Javier Guzmán es el director pedagógico del Colegio San Agustín de los Agustinos Recoletos en Motril, Granada, España. Isabel García es profesora de Formación Profesional. Ambos son también una familia y voluntarios de ARCORES, la Red Solidaria Internacional Agustino-Recoleta.
Isabel, habéis estado toda la vida involucrados con la Familia Agustino-Recoleta.
En primer lugar, quisiera dar las gracias por la oportunidad de compartir con los lectores un poquito de nuestras vidas. La verdad que nos hace muy felices. Sí, desde niña estoy vinculada a los Agustinos Recoletos. Son mi pequeña-gran familia, ya que junto a ellos he crecido (en todos los sentidos) y junto a ellos camino en esta fascinante aventura llamada vida.
A través de ellos tuve la gran suerte de conocer la preciosa, gran y humanitaria labor que realiza la Familia Agustino-Recoleta, dando vida, en su máxima extensión, a la famosa frase de san Agustín: “La medida del amor es amar sin medida”. Cuando uno lleva amor al mundo, sale de su zona de confort, entrega su tiempo, comparte palabras, momentos y gestos con quienes más lo necesitan, descubre el verdadero sentido de ser cristiano.
Eso me animó a hacerme socia y a voluntaria de ARCORES: ver que un mundo mejor es posible desde el cariño, la entrega desinteresada, la cercanía, la sencillez, la humanidad, el trabajo continuo, el amor infinito y un sin fin de valores más.
ARCORES es esperanza, emoción, sentimiento, crecimiento y fe. Esperanza porque dibuja sonrisas en circunstancias difíciles; emoción porque todo se hace desde y con el corazón; sentimiento porque hay un inmenso amor en cada proyecto; crecimiento porque es muchísimo más lo que se recibe que lo que se da; y fe porque la espiritualidad y la evangelización son la base sólida que hace a ARCORES especial.
Isabel, en este entorno recoleto conociste a Javier y en 2017 realizasteis vuestro primer voluntariado juntos en Marajó, Brasil. ¿Qué os aportó?
Hay un antes y un después en nuestras vidas con el voluntariado. Si ya es bonito vivirlo, hacerlo en pareja mucho más. Supe que estaba enamorada al 100% de Javier, fui testigo de su esencia, interioridad, valores, compromiso e inmenso amor hacia los demás. Ahora compartimos esa grandeza de “darnos” y ese es nuestro mayor y mejor compromiso.
Como persona aprendo a valorar cada pequeño momento, detalle o gesto y a cuidar de las personas que Dios pone en mi camino. Como pareja, como pequeño detalle, diré que en nuestras alianzas está esa frase de san Agustín que antes he citado, cada uno lleva una mitad. Al unir las alianzas de nuestro matrimonio surge un compromiso aún mayor de fe y de solidaridad comunitaria.
El voluntariado ofrece encontrarte contigo mismo a través de los demás. Las personas más humildes y sencillas saben de verdad tocar el corazón, ofrecen todo lo que son y comparten todo lo que tienen. No necesitan más para enseñar la mejor lección del mundo. Ellos me han enseñado a ser agradecida y a bendecir cada momento que vivo.
Ahora siento que la vida es el mejor de los regalos. Aporto mucho menos que lo que recibo, ¡no hay color! Ellos merecían que yo diera lo mejor de mí y eso he intentado siempre: darme sin dejar de trabajar, desde mis debilidades y fallos, mi versión mejorada.
San Agustín decía: “si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos”; o “ama y haz lo que quieras”. Pues bien, el carisma agustino recoleto se caracteriza por esas ganas de vivir, de compartir, por ese corazón inquieto capaz de transformar el mundo. Eso hace ARCORES, activar el carisma agustino recoleto.
Javier, has hecho voluntariados con ARCORES en Brasil, Ecuador o Panamá, e incluso has sido coordinador de voluntarios. ¿Qué destacarías de esos lugares y tareas?
