Así lo calificó monseñor Nicolás Shi a este testigo de la fe probada, que comenzó a beber en el seno familiar, pues su padre Pablo fue catequista en su propio pueblo Kuoho Siayihsien.
El padre Pedro Kuo, fue el más joven de los recoletos sacerdotes cuando expulsaron a los misioneros agustinos recoletos de Kweiteh. En las siguientes palabras de monseñor Nicolás Shi, se puede apreciar la grandeza de este religioso y la alta estima que de él tenía el santo obispo:
El padre Kuo murió joven, en el pleno florecimiento de su vida. ¡Qué lástima! Cuantas veces recuerdo su muerte, más me hace llorar. Puedo decir que el padre Kuo era la gloria de la Iglesia de Shangqiu y el honor de nuestra Orden. La muerte del padre Kuo fue una gran pérdida para la Iglesia y para nuestra Orden. Cuando estaba en el tribunal, nunca dijo una palabra que profanara a la Iglesia o a su clero.
El padre Pedro nació el 19 de enero de 1924 en Kuoho Siayihsien. Sus padres eran Pablo y Teresa. Su padre debió de ser catequista y jefe de la comunidad de su pueblo, ya que, como su hijo recordará en su esquela, su padre dedicó su vida a la difusión de la doctrina sagrada.
Viniendo de una familia de profunda tradición católica, Pedro Kuo entró en el seminario menor de San Agustín desde niño y el 15 de julio de 1940 sería admitido al noviciado de la Orden tomando el hábito de manos del prior general Leoncio Reta, junto con Marcos She. Profesaría como religioso un año más tarde, el 16 de julio de 1941. Hizo la profesión solemne el 20 de enero de 1945.
En marzo de 1948 el prior provincial realizó la visita canónica. Gran preocupación del provincial era la suerte que pudieran correr los seminaristas chinos, de ahí que se consultase con los religiosos venidos de la misión sobre la resolución que había que tomar en aquellas circunstancias, a fin de que pudieran continuar los estudios eclesiásticos con tranquilidad. Se resolvió trasladar a todos los religiosos que realizaban los estudios teológicos al colegio misional de los padres dominicos de Hongkong, dejando a los diocesanos en el seminario mayor de Kaifeng.
De ese modo, a mediados de agosto de 1948, Pedro Kuo y el resto de formandos salieron de la misión acompañados de sus formadores. Llegaron a Shanghái, y de allí, junto con su maestro, el padre Francisco Lizarraga, partieron para Hongkong haciendo una pequeña escala en la isla de Formosa (Taiwán). Llegaron a Hongkong el día 2 de septiembre y fueron recibidos por el obispo electo de la diócesis de Amoy, monseñor Juan Bautista Velasco Díaz, religioso dominico, por el prior del convento A. Valbuena y el procurador de la casa, quienes los condujeron al colegio misional de Rosary Hill.
Fuimos recibidos por toda la Comunidad con aquella familiaridad y cariño propios de los Religiosos, como si fuéramos hermanos de su Orden. No encuentro palabras para expresar y agradecer el buen trato que dan a estos Recoletos.
Junto con los seminaristas, fueron también a Hong-Kong dos de los tres recién ordenados sacerdotes chinos (José She y Lucas Wang), para completar estudios y asistir a las clases de misionología que se impartían allí a los sacerdotes. Pedro Kuo, Marcos She y José Wang, que estaban ya en el último año de teología, se ordenarían diáconos en Hong-Kong en septiembre de 1949 y de ahí fueron trasladados a Manila, donde sería ordenados sacerdotes el 3 de marzo de 1950.
