Primera lectura: Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7. Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19. Segunda lectura: 1 Co 1, 3-9. Evangelio: Marcos 13, 33-37: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”.
Por José Antonio Román, agustino recoleto. Zaragoza, España.
“Adviento”: palabra que repetiremos con frecuencia las próximas cuatro semanas. Es el tiempo en que esperamos a Jesucristo, que vino a compartir nuestra vida y nos prometió volver a visitarnos sin previo aviso.
El evangelio que escucharemos el próximo domingo nos exhorta a estar en vela porque no sabemos qué día vendrá nuestro Señor.
Antonio Machado recogió en unos hermosos versos la auténtica actitud del cristiano que espera la venida de Jesús:
“Yo amo a Jesús, que nos dijo:
cielo y tierra pasarán.
Aunque cielo y tierra pasen,
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor?, ¿Perdón?, ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad”.
“Estad siempre despiertos”.
Esta frase la repitió Jesús una y otra vez: le preocupaba que el entusiasmo inicial de sus discípulos se fuera apagando. También los actuales seguidores de Jesús corremos el riesgo de permanecer adormecidos, viviendo una religiosidad vacía y apagada.
Para evitar este peligro, debemos arraigar nuestra fe en la persona de Jesucristo, en su vida y en su mensaje. Volver a nacer de su espíritu.
El papa Francisco invita, en este tiempo de Adviento, a una vigilancia expectante. Que nuestra espera se convierta en esperanza, que nos mueva a trabajar activamente, a luchar sin desánimo, a humanizar la vida y, sobre todo, a orientarla hacia su verdadero fin.
El debilitamiento de la fe en Dios no ha traído una mayor fe en el ser humano. Al contrario, el abandono de Dios nos deja sin horizonte último y sin puntos de referencia. Eliminado Dios, nos convertimos en una pregunta sin respuesta, un proyecto imposible, un caminar a ninguna parte.
Necesitamos más que nunca al Dios de la esperanza; ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado pero, también, el Dios por el que tantos siguen preguntando. En definitiva, un Dios que puede devolvernos la confianza en la vida y descubrirnos que el ser humano sigue siendo capaz de proyecto y de futuro.
El grito de Jesús invitándonos a vigilar es, sin duda, una llamada a despertar la esperanza.