Solemnidad de Cristo Rey 2023.

En el domingo que cierra el año litúrgico, la pregunta de hoy puede parecer demasiado directa. Pero la clave en nuestra relación con Dios está en la honradez, la sinceridad y la transparencia que tenemos con los demás.

Una última pregunta: ¿has amado? A lo largo de todo este año litúrgico, he intentado guiar la reflexión a través de una pregunta cada domingo. La de hoy puede parecer demasiado directa, quizá alguien pueda sentirse un tanto perturbado. A lo mejor para otros ha sido suficiente y han decidido no continuar leyendo…

El evangelio de hoy parece como una ceremonia de graduación o una entrega de despachos e insignias frente a lo que es nuestro día a día. No se tienen en cuenta los olvidos, las omisiones, los pecados, las limitaciones…, sino el interés o desinterés que se ha tenido ante la situación del otro.

La clave de la relación con Dios no está en las rúbricas ni en los cumplimientos sino en la honradez, la sinceridad y la transparencia con toda persona, en la intensidad con que nuestro corazón late ante el sufrimiento ajeno, sea de quien sea.

Jesús nos enseñó este modo de vivir a través de su conducta, de sus obras. A lo largo de este año litúrgico hemos visto a Jesús dar vida y salud a enfermos; devolver la dignidad a los endemoniados, pecadores y marginados; devolver la felicidad a los pobres, a los que lloran, a los que sufren…

Él es el verdadero rey de este Reino de la verdad y de la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. El Reino es vida, Vida con mayúscula. El Reino es lo más humano y liberador que se le puede anunciar a una persona.

El Reino es siempre Buena Noticia. Evangelio puro, vivo, espontáneo, fácil de entender. No es solo para los buenos. Es un Reino universal en el que todos estamos llamados a entrar. Solo quienes no respetan la vida, quienes basan su felicidad en privar de dignidad al resto, tendrán que convertirse antes de poder entrar.

¿Has amado? ¿Qué se nos pide a cada uno de nosotros? Basándonos en el Reino ya presente, es nuestra responsabilidad, como seguidores de Jesús, implicarnos sin descanso en la tarea de expandirlo, de intentar que nuestra vida se parezca más al Reino que Jesús intentó instaurar.

Nuestra espiritualidad del seguimiento solo es auténtica en la medida en que es fiel al proyecto del Reino y eso significa estar atentos y colaborar en que se respete la vida de los seres humanos, su seguridad, su dignidad, sus derechos y su felicidad.

Borrar el sufrimiento de todos es nuestra misión principal como miembros de una Iglesia que se entrega en los lugares donde nadie acude, que se despliega como embajadora de felicidad y esperanza en medio de los más desfavorecidos.

La semana pasada celebrábamos la Jornada de oración por los pobres. Ellos son quienes nos reclaman, no lo olvides.

No hacen falta grandes espectáculos. Hacen falta corazones despiertos y vivos. Es en las cosas sencillas y concretas como dar comida, bebida, atención, cariño… donde vamos construyendo humanidad, donde vamos dando rostro al Reino.

Esta es la verdadera escuela de amor en la que hemos de aspirar al sobresaliente.