El convento de San Agustín de los Agustinos Recoletos en Oxnard (California, Estados Unidos) alberga un espacio de promoción de la figura del “obispo de los hispanos”, un agustino recoleto que luchó por la dignidad y el reconocimiento de los hispanos en el país.
En Estados Unidos los llaman memorabilia: son objetos de interés que recuerdan a una persona o acontecimiento. En este caso la persona es el venerable fray Alfonso Gallegos (1931-1991), agustino recoleto, obispo auxiliar de Sacramento, California, llamado “obispo de los hispanos” por su dedicación más que especial a ellos.
Esta entrega intensa a evangelizar y a atender en todos los aspectos a un pueblo que ha sufrido con frecuencia discriminación en el país le llevó a ser considerado por la Iglesia de tal manera que está hoy en camino a la beatificación.
Precisamente con motivo del proceso de canonización, el año 2010 se exhumaron sus restos para ser trasladados a un lugar preeminente en la iglesia parroquial de la Virgen de Guadalupe de Sacramento. Los agustinos recoletos no quisieron que se perdiese, así que el antiguo ataúd fue enviado al convento de San Agustín de los Agustinos Recoletos en Oxnard, a 634 kilómetros al sur, todo dentro de California.
Las amplias instalaciones de Oxnard y la cercanía de otras parroquias atendidas por los Agustinos Recoletos hacían mucho más oportuno que hubiera aquí también un centro de difusión de la vida, testimonio y recuerdo del obispo Gallegos. Se añade el hecho de aquí hay una amplia comunidad hispana y que ya era un lugar de reunión y encuentro para promover la espiritualidad agustino-recoleta.
A partir de 2016, cuando la Iglesia reconoce a Gallegos por su vivencia de las virtudes cristianas reconociéndolo como venerable, se refuerza esta difusión. En el patio central del complejo se instala una escultura a tamaño natural del obispo, que acoge al visitante con una amplia sonrisa y un reconocible gesto de bienvenida.
Los promotores del proceso inician a su vez una campaña de recogida de artículos y se consigue un número suficiente como para una exposición permanente. Más allá de lo material, está la intención de dar a conocer qué hizo Gallegos, cómo lo hizo y qué testimonio deja a los cristianos de las nuevas generaciones en Estados Unidos.
Las vitrinas guardan una colección bastante heterogénea, amplia y variada, como es la vida misma. Destaca la indumentaria episcopal, tan vistosa: sotanas, roquetes, mucetas, mitras, bonetes… También abunda la ropa litúrgica, como albas, casullas, estolas y demás.
Hay mucho objeto devoto, como medallas, crucifijos, rosarios… Unos fueron de uso propio del religioso recoleto, otros regalados por él a fieles que ahora los han donado para promover su figura. Están también sus títulos académicos, sus diplomas y toda la documentación oficial que acompañó los diversos momentos de su vida.
Hay artículos de cierta envergadura: un hermoso sagrario portátil, el cajón que alojaba la pila bautismal usada en la parroquia de Cristo Rey (Los Ángeles), o el mismo primer ataúd donde fue enterrado y que fue el germen de esta recogida de memorabilia.
Otros muchos objetos hablan de su actividad pastoral o incluso de sus aficiones particulares: algún misal de letra grande para salvar los problemas de visión que tenía; sombreros, maracas o unas camisetas deportivas dedicadas a “Bishop Al” (obispo Alfonso). Destaca una pintura que representa a san Lucas pintando a la Virgen, obra de un preso atendido por él.
Todo el espacio expositivo está presidido por su lema episcopal: Love one another “Ámense unos a otros”. Y, como motivo repetido y común denominador, la imagen de la Virgen de Guadalupe, Madre de los hispanos en Estados Unidos y en el mundo entero.
Otra virtud rodea este espacio, y es que está presentado como un oratorio, con sus reclinatorios y las sillas para acomodar a grupos enteros. Más que saciar la curiosidad o ilustrar con nuevos conocimientos, el visitante está invitado a reflexionar y a orar, actividad que Gallegos sin duda recomendaría a cada visitante interesado en aprender de su vida.
El proceso de canonización de Alfonso Gallegos está en manos de Dios y solo tiene un motor, la oración de sus devotos. Y, más allá de todo eso, estando como está en la región de mayor densidad hispana de Estados Unidos, y por ser su protagonista uno de los hispanos más representativos, puede ser un instrumento de evangelización sumamente valioso.