Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
La epidemia de la COVID-19 se lo llevó en Valladolid (España) el 10 de octubre de 2020. Jesús Diez fue uno de los mejores representantes de lo que –quizá pretenciosamente– pudiera llamarse escuela de Marcilla.
Nos referimos al amplio cuadro de profesores titulados en Roma y otros lugares, dedicados a formar teológicamente a los jóvenes profesos, a las publicaciones y a actividades de formación permanente.
En Marcilla fue profesor casi 40 años: 1964-1990 y 1991-2005. En buena parte de este largo período, era imprescindible su presencia en cursos de renovación o de preparación a la profesión solemne. E intervino muy activamente tanto en la revisión de las Constituciones (1983) como en la elaboración de los Planes de formación de los frailes (1986) y de las monjas (1988).
A partir de esta última fecha, la colaboración con las Agustinas Recoletas se hace especialmente intensa. Primero, dedicándose al estudio de los escritos de san Alonso de Orozco, antecesor de la Recolección femenina y fundador del monasterio madrileño de Santa Isabel. Aparte obras menores, elaboró una amplia Antología de sus escritos (1991). Y, poco antes de su muerte, por encargo de la Federación Agustiniana Española tradujo un volumen de Sermones latinos sobre la Virgen.
Pero donde la aportación de Diez a la historia y espiritualidad de la Recolección supone un hito es en el estudio de la vida y obras de la fundadora de las Agustinas Recoletas, Mariana de San José (1568-1638). En 2007 había elaborado la positio que sustenta su proceso de canonización. Y el año 2014 veían la luz en la Biblioteca de Autores Cristianos sus Obras completas, una edición minuciosa, definitiva.
Diez se dedicó también durante 20 años a la recopilación, estudio y publicación de cuanta documentación pudo encontrar sobre los monasterios fundados por la madre Mariana.
El año 2012, en fin, cambió su residencia de Marcilla por Valladolid y allí trasladó su archivo y su campo de trabajo. Cuando la muerte le sorprendió, acababa de completar la traducción de los escritos de san Alonso de Orozco y el último artículo sobre los monasterios de la madre Mariana.