Radio América, emisora de la Archidiócesis de Vitoria (Espiritu Santo, Brasil), emite cada jornada de este mes el espacio “Abril con Cleusa”, dirigido y presentado por la misionera agustina recoleta Josefina Casagrande.
Radio América es la emisora de FM (91.1) de la Archidiócesis de Vitoria (Espiritu Santo, Brasil), y durante este mes de abril, aniversario del martirio de la misionera agustina recoleta Cleusa Carolina Rodhy Coelho (†28/04/1985), emite en torno a las ocho y media de la noche el programa “Abril con Cleusa”.
La directora y presentadora de este programa, la misionera agustina recoleta Josefina Casagrande, ha sido entrevista en esta misma emisora, en este caso en el programa “Entre Amigos”, en la sección denominada “Papo cabeça” (algo así como “conversación importante”).
Esta es la transcripción de esta entrevista que sirvió para presentar el programa “Abril con Cleusa”, a su directora y presentadora y, especialmente, a la protagonista principal por su testimonio de vida entregada hasta las últimas consecuencias, la hermana Cleusa.
Desde el inicio de abril hemos hablado mucho sobre la hermana Cleusa en las noches de la 91.1 FM. Sepamos hoy más detalles sobre Cleusa conversando con la hermana Josefina Casagrande. Bienvenida a Radio América, ¿puede presentarse a nuestros oyentes?
Buenas tardes, agradezco esta invitación porque hablar de la hermana Cleusa siempre es un honor y una responsabilidad.
Nací en 1946 en Forno Grande, una villa del interior del municipio de Castelo, estado de Espírito Santo, Brasil. Desciendo de una familia italiana de tradición profundamente católica. Todas las noches rezábamos el rosario y mi padre nos decía con frecuencia que cualquiera de nosotros podría ser sacerdote o religiosa si lo desease.
Conocí a las Misioneras Agustinas Recoletas (MAR) a través de los frailes agustinos recoletos de la Parroquia. Ya he cumplido 56 años de vida consagrada y no estoy arrepentida.
Durante este tiempo he trabajado con mi Congregación en Vitória (Espírito Santo, Brasil) y en Lábrea (Amazonas, Brasil) en dos periodos diferentes; por cierto, en el primero de ellos estuve conviviendo con la hermana Cleusa en esa comunidad.
También he vivido en Madrid (España) como miembro del Consejo General de las MAR, y en Argentina, donde con mucho dolor tuvimos que cerrar la comunidad. Pasé después por la misión de Itabuna (Bahía, Brasil) hasta diciembre pasado y ahora estoy en la comunidad que tenemos en el barrio de Tabajara de Cariacica (Espírito Santo, Brasil), en donde atendemos y cuidamos de nuestras hermanas mayores.
¿Por qué hablar de la hermana Cleusa precisamente en abril?
Cuando en 2019 vivía en Argentina me vino la inspiración de organizar “Abril con Cleusa” para toda la Congregación. La hermana Cleusa fue mártir, y el obispo Pedro Casaldáliga en las Romerías de los Mártires que organizó en Mato Grosso decía: “Un pueblo que olvida a sus mártires, no merece sobrevivir”.
Imagina si nos olvidásemos del principal mártir, Jesús. En la inauguración del Santuario de los Mártires Casaldáliga pidió muchas veces que recordásemos ese testimonio de entrega total.
Cleusa no pertenece solo a nuestra Congregación, ni siquiera solo a la Iglesia Católica, pertenece al mundo. No debemos guardar su legado solo para nosotros, sería egoísmo, sería encerrarnos, el bien debe ser compartido, su testimonio, el testimonio de Jesús y de tantos santos, debe ser compartido.
¿Cómo fue la vida y misión de la hermana Cleusa?
Cleusa nació en Cachoeiro de Itapemirim (Espírito Santo, Brasil) en una familia normal que, según las costumbres de la época, mandó a los hijos a la escuela y a la catequesis. Después que hizo la primera comunión, Cleusa se hizo asidua a participar de la misa de los domingos, incluso animaba y llevaba a su hermanos… Así conoció a los Agustinos Recoletos, que atendían su Parroquia, y decidió también unirse a la Pía Unión de las Hijas de María.
Durante uno de aquellos encuentros, asistió a una charla y vio unas diapositivas de la misión de Lábrea, en el Amazonas, lo que despertó en ella la llamada a ser misionera: “Quiero ser misionera en Lábrea”.
Cleusa era especialmente inteligente, estudió en la escuela pública y cuando terminó la Secundaria cursó Magisterio con tal rendimiento que recibió un premio por el que, sin concurso previo, podría escoger la escuela en la que quisiera trabajar.
