Recordatorio de la muerte de don Pablo Kuo en 1952, padre de fray Pedro Kuo, testigos de la fe

“Mi distinguido padre, Kunshan, de nombre cristiano Pablo, originario del condado de Xiayi, en la provincia de Henan, que a lo largo de su vida se dedicó a difundir la fe cristiana”, dejó este mundo en 1952.

Es ese fragmento o esa prenda que queda sobre las aguas, señalando el sitio del hundimiento recién ocurrido. La vorágine comunista acaba de engullir todo lo que suena a religión, a cristianismo, y sobre la marejada que se asienta queda una simple estampa con dos caras bien diferentes. En el anverso sorprende la imagen a color de un Ecce Homo de Murillo (Foto Anderson, Serie A, N.43). Por detrás, una leyenda en chino, sumamente sobria, en negro intenso.

A medida que desciframos el texto chino, vamos comprendiendo: es un recordatorio fúnebre. Bajo la cruz centrada que lo preside, se lee:

Que el Señor le conceda la paz eterna y lo ilumine con su luz perpetua.

Mi distinguido padre, Kunshan, de nombre cristiano Pablo, originario del condado de Xiayi, en la provincia de Henan, que a lo largo de su vida se dedicó a difundir la fe cristiana, lamentablemente, se despidió de este mundo para siempre el 16 de diciembre de 1952, a la edad de 65 años.

Rogamos a todos los amigos y seres queridos que eleven oraciones para que pueda entrar pronto en el Reino celestial.

Tanto en vida como en muerte, igualmente recordado.

Su afligido hijo Guo Yongle, el último de los sacerdotes, le llora sinceramente.

Un recordatorio y un homenaje a su padre de parte de Guo Jongle, que no es otro que el agustino recoleto Pedro Kuo. Con una fecha concreta, la de fallecimiento del padre, el 16 de diciembre de 1952. No sabemos cuánto tiempo pasa hasta que se imprime la estampa.

En todo caso, si miramos el cronograma de la Misión de Shangqiu, nos damos cuenta de que estamos en un momento crítico: para estas fechas apenas hay entradas ya, y las que aparecen suelen alinearse en un siniestro listado de arrestos, encarcelamientos, condenas y muertes. Mientras que, en las anteriores, de los años 1951-1952, se repite una y otra vez la expresión entrecomillada “pide salir de China” referida a los misioneros españoles. El recordatorio marca la línea divisoria entre dos etapas contrastantes de la Misión: la luminosa de la construcción y otra de ocultamiento y catacumba.

En este momento Pedro Kuo ya no se encuentra en la Misión, adonde seguramente tampoco ha podido desplazarse para el funeral de su padre. Desde su ordenación sacerdotal, en 1950, reside en Shanghai, encargado de la procuración de los bienes de la Provincia de San Nicolás de Tolentino. En los dos años que lleva residiendo allí, ha visto cómo se iba cerrando la tenaza comunista también sobre la ciudad portuaria.

Después, en 1953, será testigo de primera fila de la campaña de desprestigio y falsas acusaciones contra los misioneros extranjeros aún residentes allí, hasta el punto de encarcelar a una treintena de ellos, acusados de espionaje y actos contrarrevolucionarios. Y él no se librará de la persecución, igual que los otros sacerdotes y religiosos chinos. Una vez al mes, durante dos años, será convocado por la policía a encuentros de adoctrinamiento. Aunque él siempre se negará a unirse a la “Iglesia patriótica”, bajo el control del Gobierno. Hasta que, en la noche del 8 de septiembre de 1955 llega el golpe de fuerza contra la Iglesia Católica en Shanghái y son encarcelados todos los obispos, sacerdotes y dirigentes seglares de las asociaciones católicas.

Decíamos antes que este recordatorio es también un homenaje de Pedro a su padre, que a lo largo de su vida se dedicó a difundir la fe cristiana”. Seguramente, Pablo Kuo había consagrado buena parte de su larga vida –65 años– a ser catequista o jefe de cristiandad en Xiayi. De él, seguramente, podrían hablar mucho los recoletos Julián Sáenz y Pedro Colomo, misionero allí el primero durante 15 años (1925-1940) y alrededor de siete (1940-1947) el segundo.

En el fondo, tanto ellos como los demás misioneros y cuantos colaboraron con ellos, son homenajeados aquí. Y esa cruz enorme de la cabecera de nuestra estampa se yergue sobre toda una etapa de la Misión de China, al tiempo que también preside la época de los mártires, que ahora llega.