Al entrar monseñor Arturo Quintanilla en la misión después de su consagración episcopal, viendo que en el tiempo que llevaban los comunistas en la ciudad de Kweiteh no habían molestado a los misioneros mayormente y que permitían las celebraciones cultuales, creyendo que esa situación continuaría así, pidió a los superiores, con toda la mejor voluntad, que mandaran volver a la misión a los cinco sacerdotes chinos residentes en Manila: José She, Lucas Wang, José Wang, Marcos She y Pedro Kuo. Los superiores accedieron a la petición. Los dos más jóvenes, Marcos She y Pedro Kuo, fueron enviados a Pekín, a la universidad católica “Fu-ren”, para completar estudios en literatura china en el Colegio Sínico. Kuo, al no pasar el examen de ingreso, fue destinado a Shanghái como viceprocurador y párroco, para que, en vista de la próxima expulsión de los extranjeros, se hiciera cargo de los asuntos de la procuración.
Quedó en Shanghái como vice-procurador y párroco de la parroquia de Vía Xian-Shai (la capilla de la residencia agustino-recoleta tenía rango de Parroquia de la Archidiócesis de Shanghái) y asistente de la Legión de María, dirigiendo a los miembros a ejercitar todas las obligaciones y actividades que el manual de la Legión exige. En su labor pastoral con los parroquianos y los miembros de la Legión mostró su celo apostólico, su intrépida fe y su ingenio en el ministerio. Obtuvo muchos éxitos pastorales y se ganó la estima de los cristianos porque era un sacerdote bueno y celoso, fiel a la Iglesia Católica y a la Santa Sede.
Convencidos de que los misioneros extranjeros eran el sostén de los sacerdotes chinos y que se les debía el hecho de que la iglesia patriótica no prosperara, los comunistas iniciaron una campaña de desprestigio y falsas acusaciones contra los misioneros extranjeros presentes en Shanghái en agosto de 1953. Encarcelaron a unos treinta de ellos bajo cargos de espionaje y actividades contrarrevolucionarias.
Tras la campaña contra los extranjeros, los comunistas intentaron convencer a los sacerdotes chinos para que se unieran a la Iglesia Nacional Patriótica. Una vez al mes durante dos años el padre Pedro Kuo era convocado por la policía a encuentros de adoctrinamiento. Él permaneció siempre fiel y siempre dio su negativa a unirse a la Iglesia Patriótica.
Tras el fracaso de esta campaña, en la noche del 8 de septiembre de 1955 llegó el golpe de fuerza contra la Iglesia Católica en Shanghái, encarcelando a los obispos, sacerdotes, párrocos y dirigentes seglares de las asociaciones y juventudes católicas.
A las once de la noche de aquel día entró la policía en la procuración y arrestaron al padre Kuo e hicieron un registro de su cuarto, donde encontraron bonos del gobierno, algo de oro, dinero, etc. Al ver aquello dijeron que financiaba la contrarrevolución. En un par de horas, terminado el registro, el subjefe sacó un oficio del gobierno comunista en el que se ordenaba la detención del padre Kuo por anticomunista, contrarrevolucionario, espía del Vaticano, de los Estados Unidos, etc. Todo silenciando, la única causa verdadera era la negativa del padre Kuo a colaborar con la Iglesia Patriótica Nacional, patrocinada por los comunistas.
En los numerosos y extenuantes interrogatorios a los que fue sometido posteriormente, así como en los juicios públicos y privados, dio siempre prueba de fidelidad heroica.
– «El Papa, le decían los comunistas, es un imperialista e invasor cultural.
– El Papa, contestaba intrépidamente el padre Kuo, no es nada de eso, es el jefe de la Iglesia Católica”.
– ¿No quieres separarte, le preguntaban, de un invasor?
– No, les respondía, no puedo separarme de él porque es el centro del catolicismo. Sin él no puede existir la religión verdadera».
Estuvo en la cárcel dos años hasta que salió la sentencia de condena a exilio en las minas de Qinghai por quince años. Allí se encontraron él y el padre Lucas Yuo. Fueron providencialmente destinados a portar la misma vara de la que pendía la cesta en la que transportaban el mineral. No se dieron a conocer en público por temor a que los separaran. La compañía les procuraba consuelo recíproco. El saludo era una sonrisa. Los trabajos forzados, penosos, sin descanso y con muy poca comida hicieron que, en 1958, con la gran hambruna, el padre Kuo falleciera de hambre, frío y fatiga.