Monseñor Francisco Javier Acero ofrece en esta segunda parte de la entrevista, entre otros, sus comentarios sobre la cuestión social y los MCS en la Archidiócesis de México, la problemática sobre las vocaciones y la importancia de los laicos en la vida diocesana, valorando el papel de la FSAR -Fraternidades Seglares Agustino-Recoletas- y de las JAR -Juventudes Agustino-Recoletas- en la vida eclesial.
En una entrevista que se le hizo mostraba su interés por trabajar en la problemática social que en la megalópolis de Ciudad de México será abrumadora. ¿Tiene la archidiócesis algún plan para paliar algunos de los problemas más urgentes?
La Arquidiócesis de México sigue el proyecto global pastoral que es para todo el país. Cada una de las Vicarías además va creando su propio plan. El plan de la Vicaría de laicos en el mundo tiene un plan para cada dimensión. En el mes de agosto en una asamblea que tuvimos en esta Vicaría pudimos ver la necesidad de vinculación y trabajo en red entre todas las dimensiones.
Ante las problemáticas de migración, pobreza, y desapariciones forzosas debemos remar en una misma dirección juntos y desde el diálogo. Cuando una dimensión trabaja sola, se aísla, agota sus propias iniciativas y no tiene por objetivo sus propios destinatarios: los más vulnerables. Una tarea nada fácil, pero que tiene un desarrollo interno y un trabajo externo. Creo que desde el diálogo y la escucha hay soluciones. La luz que nos ha dado el sínodo desde las conversaciones del Espíritu y las evaluaciones como procesos continuos de mejora nos ayudará a vivir la dimensión social no como un apéndice pastoral, sino más bien como una Arquidiócesis que vive en proceso de evangelización permanente solidaria con los más vulnerables.
De igual manera mostró su deseo de involucrarse en los MCS. ¿Le ha sido posible? ¿Qué acciones está realizando en este campo? ¿Tiene la Archidiócesis algún plan de acción a corto, medio y largo plazo?
Acompaño a la oficina de comunicación de la Arquidiócesis de México y al semanario “Desde la fe” que cada vez tiene más presencia en las redes sociales y en medios de comunicación social de carácter religioso. La Iglesia tiene que estar en diálogo con el mundo y, si bien se participa en prensa, radio y televisión en temática religiosa, también los editoriales que se difunden tienen repercusiones en los medios convencionales y políticos con una buena participación en estos medios.
También colaboramos en la pastoral de comunicación de la Conferencia Episcopal. Y, por supuesto, estamos centrados en las redes sociales dejando claro que es el mensaje, el contenido, el protagonista de la noticia y no tanto el mensajero. El equipo de comunicación se reúne cada lunes para revisar la actualidad de México y el mundo. Hay un plan de acción evaluado por el equipo de laicos que trabajan en este equipo, y un equipo de gestión de crisis institucional. Y reuniones para diseño de las portadas de la revista “Desde la fe”.
¿Cómo está tratando la Archidiócesis el campo de la cultura vocacional y el acompañamiento de las vocaciones específicas para el ministerio ordenado? ¿Podría ofrecer algunos datos?
Los datos están en descenso. Hay 420 sacerdotes diocesanos, 780 sacerdotes religiosos, 300 comunidades religiosas en la Arquidiócesis de México. Después de la pandemia las comunidades juveniles de la Arquidiócesis, así como los movimientos, han tenido que iniciar nuevos procesos. En este momento en proceso vocacional hay un grupo de treinta jóvenes que se están siguiendo desde sus casas. El Seminario Conciliar de México tiene cuarenta y cinco seminaristas en proceso formativo.
Son pocos respecto a lo que es esta urbe tan compleja. Hay un fenómeno en la gran Ciudad de México de descristianización que se vive desde hace tiempo. También en esta Arquidiócesis hay lugares muy religiosos que viven la religiosidad popular que debemos comprender y acompañar. Estos son lugares vocacionales. Los números nos indican que el trabajo con los laicos debe ser mejor acompañado y procesual, dialogando y creando estructuras sencillas y cercanas en donde participen activamente los fieles. Religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos animamos y acompañamos.
Los buenos materiales y gestos vocacionales que han tenido éxito han sido porque se han hecho desde abajo, con una sana presencialidad y un acompañamiento integral. La comprensión de la nueva realidad que vivimos nos hace ser creativos y buscar modelos que nos ayuden a ser cercanos y misericordiosos con todos. Creo que el problema vocacional no se tiene que reducir a números, más bien reflexionar en las convicciones personales y en nuestra manera de vivir como católicos en el mundo de hoy.
También me parece oportuno decir que nuestra narrativa tiene que cambiar por completo, basarnos en la alegría, la disponibilidad, la entrega. Quedarnos estancados en lo que vivimos otros tiempos es un peligro que al final nos divide. Hoy estamos llamados a ser profetas de la esperanza recordando aquello del salmo 23, 4 “Aunque camine por caminos oscuros, no temeré, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me dan seguridad”.
Aunque creo que los obispos auxiliares -no sé si también el señor Cardenal- viven juntos, ¿cómo está llevando la falta de una comunidad donde viven personas con vocación para ese tipo de vida, como vivía cuando era un “fraile” sin ningún otro atributo? ¿Visita con frecuencia las comunidades de Agustinos Recoletos que están ubicadas en CDM?
