ACCR con AR, Javier Ochoa, R. Jarauta y M. Legarra

Monseñor Francisco Javier Ochoa fue un hombre de larga visión, sensible a las realidades que se le presentaban en la misión y responde a ellas desde su fidelidad a Dios y su pasión por el Reino. En la misión de China se percató de dos necesidades urgentes: recoger niñas abandonadas y formar catequistas para la evangelización.

En carta del 26 de julio de 1925, monseñor Ochoa escribe a fray Bernabé Pena, prior provincial de la Provincia agustino-recoleta de San Nicolás de Tolentino:

Ya sabe que aquí tenemos una porción de jóvenes preparándose para hacer de catequistas de mujeres. Algunas de ellas ya están fuera ejerciendo su ministerio. Estas jóvenes son vírgenes que han renunciado a casarse y se han ofrecido a servir a la misión durante toda su vida. En todas las misiones tienen esta especie de congregación china que se encarga de catequizar a mujeres, cuidar de orfanatrofios y del decoro de las iglesias.

Más adelante en la misma carta expresa la intención de que dos o tres beatas de Manila vayan a Kweiteh (=Shangqiu) para formar a las catequistas:

…sería muy conveniente traer un par de nuestras beatas de Manila, aunque no sea sino para dos o tres años… El fin que en esto nos proponemos es que en esos dos o tres años les den a nuestras oblatas ese carácter y aire de congregación religiosa… Una podría venir como superiora y la otra como maestra de novicias… Esas filipinas podrán vivir poco más o menos como las chinas, y esto lo han de tener presente antes de venir. Aquí vienen (si vienen) a trabajar y a sufrir un poco por el amor de Dios.

La respuesta que recibe monseñor Ochoa es breve: “Es cosa imposible. Ni pensar en ello”.  Acepta la decisión de los superiores y espera otra ocasión para realizar esto que cree necesario para la misión.

El anhelo de Ochoa por formar catequistas autóctonas no se pierde. La Prefectura Apostólica de Kweiteh es erigida el 19 de junio de 1928, Ochoa es nombrado prefecto apostólico y en enero de 1929 empieza a seleccionar las jóvenes con miras a fundar una congregación.

Las madres Esperanza Ayerbe, Ángeles García y Carmela Ruiz llegan a la misión en 1931 y, dentro de sus varias tareas, está la de ser formadoras de las Catequistas:

Como queda dicho, nuestras religiosas, españolas fueron sus formadoras y al advertir la voluntad de algunas de estas catequistas de hacerse religiosas, siguiendo el ejemplo de sus educadoras, monseñor Ochoa se decidió fundar la Congregación de religiosas autóctonas, ya que ellas, hablando el mismo idioma chino y sabiendo sus costumbres, podrían colaborar con los misioneros en la propagación del Evangelio y enseñar la doctrina a las gentes a las que el misionero no podría llegar sino de tiempo en tiempo.

Los preparativos para la nueva fundación iban avanzando; el 30 de enero de 1933 Javier Ochoa inaugura el edificio nuevo para dicha Congregación, pero es en el año de 1935 cuando ve realizada la obra de Dios. Con la autorización de la Congregación de Propaganda Fide,

el 28 de junio de 1935, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, con gran contento nuestro y de todos nuestros misioneros y misioneras, impusimos el santo hábito a las diez primeras novicias chinas, habiendo asistido a la ceremonia nuestros misioneros y misioneras y una buena concurrencia de fieles.

De esta manera se hizo oficial la fundación de las Agustinas Catequistas de Cristo Rey. La madre Carmela Ruiz fue nombrada maestra de novicias y monseñor Ochoa se encargó de redactar sus Constituciones que fueron presentadas a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, con este título: Constitutiones ad usum Congregationis indígenae Catechistarum Augustiniensium a Christo Rege. Shanghai. 1935.

La Congregación de Agustinas Catequistas de Cristo Rey floreció con rapidez, dando abundantes frutos para el Reino; sin embargo, a causa de la revolución comunista llegó a su fin. En 1952 al ser expulsado el obispo y los últimos recoletos, se consideró conveniente dispensarlas de sus votos.

La fundación de las Agustinas Catequistas de Cristo Rey es un regalo más dentro de la labor misionera de la Familia Agustino-Recoleta en China. Al mirar el recorrido es notorio el empeño de monseñor Ochoa, que, pese a las dificultades, se abandona en el Corazón de Jesús para llevar a cabo dicha fundación como la realización de la voluntad de Dios. Tanto es así que, cuando la raíz es santa, hay retoños. Después de la guerra, y al poder tener contacto nuevamente con la misión en China, cuatro hermanas Catequistas de Cristo Rey habían permanecido fieles a su vocación religiosa, volvieron a la misión y vivieron sus últimos años de vida bajo el cuidado de las hermanas Misioneras Agustinas Recoletas.