Pero fue justo en ese momento cuando decidió hacerse religiosa y su familia, aunque no se lo prohibió, tampoco le apoyó mucho, porque pensaban que tras ganar ese premio especial por su rendimiento debería pensar en un futuro mucho más prometedor para ella.
Pero Cleusa estaba decidida y comenzó su proceso formativo en las Misioneras Agustinas Recoletas, primero en Niterói y luego en Colatina, donde profesó. Y su primer destino fue en Lábrea, en 1954, siendo aún muy joven. Eran los inicios de aquella comunidad del Amazonas. Y ella comenzó esa nueva misión con gran confianza, pensando que iba a ser importante para ella y para la Congregación.
Posteriormente fue destinada a estudiar letras anglogermánicas en Vitória. Pero no dejaba nunca de lado su faceta misionera y siempre se envolvía en proyectos pastorales que tuviesen que ver con los más pobres.
En Vitória, puerto importante, como ella sabía hablar portugués, español, inglés y alemán comenzó a atender a los migrantes que estaban en los suburbios de la ciudad buscando una vida mejor. También colaboró con el Instituto Braille apoyando a las personas ciegas, y con el Instituto Ecuménico.
Posteriormente fue enviada a Manaos, la capital de Amazonas, donde acompañó a los niños de la calle. Entre tanto, nunca dejó de trabajar como profesora con el objetivo de colaborar con el sostenimiento de su comunidad religiosa.
En aquel tiempo en Manaos tuve la oportunidad de acompañarla una vez a la Comisaría de Policía especializada en menores. En cuanto entraba todos los menores encausados le rodeaban y le pedían comida. Ella decía siempre: “Está bien, pero primero un poco de la merienda de la Palabra de Dios”. Entonces les leía un pasaje del evangelio y después repartía alimentos.
Después de esta temporada en Manaos volvió a ser enviada a Lábrea en el momento en que la Prelatura, en una Asamblea, asume la Pastoral Indigenista como prioritaria. Eran tiempos muy difíciles para los pueblos indígenas, que sufrían la constante agresión de quienes querían usar sus tierras para el beneficio económico.
Cleusa asume esta pastoral y comienza preparándose con diversos cursos ofrecidos por el Consejo Indigenista Misionero. Comenzó un plan de visita a las aldeas, conociendo cada etnia y sus características, su cultura y sus necesidades. Tuvo contactos directo con los pueblos apurinã, paumarí y jarawara.
La cultura apurinã tenía una enorme tradición de “pueblo guerrero”, temido por todos los demás indígenas. Cada aldea tenía su propio jefe y no era infrecuente que hubiese entre las aldeas más tensiones que colaboración.
Quienes deseaban aprovecharse de sus tierras usaron esta característica cultural para promover la división y las rencillas entre aldeas y jefes. Así que una de sus estrategias frecuentes era hablar mal a unos jefes y aldeas de los otros para sembrar discordia.
La otra estrategia que usaron era el engaño económico. Por aquel tiempo, la radio Rio Mar de Manaos anunciaba públicamente los precios oficiales de venta de los productos de la selva, como la castaña.
Sin embargo, cuando los apurinã llegaban al centro del municipio para vender los productos de sus aldeas, dado que no escuchaban o no entendían la radio, los comerciantes buscaban obtener más beneficios pagando menos de lo oficial.
La Pastoral Indigenista tenía acceso a esa información oficial de la Radio, así que tomaron por costumbre acompañar a los indios para que nadie los engañase. Cleusa era una habitual en estas negociaciones, que más de una vez acabaron con todos en Comisaría, porque los comerciantes ponían el grito en el cielo, denunciaban a las hermanas, generaban confusión.
Cleusa se fue ganando fama y la animadversión de quienes querían aprovecharse y dividir a las aldeas indígenas. Y en ese ambiente de “intentar quitarse de en medio” a la hermana, llegaron los hechos de su martirio.
Los comerciantes planearon matar al jefe de la aldea de Japiim, crimen que sería cometido por un indígena de otra aldea que ya había intentado recolectar castaña dentro de los límites de Japiim sin tener derecho a ello y tenía sed de venganza.
Cuando llegó a la Lábrea la noticia de que había un enfrentamiento en Japiim y de que había muertos, Cleusa adelantó un viaje que ya tenía previsto hacia esa aldea. La encontró vacía y con dos sepulturas nuevas. Siguió río arriba hasta encontrar alguien que le explicase lo ocurrido. Le dijeron que el jefe de Japiim había salvado la vida huyendo a la selva, pero su mujer y su hijo no lograron zafarse del ataque.
