El 18 de noviembre de 2022 el agustino recoleto Francisco Javier Acero Pérez fue ordenado obispo auxiliar de la archidiócesis de Ciudad de México por el señor arzobispo Carlos Aguiar en la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
Ha trascurrido ya un año desde su ordenación episcopal y nos gustaría hacerle algunas preguntas para informar a los visitantes de la www.agustinosrecoletos.org de modo que se sientan vinculados a usted. Mi primera pregunta, lógicamente, es cómo se encuentra de salud, de ánimo y motivación.
Desde que saltó a escena su nombramiento y tuvo lugar su ordenación episcopal, ha pasado un año. Por ser el primero, habrá habido acontecimientos novedosos. ¿Cuáles recuerda con especial afecto?
Novedad en lo personal ha sido vivir fuera de la comunidad agustina recoleta, aunque vivimos los obispos auxiliares en comunidad. Las costumbres de la comunidad siguen: la oración, el diálogo, la escucha, el espacio fraterno, y se enriquecen en otros ámbitos eclesiales.
El acontecimiento novedoso hacia fuera ha sido la visita pastoral. Dos días después de mi ordenación episcopal me integré al proceso de la visita pastoral en la Arquidiócesis de México encabezado por el cardenal arzobispo primado de México. Un proceso que ha durado casi dos años, visitando ambientes y parroquias.
Las visitas a las parroquias son momentos especialmente agradables y de gran aprendizaje. Escuchar a los sacerdotes, sus inquietudes, y a la gente, sus problemáticas y su vivencia de la fe, han sido momentos importantes al iniciar este ministerio que requiere cercanía y mucha misericordia.
Como obispo auxiliar acompaño a D. Carlos y a los cinco obispos auxiliares en el pastoreo de una gran urbe. Para eso se requiere de mucha oración y paciencia.
Los cambios estructurales que se han ido haciendo en la Iglesia son justos y necesarios; comprensibles las reivindicaciones cuando no queremos una iglesia dinámica, en proceso y con la mirada puesta en los más vulnerables. Todo cambio es bueno, el “siempre se ha hecho así” o soñar con una Iglesia nostálgica de museo, nos hace permanecer en un estado poco misionero y demasiado acomodado. Más ideologizado que experiencial. Hay una frase que atribuyen al músico Gustav Mahler en relación a la tradición que en alguna entrevista el papa ha citado: «la tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas». Creo que es momento de ir evaluando personalmente y desde la fraternidad sacerdotal estos cambios; las evaluaciones son procesos de mejora que nos ayudan a agilizar estructuras y a observar que no podemos ir hacia atrás para conservar el humanismo.
La vicaría de laicos en el mundo es otra novedad y una de las encomiendas que tengo como obispo auxiliar y es un trabajo novedoso y apasionante. Una Vicaría que trabaja con todo lo que hace la Iglesia hacia fuera. Desde el aspecto socio-caritativo, cultura y evangelización, ecumenismo y diálogo interreligioso, hasta el contacto con las realidades más alejadas de la Iglesia y de Dios. Son trece dimensiones que se acompañan desde el trabajo en equipo. Un buen número de laicos están acostumbrados al trabajo colaborativo y creo que esto es lo que hace el buen funcionamiento de esta Vicaría.
¿Cómo se sintió durante el curso preparatorio para obispos en Roma? ¿Diría que le supuso un nuevo aprendizaje que, a vistas de un año después, le ha servido especialmente para desarrollar su tarea?
En el curso preparatorio para los nuevos obispos me sentí miembro de una Iglesia universal integrada en los problemas cotidianos de cada región y país. Uno de los asuntos más importantes es el trabajar en consonancia con la Provincia Eclesiástica y con la Conferencia Episcopal. El trabajo colaborativo en diversas áreas desde las Diócesis es un gesto que enriquece a las Iglesias y una estructura que ayuda a llegar a las realidades más alejadas.
Desde luego que los medios de comunicación y las nuevas tecnologías nos han acercado mucho para ir todos por un mismo rumbo. También el ritmo de oración en el encuentro fue importante, no solamente para poder decidir lo más adecuado, también para poder hacer eco de lo que uno vive interiormente. Puesto que el curso se ha desarrollado sobre la sinodalidad, me ha confirmado que sin los laicos no podemos trabajar. Ellos son la parte esencial de la Iglesia.
El encuentro personal con el Papa siempre debe marcar. ¿Qué impresión le produjo el saludo y la conversación con el papa Francisco?
El papa Francisco está informado de lo que ocurre en el mundo. En este momento le abordan varios problemas internos y externos. La reforma de la curia, el clericalismo y la falta de transparencia; las guerras que hay en el mundo y las migraciones. En las ocasiones que me he encontrado con el Santo Padre le he visto fuerte y con una impresionante capacidad de escucha. Con la edad que tiene lleva una agenda siempre llena, en donde está atendiendo a todo tipo de personas. Su agenda personal de encuentros vespertinos es más relajada.
La última vez que nos pudimos encontrar estaba ultimando algunos detalles del sínodo, estaba también el cardenal O´Malley, arzobispo de Boston, y el consejo latinoamericano del centro de prevención al menor (CEPROME). Allí nos dejó un encargo bastante serio además de que recemos por él; nos dijo: “No quiero que pase sin que haga una atención a un problema que es muy grave en esto de los abusos, las filmaciones de pornografía infantil, que lamentablemente pagando una cuotita ya lo pueden tener en el teléfono. ¿Dónde se hace esta pornografía infantil? ¿En qué país se hace? Nadie lo sabe. Pero es la criminalidad puesta al servicio de cada uno a través de sus telefonitos. Por favor, hablemos de esto también. Porque esos niños que son filmados son víctimas, víctimas sofisticadas de esta sociedad de consumo. No se olviden de este punto que a mí me preocupa mucho”.