Los obispos auxiliares vivimos en una casa adaptada para vivir en comunidad. Las labores diversas que tenemos hacen que nos encontremos en determinados momentos del día y tener algunas jornadas de convivencia al mes. Por supuesto que la vida comunitaria cambia al no tener un modelo de vida religiosa regido por las constituciones, proyectos de vida provinciales y proyectos de vida comunitarios.
Me siento acompañado con los obispos auxiliares sobre todo con los que más convivo en la casa. Creo que la cercanía de cada uno de ellos me está enseñando a ser cercano con el presbiterio y el pueblo de Dios. D. Carlos vive cerca de la comunidad y se hace presente con nosotros. Él también vive en una pequeña comunidad con gente cercana que le ayuda en labores de secretaría, principalmente.
Ahora que puede ver las cosas también desde el otro lado, ¿cómo ve en la Iglesia la participación de los religiosos en la vida de las Iglesias locales, y viceversa?
Su participación es importante. En la Arquidiócesis de México hay más religiosos que sacerdotes diocesanos. Y recordemos que la historia de la Iglesia en Latinoamérica inició con la vida religiosa. El año que viene celebramos el V Centenario de la llegada de los primeros franciscanos a la Ciudad de México. Siento que debemos trabajar juntos. La aportación que hacen los religiosos en el Decanato (arciprestazgo) y en la Arquidiócesis es muy sana, e igualmente también es testimonial el trabajo de entrega y disponibilidad de muchos sacerdotes diocesanos.
Las problemáticas que vivimos en la vida consagrada y diocesana son las mismas, son humanas. Hemos de invertir esfuerzos para que nos ayudemos desde la experiencia a crear comunidad, fraternidad sacerdotal en las Diócesis e identidad arquidiocesana en la vida consagrada. Esto es un arte. Es fácil si nos vamos quitando prejuicios y vemos desde la historia cómo tenemos que ser agradecidos unos y otros.
Hoy la vida consagrada enseña al mundo un singular encuentro entre observancia y profecía, donde los jóvenes son los observantes y los ancianos son los proféticos. Esto ayuda en la vida de una Arquidiócesis como la de México.
Su identidad propia nos ayuda a trabajar en red y proponer a Jesús encarnado en las realidades del mundo. Creo que en la vida consagrada y la vida diocesana debemos superar las diferencias en la pluralidad, entendiendo que podemos vivir diferentes vocaciones y tener experiencias de encuentro con Dios que es el que nos une.
Tener diversos carismas nos ayuda a crear comunidad y a huir de todo tipo de victimismo. Por lo que voy visitando y aprendiendo es que desde la escucha activa podemos superar barreras que nos separan y aplicar la misericordia. Ser tolerante a otras formas de vida abre nuevas posibilidades y hace que el Espíritu nos armonice y nos haga más profetas de la luz.
¿Cree que la unión con los laicos dentro de la Familia Agustino-Recoleta, a través de las Fraternidades Seglares y de las JAR, es una buena aportación carismática a las Iglesias locales, más allá del trabajo de los clérigos?
Las fraternidades son comunidades laicales de apoyo incondicional a las comunidades religiosas. Se deben integrar a la pastoral y desde su integración aparecerá su propio estilo de vida. Esto enriquece la vida de la Diócesis. Ya hay congregaciones religiosas que tienen esto muy bien organizado con menos tiempo que la nuestra, los Agustinos Recoletos. Por lo que conozco, y lo expreso con cariño y respeto, en algunas fraternidades se debe superar el complejo de “maestro y discípulo”, pues todos aprendemos de todos.
Es bueno y fundamental conocer a san Agustín y crear materiales para la vida intelectual de nuestros laicos. Pero se trata de vivir a Jesucristo y darlo a conocer desde un carisma muy eclesial como es el agustino recoleto. La espiritualidad de la Orden es para la Iglesia y en la medida que nuestros laicos comprendan que tienen que estar al servicio de la Iglesia entenderán la importancia de crear comunidad.
Me gustó lo que dijo el Papa el día 17 de marzo de 2022 a los miembros del Capítulo General: “que tengamos corazón de padre y valentía creativa”. Esto es lo que debemos ofrecer a los laicos. Cuando las estructuras de la fraternidad las convertimos en reunión de amigos, en donde el dirigente se victimiza para convertirlas en su propia pastoral, engañamos el principio y la naturaleza de las fraternidades seglares.
Me pregunto con el papa Francisco si estamos preparando gente que siga la espiritualidad de la Orden, no solo a los “amiguetes”, ni personas empáticas con algunos religiosos. Esto de preparar a los laicos que formen a otros laicos desde unas estructuras cerradas y con unas denominaciones poco laicales tienden al desgaste y la agonía. Creo que cuando se prepara a laicos para vivir con alegría y discreción el don de la interioridad, son creadores de comunidad comprometidos en alguna dimensión de la Iglesia local. La invitación es que dejemos a los laicos agustinos recoletos trabajar en el plan diocesano desde cada ministerio. El veneno del clericalismo y del laicado clerical hay que evitarlo y también buscar antídotos para favorecer la comunión y la sana participación que lleven a crear unas estructuras más actuales y menos monásticas.
Saco la impresión de que el episcopado, que es un sacramento, le ha despertado a un mundo más amplio y se siente contento. Pido al Buen Pastor que le llene de su caridad pastoral. Gracias por sus respuestas.