Luis Arribas Martínez

El padre Arribas, “dotado de auténticas cualidades apostólicas, era amado tanto por sus compañeros misioneros como por los católicos y hasta por los paganos. Siempre manifestó un amor caritativo, atención y amabilidad hacia los paganos, especialmente hacia los pobres y los jóvenes”. Así lo describe el agustino recoleto José Manuel Romero, autor de este artículo.

Luis Arribas Martínez nació el 1 de junio de 1900 en Monteagudo, Navarra. Ingresó al Colegio preparatorio de San Millán de la Cogolla (La Rioja, España) a los diez años y realizó su profesión religiosa en 1916 después de un año de noviciado en Monteagudo. Fue ordenado sacerdote el 11 de febrero de 1923 y, a finales de ese mismo año, partió hacia Filipinas.

Al llegar a Manila, se le invitó a unirse a la primera misión a China, lo que aceptó. Junto con sus compañeros, llegó a la misión de Kweiteh el 4 de abril de 1924. Durante los primeros meses, se centró fundamentalmente en estudiar el idioma chino. Luego, por decisión del obispo, los misioneros fueron enviados en parejas a diferentes subprefecturas para establecer puestos misionales.

El padre Arribas permaneció en Kweiteh por un tiempo para acompañar al padre Ochoa y dar la bienvenida y guiar a los compañeros de la segunda expedición en sus primeros pasos en China. En diciembre de 1924, junto al padre Sabino Elizondo, se dirigieron a Palichoang para fundar allí un puesto misional.

En Palichoang alquilaron una pequeña casa de paja como residencia para los misioneros, aunque el pueblo era pequeño, de no más de mil habitantes. En 1927 ya contaba con unos doscientos cristianos, incluyendo al alcalde del pueblo.

El padre Arribas no solo era músico, sino también un artista creativo. Diseñó la imagen de San Agustín que se encontraba en la Casa Central de la misión y, en 1926, propuso el nombre «¡¡¡TODOS MISIONEROS!!!» para la revista misional de la Prefectura. Además, creó un diseño de portada para la misma.

Al final de 1927 el padre Arribas fue destinado a abrir un puesto misional en Kuowa, desde donde atender a la subprefectura de Yungcheng. Adquirió un terreno en Yungcheng con el propósito de construir una misión allí, pero enfrentó dificultades que requirieron la intervención del gobierno de Nanking. Una vez resuelto este asunto en 1934, el misionero trabajó incansablemente y logró formar una sólida comunidad cristiana con la ayuda de los catequistas.

El padre Arribas se destacaba entre los misioneros por su profundo amor hacia los chinos, lo que le llevaba a comprender y aceptar sus peculiaridades. Además, su gran afabilidad, misericordia, ingenio y fervor incansable por difundir la palabra de Dios produjeron numerosas conversiones. Dotado de auténticas cualidades apostólicas, era amado tanto por sus compañeros misioneros como por los católicos y hasta por los paganos. Siempre manifestó un amor caritativo, atención y amabilidad hacia los paganos, especialmente hacia los pobres y los jóvenes.

La época de Vicariato Apostólico de la misión en Shangqiu estuvo marcada por la invasión total y sistemática de China por parte del Japón en los años 1937 y 1938. La guerra provocó una gravísima situación de mortandad y de grandes movimientos de refugiados, cientos y miles de hombres que huían de la guerra en busca de protección para sus personas y sus bienes.

La misión de Yungcheng, destacó entre todas, hasta el extremo de que, una vez entraron los invasores, no quedaba nadie fuera de los límites de los terrenos de la misión. Esta situación se prolongó durante más de dos meses. Solamente la cuestión de la alimentación de esos miles de personas creaba una situación terrible, difícil de explicar con palabras. Repartieron a manos llenas cuanto tenían en casa y luego, cuando ya no había reservas, hubieron de entrevistarse con los vencedores con el fin de pedirles ayuda para remediar aquella necesidad.

