Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
Nació en Valladolid (España) en 1585. Con 16 años profesó en el convento recoleto de Portillo. Fue uno de los trece frailes que fundaron en Filipinas. Aprendió tagalo y bisaya en un tiempo récord. En 1607, funda Masinloc, en Zambales, al noroeste de Manila. Hoy con 55.000 habitantes, entonces no era tierra pacífica.
Por sus dotes fue convocado a dirigir a sus hermanos como vicario provincial y, constituida la Provincia de San Nicolás de Tolentino, como prior provincial. También fundó y dirigió el convento de Cavite, fue maestro de novicios y prior de Intramuros. En 1618 vuelve a España para buscar voluntarios y en 1622 conduce a Filipinas 20 nuevos misioneros.
Andrés dejó para la posteridad la primera relación de los trabajos de los Recoletos en Filipinas, como testigo de ese equipo desbravador. Fueron en total 52 años dedicados a evangelizar a un pueblo y unas islas que adoptó como propias, y en las que falleció a finales de 1657 o principios de 1658.
Sus compañeros lo describieron como hombre de oración, penitencia, fervor y que nunca se arredró ante las dificultades, ni siquiera las derivadas de las varias enfermedades que hubo de sufrir.
Impulsó especialmente la misión dentro de la misión, pues en su gobierno se abrieron las heroicas empresas evangelizadoras en Palawan, Mindanao y Japón, las más duras, peligrosas y en las que los misioneros se sabían solos y nada más que en las manos de Dios.
Así le agradecía el beato Francisco de Jesús (26 octubre 1630) el haberle enviado a Japón ocho años antes:
Confieso, padre nuestro, que hasta llegar a [esta cárcel] me arrepentí muchas veces por haber venido a esta tierra… Mas nuestro Señor permitió que el tirano diese conmigo y me arrinconase en este estrecho y santo lugar —[a mí] tan indigno de él cuanto digno de mil infiernos—. Pero después que me vi aquí… doy ya por bien empleada mi venida. De todo lo cual, como origen y principio de este bien singular, doy a vuestra Reverencia las gracias; con compromiso de que, si nuestro Señor me concede [el martirio] que mucho deseo y pretendo, se lo he de pagar delante de nuestro Señor siéndole fiel abogado, para que todos nos veamos en su Ciudad de Gloria y [podamos] gozarnos en su divina Majestad.