La historia de la Iglesia Católica testifica la excepcional importancia de los catequistas para la evangelización. El Papa Francisco ha confirmado esa importancia instituyendo el ministerio laical del catequista como “servicio estable” en la Iglesia.
La actividad catequética es fundamental en una Iglesia, bien sea de reciente fundación, bien de largo y tradicional arraigo de la fe en el Evangelio. Los Agustinos Recoletos llegaron a Kweiteh (hoy denominada Shangqiu) en 1924. Uno de los primeros proyectos que acometieron fue organizar de forma sistemática la catequesis en una misión de gentes paganas casi en su totalidad.
Los primeros años (1924-1932)
En 1924, al llegar a la misión de Shangqiu (Henan, China), los agustinos recoletos encontraron un territorio misional extenso en el que la inmensa mayoría de los dos millones y medio de habitantes eran paganos. Los misioneros recoletos eran pocos y españoles, sin un conocimiento suficiente del idioma, ni de la cultura ni de la idiosincrasia chinos. Percibieron pronto la necesidad de contar con catequistas nativos que les ayudasen en su labor evangelizadora.
En aquellas circunstancias la labor de los catequistas era vital y su presencia resultaba fundamental porque enseñaban las oraciones, dirigían los rezos en la capilla y preparaban a los catecúmenos para recibir los sacramentos. Si faltaban ellos, los cristianos se entibiaban y los catecúmenos no podían prepararse para recibir el bautismo.
Había entonces pocos catequistas, con escasa formación y falta de recursos. En cuanto al número de catequistas existentes en la misión, he aquí algunos datos: en 1925 había 43, en 1926 ascendieron a 49, en 1929 a 58 y en 1930 a 72. En 1929 fray Mariano Gazpio tenía solo dos catequistas. Para él lo principal en la actividad misional era el testimonio y la predicación de todos los agentes pastorales:
Las cristiandades florecen a medida que oyen la predicación y la ven practicada en la persona de su misionero, catequistas y cristianos.
En 1932 exclamaba:
¡Cuánta necesidad se siente de verdaderos catequistas! Donde se predica la Palabra de Dios, se ve que produce frutos de santificación.
Como atestigua el mismo Gazpio en una de sus cartas, los catequistas se hallaban
“sin casa donde reunir a sus afiliados, contentándose con dirigirles la divina palabra, ora a la sombra de un árbol, ora en alguna cabaña del campo, ora en el portal de alguna casa y retirándose a pasar la noche a un establo”.
Su formación era a veces deficiente y su labor resultaba menos fructuosa. Los misioneros encontraron también algunos catequistas poco ejemplares, que fueron despedidos. Por eso acordaron fundar una escuela para “preparar muchos, buenos y leales catequistas”.
Entretanto decidieron continuar con los catequistas que tenían y contratar a algunos de otras misiones, intensificando su formación con ejercicios espirituales, retiros y visitas frecuentes.
Escuela de catequistas
Por todo ello el superior de la misión, padre Javier Ochoa, fundó en 1932 una escuela de catequistas en Chutsi, la zona de la estación de Shangqiu (Henan), y encomendó su dirección al padre Sabino Elizondo que se distinguía por su brillante inteligencia y su aguda pluma de escritor. Elizondo se entregó con entusiasmo a su tarea, adecentó los edificios que allí poseía la misión y construyó una capilla y un dormitorio para treinta personas. El 30 de enero de 1933 fue bendecida e inaugurada oficialmente con el nombre de Escuela de Catequistas de Cristo Rey.
La escuela comenzó a funcionar con 26 estudiantes, jóvenes cristianos procedentes de la misión y seleccionados por los misioneros, a los que se ofrecía gratuitamente alojamiento, comida y formación integral, que incluía cultura general, religión y deporte.
En septiembre de 1934, al salir de la misión el padre Elizondo, fray Mariano Gazpio fue nombrado director de la escuela de catequistas. Era consciente de las dificultades que revestía la formación de aquellos jóvenes, porque todos ellos eran cristianos nuevos que debían desligarse de muchas supersticiones. A los pocos días de iniciar las clases decía:
Formar en tres o cuatro años cristianos instruidos, piadosos, celosos, misioneros, no es tan fácil sin una gracia singular de Dios.
Diariamente les impartía tres clases de diversas materias, con el fin de formarlos lo mejor posible. Deseaba ante todo que aprendieran a ser verdaderos cristianos, que conocieran y cumplieran sus obligaciones, para que el día de mañana pudieran ejercer digna y santamente el oficio de catequistas. Sabía que de ellos dependería el progreso de la misión y se dedicó de lleno a sus queridos estudiantes “deseando ser todo de ellos”, para que el día de mañana ellos fueran enteramente de Dios y de la misión.
Él mismo nos cuenta su programa de trabajo:
Mi vida entre los estudiantes es sencilla y se reduce a decirles la santa Misa, a darles clase de religión, a enseñarles cómo deben el día de mañana catequizar, tanto a paganos como a cristianos, a enseñarles a predicar la Palabra de Dios, para que después, en casa y en las cristiandades y dondequiera que se hallen, sepan conducirse como buenos cristianos y ejemplares catequistas.
