Venerable Esperanza Ayerbe de la Cruz, cofundadora de las Misioneras Agustinas Recoletas

Esperanza Ayerbe (+1967) dejó la paz del monasterio madrileño de la Encarnación para ir a misionar, junto con otras dos monjas agustinas recoletas, a la misión de Kweitehfu, Henan, China. Su vida de oración y celo apostólico han llevado a sus propias hermanas en religión a promover el proceso de su canonización. En 2015 el papa Francisco la declaró venerable.

Misionera en Shangqiu

El día 3 de febrero de 1931 sor Esperanza deja la clausura para unirse a las dos nuevas compañeras, sor María Ángeles García y sor Carmela Ruiz, agustinas recoletas contemplativas como ella.

Sor Esperanza escribe a la madre priora del monasterio de Granada:

Siento tanta fortaleza y una alegría inmensa que supera a toda la pena que naturalmente tiene este corazón tan de carne… mis entusiasmos misioneros llegan al colmo. Confío que esta obra llegará hasta el fin. Pidan mucho para que Jesús sea siempre nuestra fortaleza y nuestro consuelo.

Llegaron a la Misión el 19 de mayo del mismo año 1931. Es nombrada superiora de la comunidad. Ella desea hacer la voluntad del Señor, por lo que acepta este servicio en el nuevo proyecto.

Después de haber trabajado cerca de nueve años en la misión de Kweitehfu (=Shangqiu), cuidando a las niñas huérfanas de la Santa Infancia, educando y formando en el espíritu religioso a las religiosas indígenas, curando a enfermos, catequizando y bautizando in artículo mortis a cuantos hallábamos y podíamos instruir en las verdades de la fe, (…) vive y trabaja con gran ardor misionero.

Casa de formación de misioneras

El día 3 de enero de 1940 salen de la Misión la madre Esperanza Ayerbe y sor Carmela Ruiz rumbo a Manila, y monseñor Ochoa para acompañarlas y ayudarlas en el viaje para España.

Su proyecto era poner en marcha el sueño largo tiempo acariciado de abrir un noviciado en España con el fin de formar misioneras para que después fueran a trabajar a la misión de Kweitehfu, Henan, China.

Carentes de todo tipo de recursos, al fin logran alquilar una casita en el pueblo de Monteagudo (Navarra), al amparo de la Virgen del Camino y de la comunidad de los agustinos recoletos, que tienen en este pueblo un convento.

El día 2 de octubre de 1941 queda abierta la casa-noviciado en Monteagudo con las primeras aspirantes: Irene Fabrizzi, italiana, y Marichu Belza, navarra.

Debido a las dificultades de comunicación con las Agustinas Recoletas de Filipinas, Congregación a la que se habían unido las misioneras españolas mientras estuvieron en China, la Santa Sede le concede a la madre Esperanza Ayerbe de la Cruz las prerrogativas de superiora general.

Fundación de una nueva Congregación

Al separarse dicha Congregación se solicita la erección de una nueva Congregación, con el nombre de Agustinas Recoletas Misioneras de María. Solicitud que es concedida el 18 de enero de 1947. La Santa Sede nombra a la madre Esperanza, superiora general, cargo que desempeña hasta 1962, en que renunció por motivos de enfermedad. En este mismo año, la madre Esperanza vio extendida la Congregación por seis países: España, Colombia, Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador. Como era propio de su cargo, varias veces cruzó los mares para visitar las comunidades de los diferentes países, dejando en todas las hermanas honda huella por su delicado trato maternal y su profunda espiritualidad.

Su entrega incondicional a Jesús, a quien llamaba “mi único amor”, fue siempre misionera y siempre contemplativa en medio de sus tareas y responsabilidad. Talante que trasmitió a sus hijas:

Si somos verdaderamente de Jesús debemos seguir en todo su divino ejemplo, procurando por todos los medios que estén a nuestro alcance la mayor gloria del Padre y el mayor bien a nuestros hermanos.

Su vida se va degastando día tras día. Muy enferma y sufriendo mucho en sus últimos días, decía: “Yo no pido al Señor ni la muerte ni la vida, pero mentiría si dijese que estoy indiferente. Yo quiero ir con Él, y mejor hoy que mañana… Sí, ver y amar a Dios sin peligro de perderle… ¡Dios! En Dios está todo, lo que Él quiera quiero yo”.

Fallecimiento de Esperanza Ayerbe de la Cruz

Se fue a gozar a la casa del Padre el 23 de mayo de 1967, a disfrutar del encuentro con su único amor. Falleció en Monteagudo, su pueblo natal, en la casa-madre de las Misioneras Agustinas Recoletas. Sus restos mortales reposan, desde el 5 de diciembre de 2009, en la capilla de la iglesia que las MAR tienen en este mismo pueblo.

La vida entregada de madre Esperanza Ayerbe de la Cruz quedó en la memoria de todos los que la conocieron y por su testimonio se inició en 1991 el proceso de canonización.

El día 4 de abril de 1997, es reconocida sierva de Dios por la Congregación de la causa de los santos. Sigue el proceso y fue declarada venerable el día 14 de diciembre de 2015 en el Año de la vida consagrada.

La sabiduría, herencia espiritual de Esperanza Ayerbe

La venerable madre Esperanza Ayerbe de la Cruz en su vida misionera, sin duda alguna, practicó las obras de misericordia, de ello dan fe las más de 600 páginas de la “Positio” de su causa de beatificación. Sin embargo, aquí queremos hacer mención de uno de los dones más destacados con que Dios la dotó: el de la sabiduría, gracias al cual brotaron de sus labios algunos consejos de alto contenido espiritual. He aquí algunos ejemplos:

  • “Diga a todas que aprovechen ahora que están buenas para hacer algo por Dios. Que desechen todo lo que conduzca a una vida ancha en el camino de la santidad como una traición hecha a Aquel que nos dijo: «Sed perfectos como es perfecto nuestro Padre celestial»”.
  • “Hija, no hace falta correr tanto; las cosas hay que hacerlas bien porque se hacen por Dios”.
  • “No servimos a cualquier señor, sino al Señor de los señores, somos esposas del Rey”.
  • “Ya me lo has contado a mí, yo te perdono, ahora pídeselo al Señor”.
  • “Dios es misericordioso, Él nos perdona siempre”.
  • “Si no nos llenamos de Dios, ¿cómo vamos a darlo a los demás?”
  • “No busques en otra cosa la fuerza, sino solamente en la oración, en la vida litúrgica y sacramental, en el culto a la Eucaristía”.
  • “La victoria no consiste en vencer siempre, sino en no desalentarse nunca”.
  • “Dios nos ha elegido sin mérito alguno de nuestra parte”.
  • “Aún puedo sufrir más por Él”.
  • “Qué rica es la pobreza”.
  • “Dios quiere que los creyentes se ayuden, se enseñen mutuamente, se adoctrinen unos a otros. Y uno de los deberes de los sacerdotes es precisamente este: servir de orientación en la búsqueda de Cristo”.
  • “La delicadeza del amor no se manifiesta en los grandes hechos sino en los pequeños detalles”.