Reseña histórico-biográfica de algunos de los principales personajes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos desde su fundación hasta la actualidad.
Los Agustinos Recoletos siempre han cultivado gran devoción a san José. Por diligencia de fray Diego de la Anunciación (†1625) la ciudad de Manila lo nombró patrono y el vicario general Gabriel de la Concepción introdujo el canto del Ioseph los sábados tras la Salve. Pero es fray Casildo Caballero quien descuella por su devoción personal y su promoción pública de dicha devoción.
Nació en Marcilla en 1845. Agricultor en su primera mocedad, profesó en 1868. Después de cuatro años entre Monteagudo y Marcilla, es destinado a Filipinas. Tras un año en Manila fue al convento de Cebú.
Su vocación era de religioso hermano. Al año de estar en Cebú, el prior provincial vio en él a alguien de confianza, inteligente y despejado y le manda a Manila como ayudante del administrador, oficio que desempeñó once años.
En 1885 se le confió la administración de Montinglupa, hacienda cercana a Manila, hasta que en 1896 tuvo que huir a causa de la insurrección tagala. Dos años más pasó en Manila, hasta la Revolución. Antes de regresar definitivamente a España en 1900, pasó dos años en Macao, China. Murió en el convento de Marcilla en 1910.
Durante años Casildo buscó cómo promover la devoción a san José. Logró que se celebrara en Manila un solemne novenario con predicador diario sin ahorrar recursos. Los novenarios josefinos alcanzaron gran auge y esplendor.
Luego promovió una celebración los días 19 de cada mes, en recuerdo al 19 de marzo. Y amplió toda manifestación devota en honor del santo: escapularios, libros de propaganda, asociaciones filiales…
Posteriormente los Agustinos Recoletos instituyeron la Archicofradía de San José, que según dijo el predicador,
es un medio apropiado para fomentar las obras buenas y alcanzar de Dios por intercesión de san José innumerables beneficios.
Los novenarios tenían entonces una fuerte repercusión social que en Manila afectaba a todos. La prensa daba cuenta detallada de estas funciones religiosas como de grandes acontecimientos sociales.
Para aumentar esta importancia, Pío IX, León XIII y la Sagrada Congregación de Ritos concedieron gracias especiales a los participantes de estos cultos josefinos.
Fray Casildo prendió esa mecha de la devoción a san José en Manila que se extendió por toda Filipinas. Pero al regresar a España siguió con el empeño. Pedro Corro, prior de Marcilla en 1910, afirmaba que la devoción a san José era distintivo de la Recolección; por eso dice en la necrológica de fray Casildo:
La nota dominante en la fisonomía espiritual del hermano Casildo era el amor a san José. El hermano Casildo era en esto un Recoleto de cuerpo entero.