Visita del delegado apostólico en China
Mariano Gazpio no llevaba aún tres meses en Chutsi, cuando recibió una visita importante. El nuevo delegado apostólico en China, monseñor Mario Zanin, tuvo la deferencia de visitar la misión de Kweiteh. Al atardecer del día 30 de noviembre de 1934, acompañado de Javier Ochoa, llegó a la estación de tren de Kweiteh, donde le esperaban los padres Gazpio y Pedro Colomo junto con los estudiantes de la escuela de catequistas para saludarle respetuosamente. El delegado apostólico permaneció en la casa central tres días más.
El 3 de diciembre, antes de partir en tren hacia Kaifeng y regresar a Pekín, el delegado apostólico visitó la escuela de catequistas con su capilla y sus aulas. Admirado de la obra, monseñor Zanin le dijo a Gazpio unas palabras laudatorias, que él trascribió con sencillez y humildad, sin darse ninguna importancia.
Recuerdo que al visitar la escuela de catequistas decía el señor delegado: magnum opus habes, es de gran trascendencia y de suma importancia.
Sintonía con los estudiantes
Estas palabras autorizadas le reafirmaron en su convicción de la importancia de su misión formadora y le animaron a entregarse con tesón a sus queridos estudiantes.
Todo el día estaba muy ocupado. Según atestigua el padre Venancio Martínez, tenía “un trabajo muy fuerte”, tres clases diarias con los candidatos a catequistas y dos con él de chino. Con todo, no sentía el peso del trabajo, sino que se le hacía suave y llevadero, porque recibía “un sinnúmero de gracias y gratas impresiones” de sus estudiantes. Supo establecer con ellos una estrecha relación de acompañamiento y animación. Para perfeccionar la formación de los futuros catequistas introdujo ejercicios prácticos de oratoria, que les ayudó a sintonizar espiritualmente con su maestro.
Primeros graduados
El 26 de mayo de 1936, después de tres años y medio de formación, diez estudiantes completaron el ciclo formativo y consiguieron por primera vez graduarse en la escuela de catequistas. De todos ellos quedó muy satisfecho su director. El padre Mariano Alegría, que formó parte del tribunal examinador, cuenta la grata impresión que también a él le produjeron los primeros graduados, porque hicieron unos exámenes brillantísimos. Estos catequistas titulados comenzaron a ejercer su ministerio en el curso 1936-1937 bajo la dirección de los misioneros.
Fray Mariano, que llevaba dos años al frente de la escuela de catequistas y doce en la misión, en agosto de 1936 viajó de vacaciones a España, y le sustituyó como director de la escuela de catequistas el padre Arturo Quintanilla, bajo cuya dirección al año siguiente se graduaron otros ocho jóvenes.
Reconstrucción de la escuela de catequistas
Tras el bombardeo y la ocupación japonesa de la ciudad de Kweiteh, en agosto de 1938 el padre Mariano Gazpio regresó a Chutsi para reconstruir la escuela de catequistas que había quedado en un estado lamentable. Durante cuatro meses, ayudado de albañiles y carpinteros, se dedicó a reparar los edificios. La víspera de Navidad de 1938 despidió a los trabajadores porque tenía la escuela en condiciones de poder continuar sus antiguas clases.
Todo lo di por bien empleado cuando me vi con la misión arreglada; y en vísperas de llamar a mi lado a mis queridos estudiantes.
Sin embargo, por la penuria económica de la misión y la situación que la guerra chino-japonesa había generado en la región, la escuela de catequistas no se pudo abrir aquel año. Estuvo cerrada durante los cursos 1937-1938 y 1938-1939 para usarla como hospital de sangre.
Reapertura y frutos
Tras el paro de dos años, la escuela de catequistas reanudó su actividad en los cursos 1939-1940 y 1940-1941 con 26 y 28 alumnos respectivamente. La guerra ocasionó también un descenso vertiginoso en el número de catequistas, concretamente de 176 que había en 1937 a 31 en 1938. A continuación se observa una línea ascendente: 86 en 1939, 166 en 1940 y 152 en 1941.
En resumen, el año 1934 estudiaban en la escuela de catequistas para hombres 25 alumnos, mientras en la escuela de catequistas para mujeres eran 22 alumnas, y el número fue aumentando ligeramente hasta que fue cerrada definitivamente en 1942, a causa de la segunda guerra mundial y la dominación comunista.
Periodo 1942 al 1952
Dado el estado de guerra, el cierre de la escuela, la extrema penuria económica y la escasez de medios humanos para continuar la obra evangelizadora, poco podemos decir de la última década. Además, desde la guerra chino-japonesa los comunistas en los territorios dominados por ellos habían ido cercenando la libertad de los misioneros católicos y de sus catequistas. Y mucho más desde que en 1948 tomaron la ciudad de Kweiteh y en 1950 establecieron su cuartel general en la casa central de la misión.
Con todo, la labor global de los misioneros agustinos recoletos y sus catequistas fue fecunda y produjo excelentes frutos.