Alfonso Gallegos (1931-1991), agustino recoleto, obispo de los hispanos.

La llamada a la santidad es común a todos los bautizados en Cristo. “Sed santos porque yo soy santo”, escribe san Pedro citando el libro del Levítico. El obispo agustino recoleto Alfonso Gallegos (1931-1991) deseaba ser santo.

La Familia Agustiniana celebra hoy 13 de noviembre la festividad de todos los santos que formaron parte a lo largo de la historia de este sueño de Agustín conformado desde la vida de comunidad, interioridad y amor a la sabiduría. El llamado obispo de los hispanos en Estados Unidos, Alfonso Gallegos, es uno de estos personajes ejemplares.

Muchas veces decía monseñor Gallegos: “Estamos llamados a la santidad, pero tenemos que ganarnos la santidad.” Y cuando fue nombrado obispo, escribió en su diario: “Que sea un obispo humilde y santo.”

Los testigos en su causa y proceso de canonización dicen lo siguiente sobre la fama de santidad de Alfonso Gallegos:

“Después de haberlo conocido, lo que mejor recuerdo es su bondad, gentileza, y santidad. Me pareció una persona santa. Parecía siempre estar alegre y jovial, simplemente un santo, siempre feliz”.

Otro testigo dice:

“El modo como él predicaba la palabra era casi como de un apóstol. Sus sermones tocaban el corazón, inspiraban mucho. Yo digo que debería ser santo, porque yo he asistido a muchas misas y retiros, pero no he conocido a sacerdotes como él. Sus palabras eran inolvidables.”

Cuando falleció hubo muchísima gente en su funeral, lo que puede ser un indicio de su fama de santidad:

“El funeral fue grandioso por la emotividad. Pasaron personas ante su cadáver de toda clase y condición por el día y por la noche. Se celebraron misas a todas horas. El funeral lo presidieron varios obispos y muchos sacerdotes. Me emocionó mucho el gran aplauso que recibió al sacar el féretro de la Iglesia.”

“Cuando murió el obispo Gallegos la sensación más común era que se había perdido un padre y un pastor santo.”

Muchas personas, años después, aún recuerdan al obispo Gallegos, con cariño y admiración. Más de treinta años después de su fallecimiento en un accidente de tráfico, se siguen escuchando testimonios sobre ello:

“Su fama de santidad sigue creciendo. Las personas lo consideran como uno en un millón. Cuando lo ven en alguna foto, sus expresiones son: ‘Tan buen obispo’; ‘era un buen Pastor, como un Padre para todos los que lo conocimos’; y terminan diciendo, ‘era un Santo’.”

El obispo Richard García, sucesor de Gallegos en la Diócesis de Sacramento, dijo:

“He oído mucho sobre el obispo Gallegos en la comunidad a la que sirvo. Heredé su cargo y muchos de sus amigos; hablan mucho de él. Los fieles ya lo han canonizado. Dondequiera que voy, hay fotos de él. La gente lo recuerda con cariño.”

Su legado, de hecho, continúa vivo, especialmente en California y entre los hispanos, el pueblo al que sirvió de una manera especial.

“En memoria del obispo Gallegos se ha colocado una estatua de él junto a la catedral del Santísimo Sacramento en Sacramento, California.”

“La gente siempre ha sentido que era un santo. La mayoría de las personas con las que hablo lo recuerdan como un santo. Monseñor Gallegos fue un constante ejemplo de santidad, pero él sería el último en admitirlo. Siempre intentaba ayudar a todos, de manera que a veces se olvidaba de cuidarse a sí mismo.”

El Pueblo de Dios en todo el mundo puede seguir admirando la tarea de Gallegos, imitarle en sus valores y en su forma de entregarse a los demás, y también puede orar para que sea declarado santo: en vida, en el mismo momento y ocasión de su fallecimiento y después son visibles esas muestras de santidad, ese recuerdo e imagen de que fue un ser especialmente iluminado e iluminador de una vida feliz en Cristo y con los hermanos.