Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.

Los dos últimos (obispos españoles) de Filipinas

Los dos obispos son agustinos recoletos, sí. No es que sean último y penúltimo en absoluto; se trata de dos recoletos que, en épocas distintas, se han tenido como último obispo español.

Ambos nacieron en La Rioja, España, cerca del monasterio de San Millán de la Cogolla. Pero el primero, Andrés Ferrero, falleció en España en 1909; y Gregorio Espiga, el otro, murió en Manila en 1997.

Ferrero (fotos) era primo de Mauricio, algo más joven que él. Nació en Arnedo en 1846 y fue connovicio de san Ezequiel Moreno. Después de unos años como profesor en España, pasó a Filipinas en 1873. Allí desempeñó varios importantes cargos, aunque su rincón preferido era el pueblo de Pontevedra (Negros Occidental), cuya parroquia tuvo a su cargo 17 años.

Fue elegido prior provincial para el trienio 1894-1897, y el 14 de marzo de 1898 fue preconizado obispo de Jaro (abajo, derecha), Iloilo. Había estallado ya la Revolución y a duras penas pudo viajar a Manila para ser ordenado obispo, casi de forma clandestina, en el palacio arzobispal de la capital. Corría el 13 de noviembre de 1898.

Después de la Guerra con Estados Unidos, Filipinas ya no es España, y los obispos españoles que ocupan las sedes de las cinco Diócesis presentan su renuncia. En cuestión de meses, todos van regresando a España.

Ferrero resiste cinco años. El 27 de octubre de 1903, con todas las campanas de Manila repicando y una larguísima comitiva de carruajes como séquito, el obispo Ferrero sale del convento de Intramuros en coche descubierto, camino del barco.

Ya en España se retira al convento de Marcilla (Navarra), donde había sido alumno y profesor brillante. Allí morirá el 22 de diciembre de 1909 y allí está enterrado.

Después de Ferrero ya no hubo más obispos españoles en las diócesis filipinas ordinarias; solo en algunos territorios misionales.

Uno de ellos fue Gregorio Espiga (arriba), nacido en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) en 1912. Es uno de los que, durante la II República Española se formaron en el Saint Austin’s Priory de Ivybridge (Devon, Inglaterra). Espiga residió allí entre 1932 y 1935, y allí se ordenó sacerdote.

Su destino en Filipinas fue San Carlos, en Negros Occidental (1937-1939; 1941-1945; 1946-1952). Durante la II Guerra Mundial se distinguió por el apoyo prestado a la gente que vagaba por los montes por miedo a los japoneses; también a los guerrilleros que hacían frente a los invasores nipones. Se ganó el apelativo popular de Guerilya Pare o Padre Guerrillero.

En 1953 fue nombrado prefecto apostólico de Palawan. Fue ordenado obispo en 1955, y en su sede estuvo hasta 1987. Fallecerá diez años más tarde, el 15 de abril de 1997, en San Sebastián de Manila, a los 84 años.

En rigor, él no era el último obispo español de esta nueva época. Quien le vino a ponerle este apelativo fue el cardenal Jaime Sin (1928-2005), arzobispo de Manila.

Él fue quien se dirigió taxativamente al prior de San Sebastián:

Al funeral no me invitáis vosotros; me invito yo. Y yo lo presido. Será en español.

Y así fue. El día 19 de abril, el Cardenal Sin presidió la misa de funeral, toda en español. Y pronunció la oración fúnebre, que concluía:

Venerable obispo Espiga: ¿Me oyes? Te llamo por última vez no para bromear, no para pedir tus consejos, sino para darte las últimas gracias de lo más íntimo de mi corazón. Soy el último de tus amigos… Has trabajado muy bien. Descansa ya, orgulloso y satisfecho… contemplando la lejanía del porvenir, soñando en la mies dorada, en la mies riquísima que la Iglesia que has amado con toda tu alma habrá de recoger.