HIstoria de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos.

Hemos recorrido los 400 años de historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos de la mano de sus religiosos más ilustres, y nos hemos sumergido en las distintas épocas y ambientes en los que ha discurrido el devenir de nuestra comunidad provincial.

Queda constancia de la vida de los hermanos en su misión evangelizadora, en obras socio-caritativas y culturales, en los edificios, en la fundación de pueblos y en la promoción de la cultura en todas sus expresiones.

No es difícil intuir en el corazón de los acontecimientos la presencia del Espíritu que infunde pasión y entrega en la misión.

De la historia de la Provincia se puede decir lo que el papa Francisco dice de la historia de la Iglesia:

Es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es “sudor de nuestra frente” (Francisco, Evangelii gaudium 96).

“La llegada de los Recoletos a Filipinas”, óleo mate de Juan Barba (1959). Cripta del templo de Santa Rita de Madrid, España.

Es una historia que queremos recordar y contar. Una historia que queremos seguir construyendo, según la conocida exhortación de san Juan Pablo II:

¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas (Juan Pablo II, Vita consecrata 110).

La pasión del presente

Levantemos la mirada, contemplemos el cielo y la tierra; abramos el corazón para descubrir la presencia y el amor del Señor que hace brotar en nosotros la ilusión, la esperanza y la pasión por Cristo y por la humanidad (cf. Informe del estado de la Orden del prior general 2021, 21).

Postulantes con el prior provincial del momento y su entonces formador en la Basílica de Guadalupe, Ciudad de México.

Somos la expresión actual de una porción de la Recolección, los actores del hoy de la Provincia. El Espíritu que inspiró, acompañó y sostuvo a generaciones de recoletos sigue insuflando su viento renovador en nosotros para vivir con pasión el momento presente.

No podemos decir que estamos viejos:

Hay una juventud de espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modo específico de ser, de servir y de amar (Juan Pablo II, Vita consecrata 70).

El Señor, artífice de toda obra buena, nos sigue llamando en comunidad de hermanos y nos envía como discípulos misioneros en misión compartida con una multitud de laicos, intrépidos y generosos, que nos ayudan a mantener la pasión por el anuncio del Evangelio.

Abrazar el futuro con esperanza

La estrella de san Nicolás, en alto y en el horizonte, es para nosotros signo de peregrinaje hacia el futuro con esperanza. Es la estrella que ilumina nuestras vidas y guía nuestros pasos en la experiencia de la noche oscura; es la estrella que indica el hogar definitivo que nuestro corazón anhela con esperanza.

Para los primeros cristianos la esperanza era un ancla, un ancla fijada en la orilla del más allá (Francisco, Misa en Santa Marta, 29 de octubre de 2013).

La celebración de los 400 años de la Provincia es la garantía de que somos peregrinos hacia la meta que está en el futuro,

… Aferrándonos a la esperanza que tenemos delante. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús (Heb 6,19).

Reavivemos nuestra esperanza con las palabras de san Agustín:

Mientras nos hallamos en este mundo, siempre que procuremos tener el corazón en lo alto, no nos perjudicará el caminar aquí abajo. Caminamos abajo mientras caminamos en esta carne. Al fijar nuestra esperanza en lo alto, hemos como clavado el ancla en lugar sólido, para resistir cualquier clase de olas de este mundo; no por nosotros mismos, sino por aquel en quien está clavada nuestra ancla, nuestra esperanza, puesto que quien nos dio la esperanza no nos engañará y a cambio de la esperanza nos dará la realidad (San Agustín, Sermón 359,1).

Quien espera vigilante el cumplimiento de las promesas de Cristo es capaz de infundir también esperanza entre sus hermanos y hermanas, con frecuencia desconfiados y pesimistas respecto al futuro. Sabemos bien de quién nos hemos fiado y no quedaremos defraudados (cf. 2 Tim 1,12).


ÍNDICE DE CONTENIDO
Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino:
‘Siempre en misión’