que, de generación en generación y usando fórmulas que guardaban en secreto, se especializaban en una enfermedad o en varias del mismo sistema: si no se salen de su especialidad, muchos de ellos son verdaderamente admirables y hacen curaciones prodigiosas.
Siglo XXI • El voluntariado internacional en Kamabai
Desde 2005 hasta 2014 el agustino recoleto José Luis Garayoa (1952-2020) se convirtió en un cauce de atracción de voluntades, recursos y profesionales de la medicina llegados desde España hasta Kamabai (Sierra Leona) para atender a una población sin ningún acceso a la atención sanitaria fuera de las ONG internacionales y las misiones católicas.
Garayoa construyó y equipó un dispensario para facilitar la tarea y eficiencia de más de dos docenas de profesionales cubanos y españoles que pasaron por Kamabai: cirujanos, ginecólogas, generalistas, dentistas, enfermeros, estudiantes de medicina o de enfermería.
A los enfermos sierraleoneses dedicaban sus vacaciones. El boca a boca entre profesionales y la gran capacidad de Garayoa para las relaciones sociales permitió mantener en marcha el dispensario durante la época seca de cada año, cuando era más viable.
No hay registro de atendidos, pero es seguro que se contarán por miles. Muchos de los profesionales no solo atendían en el dispensario, sino que en jornadas maratonianas se trasladaban hasta los poblados donde estaban los enfermos.
Algunos de estos recibieron una nueva vida tras ser operados de aparatosas hernias o de labio leporino, curar sus mastitis, quemaduras y muchas infecciones habituales, recibir servicios dentales integrales, curar heridas abiertas y fracturas gravísimas tras sufrir accidentes de trabajo.