Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
El incontenible deseo de anunciar a Cristo guió todos los pasos de la vida de Ezequiel Moreno. Se entregó sin reserva y su fe en Dios lo sostuvo en su dedicación al servicio de todos, en particular de los pobres y abandonados. Es modelo para los pastores que quieren responder con nuevo ardor, nuevos métodos, nueva expresión, a los grandes desafíos con que se enfrenta la Iglesia (San Juan Pablo II).
Nació el 9 de abril de 1848 en Alfaro (La Rioja, España) en una familia pobre, laboriosa y honrada. Fue un niño sereno y constante, de personalidad vivaz y decidida, muy generoso.
Desde pequeño se sintió llamado a la vida religiosa y en 1864 ingresa en el noviciado de los Agustinos Recoletos de Monteagudo (Navarra). Durante su formación se impregna de un cariño especial por las misiones, adonde es enviado en 1868. Llega a Filipinas durante una revolución, lo que no le impide finalizar su formación y ser ordenado sacerdote en 1871.
Con 23 años, comienza a misionar en Calapán (Mindoro, Filipinas). Solo siete meses después acompaña a una expedición a la isla de Palawan. Una fuerte malaria le obliga a volver a Manila y tras recuperarse seguirá evangelizando por Calapán, Las Piñas, Santo Tomás de Batangas y Santa Cruz.
En esta etapa es recordado por su insistencia en la vida comunitaria, la entrega pastoral y su cariño por los más necesitados y los enfermos.
Con 37 años es nombrado prior de Monteagudo, la casa donde se había formado. Durante tres años ejerce un profundo influjo en los formandos. Además, cuida de los religiosos enfermos y se pone al servicio del pueblo en momentos de hambruna.
En 1889 es enviado a dirigir una nueva misión: nada menos que la restauración de la Recolección en Colombia. Durante cinco años ejerce en Bogotá intensa actividad pastoral y religiosa y reorganiza el noviciado en El Desierto de la Candelaria.
En Casanare, al nordeste de Colombia, tierra aislada del país por la cordillera andina, Ezequiel realiza un enorme trabajo. Denuncia las injusticias y el olvido de la región, e incluso hace que Roma la eleve a Vicariato apostólico y lo nombra a él vicario. En 1894 es ordenado obispo para esa nueva tarea.
Su labor es modélica: establece comunidades religiosas, concibe un programa conjunto de evangelización y desarrollo, busca apoyos, forma líderes, funda orfanatos y escuelas.
En 1896, dado su desempeño, es nombrado obispo de Pasto. Situada a unos 900 kilómetros al sur de Bogotá, junto a la frontera con Ecuador, esta Diócesis ocupa un territorio extenso de contrastes geográficos y sociales.
Su mayor reto está en la relación con las autoridades, de un liberalismo extremo, radical y anticlerical. Ezequiel es difamado e insultado, pero acaba convirtiéndose en referente para todo el país. Su Diócesis será uno de los puntos calientes de la guerra civil de 1899.
Su vida de oración (dormía cinco horas al día y dedicaba seis a rezar), su austeridad, su cariño a los pobres, su dedicación a las personas de la calle… Todo le lleva a la entrega a los demás sin medir tiempo, pero también sin descuidar su vida espiritual y su amor al carisma agustino recoleto.
En 1905 comienza a manifestarse el cáncer de garganta que le llevará a su renuncia y traslado a España y, finalmente, a la muerte. Heridas sangrantes, operaciones sin anestesia, falta de tratamientos en la medicina de la época… Ante tal panorama de sufrimiento real, decide volver al convento de Monteagudo hasta que llegue el fatal desenlace el 19 de agosto de 1906 a los 58 años de edad.
Su fama de santidad pervivió y fue canonizado el 11 de octubre de 1992 en Santo Domingo, República Dominicana, en la víspera de la celebración del V Centenario de la evangelización de América.
Hoy, en un mundo bien distinto pero con las mismas necesidades espirituales, la vida de san Ezequiel llama a desear de un modo incontenible el anuncio del mundo que Dios quiere: el de la paz, la alegría y la esperanza firme; el de la dignidad de toda persona. El que enseñó Jesús.
En su recuerdo y buscando su intercesión, la Provincia mantiene en Facebook una página dedicada a la oración por los enfermos de cáncer y el apoyo a sus familiares.