Al día siguiente Cleusa inició la vuelta río Paciá abajo y pasó de nuevo por Japiim, donde esta vez sí que encontró al jefe y pudieron hablar. Aunque estaba desolado, Cleusa le arrancó el compromiso de que no iniciar un río de sangre y odio para vengarse. También obtuvo conocimiento de quién había perpretado el crimen.
Cleusa siguió entonces el viaje hacia Lábrea, pero en el trayecto se encontró con el asesino. Ya se conocían. Cleusa, al ver el inminente peligro, manda a quien le acompañaba en la canoa lanzarse al agua y salvarse:
— “Tú tienes hijos para cuidar, vete ahora, yo voy a intentar hablar con él”.
Lo que sabemos fue gracias al testimonio de esta persona. No pudo ver toda la escena porque estaba escondido en el agua, pero sí escuchó los disparos y los gritos proferidos por el asesino.
El testigo consiguió llegar a Lábrea al día siguiente. Era domingo por la mañana. Por la tarde llegó a Lábrea, por otro cauce, el rumor de que Cleusa había muerto.
Su cadáver no fue encontrado hasta el viernes y solo el sábado el cuerpo pudo ser llevado a Lábrea. La autopsia reveló los disparos y señales de tortura y de desmembramiento.
El pueblo de Lábrea, de manera espontánea, se manifestó a favor de la hermana Cleusa, algunos incluso acusaron a las autoridades de estar detrás del crimen. Alguien puso una pancarta en el cementerio: “Hermana Cleusa, madre de los pobres y los oprimidos”.
Los días que duró la búsqueda y el modo como fue encontrado su cuerpo nos llenó de tristeza y dolor. Se generó debate en la ciudad. Algunos decían: “Se puso a trabajar para los indios, pues mira cómo acabó”.
Otras voces, como las de los misioneros del Consejo Indigenista Misionero, decían: “Esa muerte todavía va a dar frutos. No ha sido en vano, ha sido por la justicia, por los derechos. Hemos visto la pasión y muerte, pero aún veremos la Resurrección de Cleusa”.
Eso fue en abril de 1985. Incluso quien participó en las búsquedas, luego fue obispo.
Sí, fue en 1985 y por entonces el agustino recoleto Jesús Moraza era el vicario general. Justó ocurrió todo cuando el obispo, Florentino Zabalza, estaba de visita ad limina en Roma. El propio Zabalza antes de irse dijo “Espero que no tengamos noticias tristes, porque hay demasiados conflictos, voy preocupado”.
Jesús Moraza se encargó de organizar la búsqueda y él mismo encontró el cuerpo. Después fue nombrado obispo, ahora es obispo emérito y sigue viviendo en una comunidad rural de la Prelatura.
El año próximo será el 40º aniversario y se está pensando, por ahora, en organizar un un festival musical en Manaos, con una música sobre la hermana Cleusa hecha por Zé Vicente. Veremos si se consigue y si hay otras iniciativas.
¿Tendremos en el futuro una santa nacida en Espírito Santo?
Seguro que sí, la gente de hecho ya ha aclamado a la hermana Cleusa como mártir de la causa indígena. En la primera Romería de los Mártires que tuvo lugar en Mato Grosso un año después del asesinato de Cleusa, organizada por Pedro Casaldáliga, pidió que todos llevasen sus mártires y los presentasen.
Cleusa ya fue entonces presentada como “mártir de la causa indígena” y son muchos los que pidieron su intercesión para los pueblos indígenas. Y todo mártir es santo.
¿Cómo funciona el programa “Abril con Cleusa”?
Cada día se lee el texto del evangelio del día y se narra también algún comentario sobre la hermana Cleusa hecho por alguno de sus admiradores. Es una forma de mantener viva la memoria de Jesús a través del evangelio y la memoria y legado de la hermana Cleusa.
También es una forma de unirnos con los oyentes para rezar: se reflexiona al mismo tiempo sobre el evangelio y sobre una persona que vivió ese evangelio hasta las últimas consecuencias.
Cleusa era una mujer de Dios, ella rezaba mucho, llevaba a los indígenas a la capilla a rezar cuando los visitaba, era frecuente verla a ella misma en la capilla, conversando con Jesús.
Invito a todos a fortalecer la fe oyendo en Radio América todos los días a las 20:30 horas el programa “Abril con Cleusa”.
Que nuestra hermana Cleusa nos acompañe en nuestro peregrinar por este mundo que nosotros seamos un poco testigos de Jesús al igual que ella fue una testigo radical de Él.