Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
Formación y primeros servicios a la Provincia
Nació en Andosilla (Navarra) en 1867 y se educó en Monteagudo, San Millán y Marcilla, donde recibió la ordenación sacerdotal el 29 de diciembre de 1890. Tras un par de años dedicado a la enseñanza, se embarcó para Filipinas, destinado al seminario de Vigan (Ilocos Sur), del que fue secretario y profesor hasta su clausura en 1895.
En octubre de ese año, Andrés Ferrero cambió el rumbo de su vida al nombrarlo secretario provincial con 28 años. Los 31 restantes los gastará —literalmente— sirviendo a la Provincia y a la Orden.
A veces le tocó ocupar el centro de la escena, de cara al público, y desempeñando papeles de protagonista; pero más a menudo tuvo que sumergirse en el silencio, a solas con los documentos, buscando solución a los problemas de aquella época convulsa, preparando informes, redactando votos y aportando argumentos en defensa de la Provincia, ya fueran de orden económico, apostólico o carismático.
Esos informes, escritos con letras enormes, a veces a lapicero y siempre aprovechando el papel hasta los bordes, son testimonio elocuente de su cariño a la Orden, cuya historia conocía como nadie, de la reciedumbre de su carácter y de sus notables conocimientos en el campo del derecho y disciplinas afines.
Durante siete años ocupó la Secretaría de la Provincia (1895-1902) y los cuatro siguientes (1902-1906) actuó de definidor. Además de los trabajos inherentes a su oficio, que en estos años fueron de extrema gravedad, fue el vocero de la comunidad y el sostén del prior provincial.
Reorganizó el archivo provincial y lo remitió a España; siguió en primera persona la laboriosa liberación de los religiosos prisioneros; participó en la preparación de las expediciones a América; reivindicó el buen nombre de la Provincia con artículos periodísticos y el acopio de materiales para el Ensayo del P. Marín; y compiló la biografía de más de 1.500 frailes en su Catálogo (1906). Por último, fue determinante en las negociaciones sobre la propiedad de las haciendas.
Sádaba estaba convencido de la necesidad de organizar la Provincia sobre bases nuevas. De seguir en Filipinas, tendría que prescindir de parroquias unipersonales y concentrarse en residencias de seis o, al menos, cuatro religiosos, administrando una determinada comarca. Aunque en 1906 el Provincialato acogió parcialmente la idea, todo quedó en simple veleidad.
En 1906 ya creía llegada la hora de romper los lazos jurídicos de los Recoletos con los Agustinos. En el prólogo al Catálogo habría querido estampar ese deseo, pero el comisario apostólico no lo juzgó oportuno.
Procurador General de la Orden (1908-1914)
Del Capítulo de San Millán, en el que participó como secretario general, salió con el propósito de dar concreción a esos deseos. En mayo de 1909 sugirió a Enrique Pérez solicitar la tan ansiada autonomía. A principios de 1911 el cardenal Vives dio luz verde y él ya tenía dispuesto el material.
A principios de julio de 1911 solicita la extensión al superior recoleto de las exenciones de que gozaba el vicario general de los Descalzos italianos, y la abrogación de los breves que especificaban los derechos del prior general agustino sobre la Recolección. El día 18, Pío X acogió la instancia y encomendó a la Congregación de Religiosos la redacción del rescripto.
El paso era trascendental. En adelante, la comunidad no tendría que tolerar intromisiones de un superior al que desde siglos consideraba extraño. Pero aún quedaban flecos que la situaban en una incómoda ambigüedad. Su máxima autoridad seguía llamándose vicario, término que entraña dependencia, y la comunidad continuaba siendo Congregación. La aclaración de esos puntos lo mantuvo ocupado hasta el 16 de septiembre de 1912 con la publicación del breve Religiosas familias.
No fue su único logro. En 1909 frenó las secularizaciones en Brasil; en 1910 vio la erección de la Prefectura Apostólica de Palawan y la fundación de Shanghái; en 1911 frustró los planes de despojar a los Recoletos de la iglesia de San José de Panamá. Entre 1909 y 1911 reunió información sobre los mártires del Japón y el Bullarium de la Orden.
Los últimos años en Roma los dedicó a cuestiones en las que a veces la conciencia le obligó a desoír las directrices del definitorio. Las más delicadas fueron el escándalo de Shanghái y la deposición del provincial de San Nicolás.
Los últimos dos lustros
Tras el Capítulo de 1914 su estrella comenzó a eclipsarse. Siguió aportando a la comunidad los frutos de su inteligencia y de su laboriosidad, pero ya en escenarios secundarios.
La Orden le cerró la posibilidad de continuar en Roma, donde el cardenal Vico lo quería para secretario particular. De noviembre de 1914 a abril de 1916 fue vicario provincial en España, y luego prior de Manila (1916-1917), definidor general (1917-1920) y finalmente definidor provincial (1922-1925).
La Provincia le encomendó visitar Venezuela y reconocer Kweiteh (China). En 1922 examinó por encargo del arzobispo de Manila la intrincada situación de las Obras Pías de la Mitra.
Murió en Manila el 5 del agosto de 1925 tras una dolorosa enfermedad. En medio de dolores espasmódicos, sacaba fuerzas para murmurar con voz apenas inteligible:
¡Qué hermoso es el dolor, porque gracias a él tenemos algo que ofrecer a Jesucristo, que tanto padeció por nosotros.