En la Familia Agustino-Recoleta hay religiosos, monjas contemplativas, religiosas de vida activa, laicos comprometidos desde su vida adulta y jóvenes de corazón inquieto. Todos tienen en común sentirse atraídos por los valores agustinianos y recoletos: comunidad, interioridad, amor a la sabiduría, solidaridad, austeridad, servicio a la Iglesia allí donde y cuando lo solicite.

Se puede rastrear en la historia de la Provincia la presencia frecuente de personas dedicadas al retiro y la oración en el entorno de los religiosos. Por lo general son mujeres, y se las conoce como beatas.

Las hay desde el principio en Filipinas. Se mencionan los nombres de Clara Calimán (†1639) e Isabel (†1646), ambas en Butúan (Mindanao); y muy cerca, en Surigao, se recuerda a Rosa de la Cruz (1647). Estas asistían al oficio divino, hacían oración mental y leían los libros piadosos, muchos escritos o traducidos por los mismos religiosos.

Algo parecido ocurre en Japón. El nombre de Catalina la Bikuni (o sea, la beata) aparece en las cartas de Francisco de Jesús y de Vicente de San Antonio. Vivía en casa particular, en Nagasaki, y era terciaria recoleta, al tiempo que pertenecía a la Cofradía de la Correa. Su papel lo resume Francisco diciendo: “Ha sido nuestros pies y nuestras manos en esta tierra”.

En algunos casos, estas mujeres devotas viven juntas formando un beaterio. Los había en España, como es el caso del que surge en 1636 a la sombra del convento de Granada, en el Albaicín. En 1643 este beaterio se desdobla formando un segundo en el centro de la ciudad. Por los años 1655-1676 darán origen a los dos monasterios granadinos de las Agustinas Recoletas, de los que a su vez nacerán otros monasterios recoletos del sur de España.

En Filipinas los beaterios tuvieron gran difusión, dado que canalizaron la religiosidad de mujeres indígenas y mestizas. Con el tiempo acogieron alumnas y residentes para sostenerse y para mejorar las condiciones de vida de las mujeres nativas. Esta institución mixta, mitad comunidad, mitad colegio-residencia, fue durante mucho tiempo la forma más corriente de educación de la mujer en las Islas.

En Manila había cinco beaterios importantes, casi todos afines a una Orden masculina: Santa Catalina de Siena (Dominicos); San Ignacio o de la Compañía (Jesuitas); Santa Rita de Pásig (Agustinos); y desde 1719, el de San Sebastián, junto al santuario de Nuestra Señora del Carmen de los Recoletos, fundado por las hermanas Dionisia y Cecilia Rosa Talangpaz.

Hubo un quinto, el de Santa Rosa, fundado en 1750 por la catalana Paula de la Santísima Trinidad, llegada a Filipinas para dedicarse a la educación femenina. Ha sobrevivido hasta hoy gracias a un patronato del que forman parte también los Agustinos Recoletos. Desde 1981, las Augustinian Recollect Sisters regentan tres Colegios de Santa Rosa en Intramuros (fotos), Makati y Trece Mártires (Cavite).

En 1719 dos hermanas de Bulacán (Filipinas), Dionisia (1691-1732) y Cecilia Talangpaz (1693-1731), se instalaron cerca del santuario de San Sebastián de Manila. Vista su fe y piedad, los religiosos las animaron a ser terciarias agustinas recoletas (1725).

Fundaron un beaterio con leyes inspiradas en las Constituciones de las terciarias españolas: vida común, hábito de la Orden, recogimiento, oración, ascesis y trabajo manual. Atendían al culto de la Virgen del Carmen y a la educación de algunas jóvenes. A la hora de la muerte hacían votos privados. Dependían del prior de San Sebastián y, en última instancia, del definitorio provincial.

Su desarrollo fue muy lento: más de cien años después de la muerte de las fundadoras, en 1842, eran 12 beatas y 24 educandas; cincuenta años después eran 8 y las pupilas, 11.

La expansión comenzó con el cambio de la situación política filipina y el interés de algunos religiosos por elevar su nivel institucional y religioso. Entre ellos destaca Celestino Yoldi (1863-1935), prior de San Sebastián desde 1902. Bajo su dirección se remodeló el edificio, se abrió el Colegio Santa Rita (junio de 1907), se organizó el noviciado y se pronunciaron los primeros votos públicos. En 1910 completó su obra con la publicación de un Reglamento.

El mismo año abrían un colegio en el antiguo convento recoleto de Cavite y en 1921 otro en Cuyo.

Estos hechos facilitaron la agregación del instituto a la Familia Agustino-Recoleta (1924) y su reconocimiento como Congregación de derecho diocesano (1929). Fue decisiva la intervención del prior general, que en visita a Filipinas (1928) les dio nuevas Constituciones y las preparó para ser Congregación de votos simples.

Así comienza su vida autónoma y su desarrollo. En 1931 envía tres misioneras a China, en 1932 celebra su primer Capítulo general y en 1933 funda el colegio de San Carlos (Negros), al que suceden Balayan y Dingras –ambos en 1935–, San Juan de Bolbok (1936), Jagna (1939) y otros.

En 1970 obtuvieron el rango de Congregación de derecho pontificio y en 1982 la aprobación de nuevas Constituciones, atentas a la espiritualidad agustino-recoleta. Sus miembros ascendieron de 15 en 1928, a 66 en 1950 y 252 en 1985. Al acabar 2020 eran 219.

Su relación con la Orden ha sido siempre muy profunda. La mayor parte se dedican a la educación en escuelas de ámbito rural, aunque regentan colegios universitarios en Manila, San Carlos, Cavite y otras ciudades. A finales del siglo XX fundaron en Australia, Estados Unidos y España.

Augustinian Recollect Sisters.

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Provincia que hace familia