Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
Monseñor José Julián Aranguren fue el primer agustino recoleto nombrado arzobispo, en este caso de la principal diócesis filipina, Manila.
Nació en 1801, en Barasoain (Navarra, España). Fue uno de los primeros novicios en Alfaro (La Rioja), la primera casa de formación propia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino en España, fundada en 1824.
Nada más profesar en 1825, vistas sus dotes, la Provincia le encomienda prepararse para la formación. Llegó a enseñar la teología durante un año, pero su corazón le pedía misión y, finalmente, es enviado a Manila, aunque también con responsabilidades formativas.
Tras aprender tagalo, es enviado a Capas, a algo más de cien kilómetros al norte de Manila. Luego se le encargó rehabilitar la misión de Masinloc, que llevaba 50 años sin religiosos. La encontró en una situación lamentable, pero durante siete años recuperó tanto los edificios como el ánimo de los fieles.
Llegó a ser nombrado vicario de Zambales, secretario provincial, consejero del definitorio y prior provincial (1843). No llegó a terminar su trienio, pues la Iglesia lo nombra arzobispo de Manila. En la iglesia de San Nicolás de Intramuros recibe la ordenación episcopal en 1847.
No le tocó un gobierno fácil y hubo de demostrar sus dotes para la prudencia, el tacto y la paciencia. Tuvo especial predilección por los pobres y no ahorró esfuerzos para visitar a los fieles de parroquias grandes y misiones lejanas, por tierra y mar. Hasta dos veces giró la visita pastoral en todo Luzón.
La Iglesia era fundamental en la vida social y, desde su puesto, apoyó la fundación del Banco Español-Filipino y el establecimiento de las Hermanas de la Caridad para atender ministerios de enseñanza y sanidad.
Sus 15 años de episcopado, hasta su fallecimiento en 1861, dejaron una buena memoria. Fue enterrado en la catedral de Manila. Aunque, según encargo que dejó, el corazón le fue entregado a la Provincia, que lo guardó en preciosa urna de mármol en el presbiterio del templo de Intramuros.