Monasterio de Nuestra Señora de la Consolación. Wote, Makueni, Kenia. Agustinas Recoletas.

El color marrón de la tierra seca de los alrededores del monasterio de las Agustinas Recoletas de Wote (Makueni, Kenia) se ha convertido en un oasis. Lo ocurrido con las plantas simboliza bien el agarre del carisma agustino recoleto en los corazones.

Cuando las monjas Agustinas Recoletas de la Federación de España llegaron a Wote, (Makueni, Kenia) en mayo de 2008, su convento aún estaba en construcción y el terreno de la finca era de una estéril monotonía marrón, solo rota por alguna acacia que luchaba cada año por su supervivencia.

La implantación de la vida religiosa contemplativa agustino-recoleta en esta región de la Diócesis de Machakos bien puede simbolizarse con ocurrido en el terreno físico del monasterio. Con valentía y duro trabajo, con perseverancia y paciencia, el monasterio de Nuestra Señora de la Consolación es hoy un oasis verde que, además, reparte agua, que es vida, a sus vecinos.

Con varios proyectos y el encaminamiento de recursos solidarios de la Familia Agustino-Recoleta las monjas construyeron primero una presa para recoger aguas pluviales y perforaron nueve veces hasta encontrar el agua, añadiendo un sistema de filtración y desalinización.

La comunidad recoleta tiene hoy su alimentación asegurada con los cultivos de cebolla, tomate, pimiento, garbanzo, alubia, repollo, ciruela de Java, mango, naranja, guayaba, papaya y un tipo de melón local. Las dos vacas cuentan con pasto fresco y los cerdos, las gallinas y los conejos crecen bien alimentados. No solo eso, la comunidad vende producción a un hotel cercano por la calidad de su producto.

María José Vila, monja española fundadora del monasterio, plantó el primer gladiolo. Luego vinieron las buganvillas o las rosas. Las flores llamaron enormemente la atención de la población, poco acostumbrada a esa explosión de color y vida. Desde entonces, aseguran con firmeza que “las monjas han traído las lluvias”.

Otras tres hectáreas están dedicadas a un majestuoso bosque de abetos, pinos, cipreses y otras especies, que sirven de refugio a un considerable número de aves tales como estorninos, ibis hadada, drongos de cola bifurcada…

La comunidad contemplativa, además, hace vestimentas litúrgicas y hostias para las celebraciones litúrgicas para obtener los recursos necesarios para su mantenimiento. Son en total 14 miembros. Continúan dos de las monjas fundadoras, la española María José y la filipina Judith. Sor Victoria, keniata, también es monja de votos solemnes, mientras que Josephine espera hacer la profesión solemne el año próximo.

El resto de la comunidad lo componen tres novicias, una postulante, cinco aspirantes y una joven en el primer proceso de discernimiento vocacional. Desde la fundación de este monasterio, casi una veintena de monjas keniatas han reforzado las comunidades de varios monasterios en España.

Dentro de este ambiente de arraigo y crecimiento, la comunidad ha recibido recientemente con la colaboración de ARCORES, Red Solidaria Internacional Agustino-Recoleta, un vehículo todoterreno. La Providencia quiso que llegase al monasterio justo después de la Solemnidad de San José, patrón de la Familia Agustino-Recoleta.

Como todo en África, la llegada del vehículo no ha estado exenta de aventuras. Aunque ya está seguro en el garaje del monasterio, en realidad llegó al país a mediados de enero y fue retenido por los trámites interminables de la aduana, de los sistemas informáticos que caían, de la exigencia de nuevas tasas o la aparición de nuevos gravámenes inesperados, las primas del seguro…

La primera semana en Wote, adonde llegó desde Mombasa tras seis horas de traslado, el Toyota Land Cruiser blanco quedó aparcado a la espera de finalizar los trámites de matriculación y recibir las placas definitivas, porque usar las provisionales implicaba un pago diario de 5.000 chelines (35€).

Este vehículo servirá para repartir más rápido y con menos coste operativo la producción de la huerta, del taller de costura y del obrador de hostias litúrgicas, así como para la intendencia del propio monasterio. Por eso la comunidad lo recibió con alegría, al ritmo cadenciado de tambores, panderetas y kayambas.