El 24 de abril, día de la conversión de san Agustín, la Fraternidad Seglar de Macuxtepetla, Hidalgo, México comenzó su andadura después de varios años de formación impartida por las monjas agustinas recoletas, cuyo convento se ubica en el mismo pueblo.
Difícil encontrar otro día tan señalado como el de la fiesta de conversión de san Agustín para un evento así, dado que san Agustín es el patrono de la parroquia del pueblo y el titular del convento de las monjas agustinas recoletas del lugar. Además, la nueva fraternidad estará bajo la advocación de san Agustín.
La renovación de las promesas bautismales de los nuevos fraternos fue motivo de gran fiesta para todo el pueblo. Siete de sus vecinos comenzaban con entusiasmo su andadura como fraternidad formalmente constituida, para la que sea habían preparado durante cinco años, al amparo del magisterio de las monjas recoletas.
El convento se vistió de fiesta. Las monjas aprovecharon la ocasión para renovar la capilla de la comunidad, reluciente de pintura y barniz y adornada exquisitamente con abundantes flores típicas del lugar. La Eucaristía la presidió fray Sergio Sánchez, agustino recoleto, acompañado del párroco del lugar, el padre Ángel Morfín, de cuatro sacerdotes más que sirven como capellanes de las hermanas y de un grupo de seminaristas diocesanos que ejercieron su función de servidores del altar en la celebración y algunas religiosas de otras congregaciones. Aunque la invitación a los familiares había sido limitada, los presentes sobrepasaban la centena de participantes.
Las costumbres de los pueblos originarios de la Huasteca no podían faltar; desde la víspera resonaron en el firmamento los cohetones que anunciaban que el pueblo estaba de fiesta. En la liturgia participó un grupo de danzas típicas en la procesión de entrada, en ofertorio y acción de gracias después de la comunión, cantando en náhuatl, su lengua originaria. Durante el ofertorio se puso corona a los nuevos fraternos y al presidente de la Eucaristía.
Después de la Eucaristía se degustó una comida con variados platillos típicos de la Huasteca, acompañada de música en vivo, a cargo del trío huasteco.
El presidente calificó la celebración como “una fiesta del Espíritu”, porque las monjas llevan poco más de cincuenta años en el lugar, y la fraternidad seglar era el reverdecer del carisma en la sierra hidalguense. Una fiesta del Espíritu que entendieron muy bien los representantes de las demás congregaciones religiosas presentes.
Mucho hay que agradecer a las monjas su constancia en el acompañamiento de la fraternidad. Ellas acogieron con entusiasmo el deseo del Papa de poner el carisma en manos de los laicos. La vida sigue; tres nuevos candidatos iniciaron su “tiempo de prueba”.