Pero tras la invasión, fueron cientos y miles los que no pudieron volver a sus casas, teniendo que vagar viviendo de limosna, acogiéndose a los muros protectores de la ciudad para salvar la vida de manos de los bandidos. Las dificultades económicas y de abastecimiento, el encarecimiento de los precios, así como la rapiña y el saqueo por parte de los guerrilleros y bandidos de diversa condición, hicieron que aquellas multitudes abandonadas fueran presa del hambre. El padre Arribas acogió a cuantos buscaban refugio y protección en la misión, y atendió a cuantos enfermos y moribundos pudo, sin distinción de personas.

El distrito de Yungcheng reconoció de modo solemne todo el trabajo de caridad del padre Arribas, trabajo que quedó grabado para inmortal memoria en una estela de piedra que decía:

Este misionero, Lei See-tsung (padre Arribas), vino desde Europa a Yungcheng a extender la Religión Católica y, con el único ideal de bondad y misericordia, ha trabajado en su Misión de salvación universal con suma laboriosidad y diligencia durante 20 años. No sólo los cristianos sino también los paganos están agradecidos inmensamente, ya que, al sobrevenir el nuevo orden de cosas, el Padre noche y día se sacrificó en salvar nuestras vidas y buen nombre, de suerte que no podemos ponderarlo debidamente. Por eso, considerándolo naturalmente como la estrella de la felicidad de nuestro camino, lo amamos como a nuestros padres, lo seguimos como a nuestra inteligencia. Todos estos pensamientos los grabamos en esta estela, no sólo con el vehemente deseo de dar a conocer el esplendor de la Iglesia Católica sino también de agradecer los beneficios recibidos del Padre. Y por cuanto no podemos manifestar suficientemente estos sentimientos, por eso, tú, estela, sirve de recuerdo.

En 1947, tras la renuncia de monseñor Ochoa como obispo de Kweiteh, el Consejo presbiteral de la Diócesis eligió varias veces al padre Arribas como vicario, pero rechazó la elección en todas las ocasiones. Finalmente, el padre Quintanilla fue elegido.

El papa Pío XII eligió a Luis Arribas como nuevo obispo de Kweiteh. Sin embargo, Arribas debía confirmar primero si aceptaba el cargo. Las cartas enviadas para conocer la aceptación o renuncia de Arribas tardaron cuatro meses en llegar. Durante ese tiempo, el internuncio apostólico, monseñor Antonio Riberi, al no recibir noticias, anunció apresuradamente la elección de Arribas como obispo de Kweiteh y le envió una carta felicitándolo.

Arribas respondió explicando que, después de considerarlo detenidamente, no se veía capacitado para el cargo, manifestando al mismo tiempo que, si a pesar de todo lo expuesto, el Santo Padre insistía en su nombramiento, obedecería hasta la muerte, aunque en contra de su opinión y voluntad. A pesar de esto, el internuncio le instó a tomar posesión de la Diócesis y posponer su consagración hasta recibir la determinación final de Roma.

Arribas no pudo trasladarse a Kweiteh debido a la falta de permiso policial. En su lugar, nombró a Arturo Quintanilla como vicario general, quien asumió el gobierno hasta que él mismo fue elegido y nombrado obispo en substitución de Arribas.

En 1948, la mayoría de las misiones de la Diócesis cayeron bajo el control comunista y en 1949, la ciudad de Yungcheng fue asaltada. A pesar de enfrentar peligro y dificultades, el padre Arribas sobrevivió milagrosamente, ya que, cuando les abrió la puerta de la misión, aun cuando le dispararon a bocajarro, no llegaron siquiera a herirlo. Ocuparon la iglesia como prisión, y el padre Arribas tenía que celebrar misa en un cuarto que tenía para los trastos. En otros sitios prohibieron a los fieles ir a la capilla a rezar.

En 1952, se vio obligado a abandonar China y regresó a España, residiendo en los colegios de Lodosa y Valladolid, ya como profesor, ya como vicedirector y director.

Luis Arribas Martínez falleció el 3 de febrero de 1970, dejando un legado de dedicación y servicio a la misión católica en China. Su trabajo misionero y su compromiso con los más necesitados lo convirtieron en un ejemplo de caridad y entrega.