Lucas Yuo (1º izq.)

El padre Lucas Yuo, fue uno de los primeros religiosos chinos de la Orden de Agustinos Recoletos. Su vida religiosa y sacerdotal estuvo marcada por un martirio prolongado en las minas de Qinghai, donde sufrió trabajos forzados hasta morir de agotamiento y hambre en condiciones inhumanas.

Nacido el 28 de abril de 1917 en Palichoang, Lucas Yuo, con ya siete años, fue uno de los niños curiosos que rodearon a los recién llegados misioneros agustinos recoletos como si fueran héroes caídos de otro planeta. La comunidad de Palichoang mostró una disposición favorable para abrazar el cristianismo y, gracias a ello, la comunidad de Palichoang creció rápidamente en número de cristianos y se construyó una hermosa iglesia para albergar a todos los fieles. La fe católica florecía cada día más en esta próspera y prometedora misión.

La formación del clero indígena en China era crucial, por lo que se estableció un seminario en Kweiteh (=Shangqiu) donde los religiosos enviaron de cada puesto de misión a los jóvenes más aptos. Lucas Yuo, a sus doce años, fue uno de los jóvenes seleccionados de la misión de Palichoang. Bajo la dirección del padre Joaquín Peña, se formaría espiritual, religiosa e incluso científicamente nuestro personaje.

En 1933, con motivo de la visita del prior general, Lucas Yuo y otros dos compañeros expresaron su deseo de ser religiosos y fueron admitidos al noviciado en 1935, realizando su profesión religiosa un año después.

Con el permiso de la Santa Sede, Lucas Yuo fue enviado a Roma para estudiar en el Pontificio Colegio Urbano de Propaganda Fide. Durante su estancia en la ciudad eterna, Lucas Yuo hizo su profesión solemne y fue ordenado sacerdote el 8 de abril de 1942.

Mientras Lucas Yuo estaba en Roma, la misión de Kweiteh se vio afectada por la invasión japonesa y sus compatriotas en Palichoang se ganaron la fama de heroicos al resistir valientemente un ataque de bandidos.

Debido a la declaración de guerra entre Japón y Estados Unidos, la misión quedó aislada del mundo exterior y el padre Lucas Yuo no pudo regresar a la misión por lo que Lucas pasó varios años en diferentes ministerios en España, difundiendo el espíritu misionero y promoviendo el apoyo a la obra misional en China. Durante sus visitas a colegios y asociaciones juveniles, el padre Lucas compartió su fervor y entusiasmo misionero, dejando una profunda impresión en su audiencia.

Después de varios años, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y restablecidas las comunicaciones marítimas, los padres Lucas Yuo y Gregorio Li pudieron regresar a la misión de Kweiteh. Cuando el 29 de junio de 1947 volvieron, encontraron una China muy distinta a la que habían dejado. Las zonas anteriormente controladas por los japoneses ahora estaban en manos del ejército nacionalista, que se enfrentaba abiertamente al bando comunista en las áreas rurales e incomunicadas.

A partir de ese momento, la situación en la misión se volvió muy difícil. En 1948, la mayoría de las misiones de la Diócesis estaban bajo control comunista. Surgieron preocupaciones sobre el destino de los seminaristas chinos, por lo que se decidió trasladar a los religiosos aún no ordenados de sacerdotes a Hong Kong.

El padre Lucas, quien había estado enseñando en el seminario desde su regreso, acompañó a la segunda tanda de seminaristas religiosos en su viaje a Shanghái. Después de que los seminaristas fueran trasladados a Hong Kong y luego a España, al padre Lucas le asignaron la tarea de trabajar en la guardería de Chutsi. Sin embargo, la situación empeoró rápidamente. La capilla y la escuela fueron ocupadas por los comunistas, y el padre Lucas vivió aislado y bajo presión constante debido a su negativa a unirse a la iglesia nacional controlada por los comunistas.

El obispo Arturo Quintanilla y el misionero Lorenzo Peña fueron los últimos religiosos extranjeros en ser expulsados de la misión. Fueron falsamente acusados bajo presión por algunos cristianos de Huchiao, pero los fieles de Palichoang confesaron pública y heroicamente, sin miedo alguno, que los misioneros católicos no solo no habían hecho mal a nadie, sino que les habían beneficiado en muchos aspectos.

Después de la expulsión de los extranjeros de la Iglesia, la persecución se centró en sus miembros chinos. En 1955, el padre Lucas fue arrestado y acusado de ser «contrarrevolucionario». Después de dos años de prisión, fue condenado a ocho años de exilio en las inhóspitas minas del desierto en la provincia de Qinghai. Allí se encontró con el padre Pedro Kuo, y ambos decidieron mantener su identidad en secreto para evitar ser separados. En estas condiciones extremas, sufrieron hambre, frío y fatiga. Desafortunadamente, el padre Lucas falleció en 1958, durante la época conocida como «la gran hambruna», en la que cientos de miles de personas murieron en China.

El padre Lucas Yuo mostró una heroica valentía y nobleza generosa durante toda su vida, tanto en la misión como en el exilio. Su muerte fue digna de los grandes mártires recoletos y es una gloria para su amada Orden de Agustinos Recoletos y para su querida tierra natal, Palichoang, siempre heroica, fiel y valiente.