Joaquín Peña Lerena fue el misionero dedicado especialmente a la formación de seminaristas y religiosos en Shangqiu, actividad que, al regresar a España, siguió realizando durante muchos años en el monasterio de San Millán (La Rioja, España). Religioso humilde y de reciedumbre espiritual.
Joaquín Peña nació el 3 de marzo de 1903 en San Millán de la Cogolla. Tuvo dos hermanos menores, Constancio y Pedro, que también serían religiosos agustinos recoletos. Durante su adolescencia, era de constitución débil y sufría frecuentemente de problemas oculares.
El 18 de enero de 1920 hizo su profesión religiosa. Desde sus primeros años como religioso, el padre Joaquín Peña se mostró modesto y de porte grave. Destacó en sus estudios filosóficos y teológicos debido a sus grandes cualidades intelectuales y llegó a poseer un amplio conocimiento de doctrina eclesiástica.
Después de ser ordenado sacerdote el 20 de marzo de 1926, fue enviado a las islas Filipinas, y residió en Manila durante dos años.
Con motivo de la erección de la misión de Kweiteh [=Shangqiu] como Prefectura Apostólica, el padre Francisco Javier Ochoa solicitó al prior provincial nuevos misioneros para la Prefectura Apostólica de Kweiteh. Los padres Joaquín Peña y Arturo Quintanilla se ofrecieron como voluntarios y fueron enviados a esta nueva misión.
El padre Joaquín Peña llegó a la misión el 8 de julio y su principal tarea, al igual que la de sus predecesores, fue estudiar el idioma chino. Sin embargo, esta vez no contó con la ayuda del veterano padre Cattaneo del Vicariato de Kaifeng. En su lugar, el padre Mariano Alegría se encargó de su formación propedéutica. En abril de 1929, fue enviado a la recién abierta misión de Yucheng junto con el padre Mariano Gazpio para consolidar y profundizar en el estudio del idioma chino y colaborar en la labor apostólica.
A pesar de un comienzo difícil, el padre Gazpio y el padre Joaquín Peña, junto con la ayuda de dos sirvientes y dos cristianas locales, se dedicaron a rogar día y noche por la transformación moral de las personas y su apertura al Evangelio. A partir de ese momento, la asistencia a la misión aumentó y la fe, aunque aún débil, comenzó a arraigar en los corazones de la gente, mientras abundantes gracias eran derramadas desde el cielo sobre aquellos humildes y necesitados fieles.
El padre Joaquín Peña era un religioso piadoso, de carácter dulce y suave, destacando en las disciplinas eclesiásticas debido a su amor por la ciencia, su prudencia y su sabio consejo. Por estas cualidades, fue elegido para encargarse de la formación de la juventud y el 25 de septiembre de 1930, se trasladó a la Casa Central de Kweiteh para hacerse cargo del seminario, donde enseñaría latín, filosofía y teología.
El seminario era un lugar bien acondicionado, con sala de estudio, aulas, refectorio, dormitorios, sala de recreo y habitación para el rector. En el exterior, había un hermoso patio iluminado donde los niños jugaban al fútbol y cultivaban un jardín.
En 1932 había solamente catorce seminaristas; uno, José Shan, que venía de estar ocho años en el seminario de Kaifeng y que llegaría a ser el primer religioso chino y el primer sacerdote indígena de la misión.
En 1935, además de su labor como rector, los superiores de la Orden le asignaron la tarea de ser maestro de novicios y director espiritual de los religiosos chinos que ingresaron en la Orden en esos años. También fue consejero del obispo, director espiritual de religiosas y confesor de la Santa Infancia, además de atender a los fieles en general. Esta inmensa y fecunda labor la realizó siempre de un modo callado, sencillo y humilde.
En 1937 fue propuesto para tomar parte de la terna para el cargo de Vicario Apostólico, pero se quedó fuera de la terna definitiva ya que en la larga encuesta llevada a cabo por el delegado apostólico monseñor Zanin, quedó en el cuarto puesto habiendo sido incluido en la terna de siete de los dicisiete encuestados.
En 1938, la invasión japonesa llegó a Henan y el 20 de mayo la ciudad de Kweiteh fue bombardeada. En previsión de la llegada de los japoneses, el padre Ochoa envió a los seminaristas con el padre Pedro Colomo, médico de la misión, a Seliulouw, uno de los distritos más alejados y menos peligrosos. De esta manera, los seminaristas podrían estar mejor instalados y protegidos. Se temía que, si se quedaban en Kweiteh, los japoneses los confundieran con soldados chinos y pusieran en peligro sus vidas.
Los religiosos, las monjas y las niñas de la Santa Infancia abandonaron la misión y buscaron refugio en un hospital protestante, siguiendo la invitación de los médicos. Para proteger la misión, los padres Mariano Alegría y Joaquín Peña se quedaron en la ciudad.
Después de unos días de bombardeos, el 29 de mayo, los soldados japoneses entraron triunfantes en Kweiteh. Al ver que los soldados japoneses saqueaban las misiones y las residencias extranjeras, y que sus vidas estaban constantemente amenazadas, los padres Mariano Alegría y Joaquín Peña decidieron abandonar la ciudad y unirse al resto en el hospital. Cuando, finalmente, pudieron regresar a la casa central el 2 de agosto, encontraron todo completamente saqueado. El día 13 de agosto los seminaristas regresarían a la misión.
El edificio del seminario menor, tras los destrozos producidos por los bombardeos, se derrumbó y se construyó uno de nueva planta que sería el definitivo. El nuevo seminario no destacaba ni por sus dimensiones ni por su arquitectura, sino que se distinguía por su solidez, sencillez interna y externa, por su capacidad suficiente para bastantes años; gozaba de luz abundante, así como de dormitorios bien aireados y soleados. Se aseguraba el buen funcionamiento de la vida religiosa y cultural dentro del mismo. Hubo un gran número total de aspirantes, y muchos tuvieron que quedarse fuera ya que no había dinero ni espacio para acogerlos a todos. En todos los años del seminario pasaron por él entre sesenta y setenta seminaristas, de los que llegaron a ordenarse diecisiete.
En 1947, el padre Joaquín Peña, enfermo, regresó a España, se estableció en San Millán y en 1948 pasó a formar parte de la Provincia de San José, residiendo en el monasterio de San Millán (La Rioja), donde ejerció durante muchos años el cargo de maestro de novicios y de profesos, dejando huella profunda en los formandos por su honda espiritualidad, su humildad y su sabiduría.
A partir del año 1969 se convirtió en el custodio solícito del archivo, biblioteca y del tesoro artístico del monasterio. A partir de esta fecha dedicó parte de sus energías a la investigación y publicación de artículos en diferentes revistas. En 1977 fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Joaquín fue hombre de oración, a la que dedicaba muchas horas, y fiel cumplidor del “ordo” del monasterio. Tras una corta enfermedad falleció en Logroño el 31 de enero de 1983.