En la archidiócesis de Ciudad de México, ¿qué áreas de la pastoral tiene directamente encomendadas por el cardenal Carlos Aguiar?
La Vicaría de laicos en el mundo, que, como ya he comentado, es un trabajo novedoso y apasionante. Una Vicaría que trabaja con todo lo que hace la Iglesia hacia fuera: el aspecto socio-caritativo, cultura y evangelización, ecumenismo y diálogo interreligioso, el contacto con las realidades más alejadas de la Iglesia y de Dios. Son trece dimensiones que se acompañan desde el trabajo en equipo.
También acompaño la Universidad Católica de la Arquidiócesis Lumen Gentium, y una Secundaria y una Preparatoria que pertenecen a la Arquidiócesis.
También coordino la Comisión de menores y la Oficina de Comunicación. Y el territorio de la segunda zona pastoral. Muchas tareas que se pueden acompañar con grandes equipos de laicos, religiosas, religiosos y sacerdotes diocesanos. Lo importante es escuchar y estar presente, estar cercanos.
¿Cómo percibe la sinodalidad, tan preconizada por el papa Francisco, en la Archidiócesis de Ciudad de México y en el territorio o pastoral que está bajo su responsabilidad?
Es un proceso que se tiene que ir mejorando con mayor participación de los laicos. En esta Arquidiócesis estuve trabajando de vicario parroquial, párroco y decano. Ya en ese tiempo había asambleas parroquiales, de Vicarías territoriales y arquidiocesana. Hoy el Papa nos marca un discernimiento que va más allá de unos consensos. Una tentación que tenemos es el clericalismo por parte del presbiterio y de los laicos. Si aplicamos la conversación espiritual en nuestras asambleas los resultados son diferentes.
La Arquidiócesis va construyendo el camino sinodal en las parroquias y también en los ambientes que tiene esta gran urbe. La conciencia y el estilo sinodal lo marca la experiencia personal de encuentro con Cristo, desde ahí es como podemos empezar a sentir la comunión, la misión y la participación.
Para poder entender la sinodalidad hay que dejarse evangelizar. Y la evangelización es un proceso largo que requiere de acompañamiento integral y también evaluaciones para que no queden en simples eventos. En una Arquidiócesis tan grande creo que el reto está en trabajar en red desde los Decanatos (arciprestazgos).
El territorio que acompaño está preparando asambleas parroquiales y decanales. En algunas zonas es difícil por el estilo de vida que llevan, tomando a la Iglesia como un autoservicio, pero no es una labor imposible, estamos viendo la manera de hacerlo inter-parroquialmente. La cercanía desde el atrio, la atención personalizada en la unción de los enfermos y la reconciliación son claves para tener más que iglesias llenas, laicos verdaderamente comprometidos.
¿Qué problemática ve más acuciante en la archidiócesis de Ciudad de México que, probablemente, sea extensible a toda la República Mexicana?
La violencia, la falta de confianza en la Iglesia y la emergencia educativa. La violencia es una lacra extendida por toda la República Mexicana. En el año 2000 la Conferencia Episcopal mexicana compartió una carta pastoral muy buena que me está ayudando hoy en día a comprender la situación que estamos viviendo. La carta pastoral lleva por título “Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos. El Encuentro con Jesucristo, camino de conversión, comunión, solidaridad y misión en México en el umbral del tercer milenio”; en esta carta pastoral los obispos señalaban políticas de prevención para evitar una extensión de la violencia y del narcotráfico. Las diferencias en las estructuras sociales y unas estrategias que llevaban más al individualismo y al relativismo moral. Lo que se escribía hace 23 años hoy lo estamos viviendo.
La falta de confianza en la mayor parte de las instituciones religiosas y civiles viene dada por el tema ya no solamente de los abusos sexuales por parte de clérigos, más bien por el abuso de poder por parte de aquellos que ejercen un servicio de gobierno, que, más que para empoderarse, deben vivirse desde un servicio desinteresado.
Tener un mismo rumbo, evitar la falta de transparencia, dejar que el Espíritu hable, dejar intereses mezquinos que logran ideologizar y separar desde la difamación al otro o la comodidad personal. Cuando nos movemos por estos intereses la mundanidad espiritual sale a flote con gestos poco evangélicos.
La educación católica en México es otro problema complejo y grave. Nuestros centros educativos siguen molestando a los que están gobernando. Nuestros alumnos deben ser capaces de llegar a ser constructores de la paz, promoviendo un desarrollado humano integral para que puedan ser personas plenas, integrales y con una dimensión social que promueva, como dicen los documentos de la CEM -Conferencia Episcopal Mexicana-, una cultura abierta al diálogo y con los valores del evangelio.
Apoyar a los padres de familia a defender los valores y también a participar como ciudadanos desde el diálogo y nuestra condición de creyentes. La globalización de la indiferencia y el consumismo radical han hecho que muchos de nuestros jóvenes se sientan solos. México tiene un alto índice de suicidios juveniles y esto lo tenemos que tratar también en la escuela católica con una buena formación del profesorado, menos ideologizado y más humano. Que sea más apasionado de la enseñanza que de las políticas partidistas.
También el tema de las migraciones. Un asunto complejo que va creando lentamente xenofobia en algunas partes del país.