¿Bajar el volumen? Hoy celebramos la VII Jornada Mundial de los pobres y el lema elegido por el Papa Francisco es “No apartes tu rostro del pobre”. Una jornada que nos llena de preguntas y cuestionamientos sobre nuestro comportamiento como sociedad y como personas.
Roberto Sayalero, OAR. Zaragoza, España.
La verdad es que me cuesta mucho entender y me causa bastante estupor que cada año, y sin visos de que sea el último, tengamos que celebrar un día dedicado a los pobres. ¿Así nos va todavía? Me pregunto.
El Papa Francisco en el Mensaje para esta Jornada nos advierte:
«Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian.
Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso. Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar.
La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación.
La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona».
El evangelio de este domingo nos presenta la parábola de los talentos. La tarea de expansión del Reino tiene sus riesgos, pero, aun siendo conscientes de ellos no debemos meternos en el burladero sino salir al centro de la plaza; eso sí revestidos de evangelio, no con la armadura de la ley.
Las circunstancias nos llaman cada día con más fuerza a la fidelidad, a acabar con el óxido de nuestras estructuras de modo que podamos tener la cintura ágil para actuar con creatividad e imaginación.
La primera lectura de hoy nos presenta un modelo de fidelidad y servicio, de autenticidad y compromiso. Dios nos ofrece a todos igualdad de oportunidades. Los dones, los talentos, son distintos, según la capacidad de cada cual. Por ello, nadie tiene excusa: a cada uno se nos pide según lo que hemos recibido y a cada uno se nos dará en la medida en que hemos respondido.
En la vida en general, y en la vida cristiana en particular, no es cuestión de ser el mejor, el más santo, el más listo, el más majo, el más heroico o el más rezador. No se trata de una competición, ni de unas oposiciones, ni tampoco de una carrera de obstáculos. Cada uno tiene que rendir según sus cualidades.
Ojalá aprendamos a poner todas nuestras cualidades al servicio de los demás para que cada vez sean menos los que nos necesitan. El Reino puede hacerse realidad. Porque nos advierte el Papa:
«Lamentablemente, debemos constatar una vez más nuevas formas de pobreza que se suman a las que se han descrito anteriormente. Pienso de modo particular en las poblaciones que viven en zonas de guerra, especialmente en los niños privados de un presente sereno y de un futuro digno.
Nadie podrá acostumbrarse jamás a esta situación; mantengamos vivo cada intento para que la paz se afirme como don del Señor Resucitado y fruto del compromiso por la justicia y el diálogo».
No podemos bajar el volumen, ni mirar para otro lado con el fin de silenciarlos.











