Agustinas Recoletas visitan el "Niño de Turkana" en Nariokotome, Kenia.

El monasterio contemplativo de Lodwar (Turkana) está situado a 140 kilómetros del lugar arqueológico Nariokotome, uno de los más importantes para la paleontología y que ha permitido conocer mucho más de nuestro pasado y de nuestros antepasados.

En la región de Turkana, en el norte desértico de Kenia, hay una comunidad de Agustinas Recoletas contemplativas pertenecientes a la Federación de Agustinas Recoletas de México. El complejo del Monasterio de San Agustín cuenta con una capilla, las habitaciones, los espacios comunes y los lugares de trabajo de las monjas, estructuras rectangulares y sencillas de piedra y cemento. También está el edificio Santa Rita, de dos pisos, más nuevo y acogedor, destinado a retiros y reuniones.

El calor es en la región fuerte y continuado. Las paredes, los suelos, los techos y hasta el mobiliario están siempre como recién salidos de un horno, retienen el calor durante toda la noche. La vida cotidiana en Turkana, también las monjas, no es fácil ni confortable.

La dieta habitual de las monjas consiste en frijoles, maíz y trigo y, ocasionalmente, carne o pescado. En la zona se encuentran plátanos, mangos y naranjas autóctonos, pero la tierra es implacable, los lugareños se refieren a ella como “lugar de espinas”.

Las monjas pusieron en su complejo un huerto que al principio dio frutos prometedores. Con el paso de los años, el suelo se volvió improductivo progresivamente. El agua tiene un importante grado de salinidad y el suelo se endurece hasta convertirse en arcilla.

Para ganarse la vida, las Agustinas Recoletas cosen vestimentas litúrgicas y hacen hostias. Además, un grupo de amigas españolas bienhechoras encargan a las monjas uniformes infantiles que luego donan a guarderías.

En 2018 y a menos de 30 metros de profundidad se descubrió agua en el complejo del monasterio, en una región en la que normal es que no aparezca antes de los 70 u 80 metros, y normalmente a varios cientos.

África Oriental está considerada por los paleontólogos como la cuna de la humanidad. En Etiopía y Kenia se han encontrado los restos de homínidos más antiguos y todo indica de que desde esta zona comenzaron las migraciones humanas que, en el transcurso de milenios, acabarían por alcanzar todo el planeta, excluida la Antártida.

En Nariokotome, a 140 kilómetros al norte del monasterio de Lodwar, se encontraron algunos de los esqueletos más completos con que contamos para conocer nuestro pasado, incluido el llamado “niño de Turkana”, cuyo estudio ha proporcionado un gran conocimiento de la fisiología humana temprana.

El sábado 9 de marzo la comunidad contemplativa, a las 5:30 de la mañana, acompañada por el agustino recoleto René Paglinawan, que les impartía un retiro espiritual, iniciaron el camino desde su convento hasta el lugar arqueológico. Un todoterreno cedido por amigos del monasterio permitió el viaje, integralmente por caminos de arena llenos de baches.

Amos, el conductor del vehículo, tuvo que ir pidiendo señas y direcciones a los lugareños, hasta que llegaron al lugar. Después de regatear un precio, como es costumbre, a la anciana que guardaba la llave del portón, ingresaron en el lugar.

Aquí se descubrió el 23 de agosto de 1984 un esqueleto casi completo (solo faltan manos y pies) de Homo ergaster que data de entre 1,5 y 1,9 millones de años (inicios del Pleistoceno). Al momento de morir tenía entre 11 y 12 años y medía 160 centímetros. En inglés, swahili y turkano se puede leer un cartel:

“Este monumento celebra el origen africano de todos los pueblos del mundo. El descubrimiento fue realizado por Kamoya Kimeu en colaboración con Richard Leakey y un equipo de los Museos Nacionales de Kenia”.

La pelvis lo identificó como varón, y el análisis de sus huesos, en especial los alargados fémures que aún no se habían osificado completamente, reveló su estatura, la máxima a la que crecía el Homo ergaster, cuyo desarrollo ontogenético era más rápido que el nuestro.

Sus costillas son sorprendentemente semejantes a las del humano moderno, así como su configuración raquídea. El “niño” tenía una escoliosis muy probablemente debida a un accidente; su capacidad neurocraneal era de 880 cm³ y en estado adulto hubiera alcanzado en torno a 910 cm³. El promedio del humano actual es de 1350 cm³. Se trabaja con la hipótesis de que su muerte fue debida a una septicemia por la infección de un molar.

El yacimiento está muy próximo al lago Turkana, con sus aguas esmeraldas, que fue la siguiente visita de la comunidad monástica, que regresó a su monasterio para almorzar.