Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
Nació en Forcall (Castellón, España) el 22 de diciembre de 1894. De los ocho hijos de su familia, tres fueron escolapios y tres recoletos (José, Domingo y Manuel ); y un sobrino también sería agustino recoleto.
Varios de ellos tenían buenas cualidades musicales. José, Pedro y Domingo fueron compositores reconocidos; Manuel, apreciado organista; Jaime y Francisco, profesores de música. Los tres recoletos escribieron, además, en diversas publicaciones.
Domingo ingresó en 1911 en Monteagudo. Mientras estudia en Marcilla ya descuella como compositor. Allí es ordenado sacerdote en 1919.
Su primer destino es San Millán como profesor de música. En esos tres años alcanzó madurez como compositor de canto polifónico y de piezas para banda u orquesta, de las que son conocidas hasta ocho partituras.
Pero es en Filipinas donde desplegará toda su creatividad con más de un centenar de himnos a santos, patronos y advocaciones marianas, o institucionales
—colegios, Congregaciones, pueblos, seminarios—; cantos eucarísticos; misas; temas de tradición filipina…
Contó con el aprecio y la valoración tanto de los feligreses como de los entendidos. Fue nombrado director musical de los Congresos Eucarísticos de Filipinas de 1935 y 1938, y ganador del primer y segundo premio del XXXIII Congreso Eucarístico Internacional de Manila (1937) con Gloria a Jesús que se encierra en esta hostia de bendición y Venid, venid, Jesús, a consolarme (QR).
En 1937 publica Colección de cánticos sagrados con 87 partituras y 160 páginas. Su segunda edición, en 1952, llega a las 500 páginas.
Sus composiciones han pervivido en el canto religioso y litúrgico. Supo recoger la piedad del pueblo de tal modo que su música se interpreta hasta hoy en templos de todo el país, por los fieles y por coros profesionales.
Toda su obra está transida de lo que seguramente en su vida eran los objetos de su afecto más extraordinario: la Eucaristía, la Virgen María, el pueblo y los niños.
Fray Gregorio Armas había sido su coadjutor durante casi un año en Calapán (Mindoro, Filipinas). Tras su fallecimiento, quiso recordar a su antiguo párroco y destacar su bondad con aquella frase de los Hechos de los Apóstoles sobre Jesús de Nazaret:
Fray Domingo ‘pasó haciendo el bien’ durante los 46 años que estuvo en Filipinas.