En primer lugar y al igual que Isabel, me gustaría dar las gracias por esta bonita labor de divulgación y por contar con nosotros para ello, que somos dos pequeños granos de mostaza.
En segundo lugar, gracias a Dios, he tenido la oportunidad de vivir junto a ARCORES varios voluntariados internacionales, cada uno diferente, único y especial, que me han hecho ilusionarme cada día más con mi compromiso por y para el mundo. Yo ya no quiero estar quieto ante la vida, sino que necesito ese caminar continuo junto al hermano.
Por ejemplo, podría mencionar algunas tareas y experiencias con las Misioneras Agustinas Recoletas (MAR) en Ecuador: su capacidad de darse a la gente, la dulzura y el amor que ponen en todo, su capacidad de evangelizar a través de esa cercanía con el pueblo.
De una de sus tareas guardo algo que tocó mi alma y mi corazón como hombre, marido y, ahora, padre: la formación, cuidado y atención a niñas mamás muy jóvenes en situaciones desfavorables o que incluso han sufrido cosas impensables para nosotros. Las MAR son su familia, les dan bienestar personal, social y cultural. A ello unimos la gran labor evangelizadora que realizan. Son dignas de admiración.
Nosotros, como familia, tenemos en nuestros planes ser voluntarios. Es cierto que nuestro hijo es aún muy pequeñito, pero en cuanto las circunstancias lo permitan, allí estaremos todos juntos, en algún rinconcito del mundo, colaborando.
¿Qué impresión te han dado las misiones y los misioneros de la Familia Agustino-Recoleta?
No han sido los voluntariados, ni los lugares donde he estado, donde he aprendido que los misioneros y misioneras son capaces de decir “sí” en toda su amplitud, olvidándose de ellos mismos para volcarse en el prójimo.
Su labor es digna de admiración y del mayor reconocimiento. A veces pienso: “¡Ojalá todo el mundo pudiera ver la bonita labor que hacen!”. No hay palabras para expresar y agradecer esa gran labor. En esos lugares la gente les adora gracias a su esfuerzo, sacrificio y trabajo diario.
Los voluntarios aportan sus ganas, mucha ilusión y un compromiso futuro: ganas porque es fundamental ir con el corazón pleno para dar lo mejor de uno mismo; ilusión porque es muy importante tener una actitud positiva ante la realidad, llena de dificultades y circunstancias duras; y compromiso futuro porque este proyecto conjunto no puede quedarse en frutos efímeros o momentáneos.
Todo se puede mejorar, es la gracia de la vida, si no… ¡menudo aburrimiento! Es fundamental cambiar la forma de percibir las cosas durante el voluntariado, saber aprovechar y disfrutar al máximo los momentos compartidos, empaparse de lo que se vive para compartirlo al volver a la realidad cotidiana.
Un voluntariado no son unas vacaciones o turismo para conocer mundo. Va más mucho más allá: adaptarse a las circunstancias con la mejor sonrisa, ser agradecidos y darse al 100% sin olvidar que somos instrumento de Dios.
¿Ha cambiado el voluntariado vuestra vida de creyentes?
Ser parte de ARCORES supone diariamente una renovación, en positivo, de la persona. Dentro de esa “mejora continua” está nuestra vida compartida como creyentes. En nuestra vida diaria la oración es clave, es ese pilar del que tanto necesitamos, esa fuente de la que bebemos para poder saciar nuestras inquietudes. Ninguno de los dos concebimos la acción sin la oración, ni a la inversa. Ambos deben ir de la mano.
ARCORES permite potenciar esos corazones inquietos, como el de san Agustín, capaces de involucrarse con el mundo y actuar, desde la realidad y circunstancias de cada uno. También permite fortalecer el plano espiritual, te hace interiorizar la Palabra de Dios a través de los actos.
Por último, podríamos hablar de la plenitud del corazón y la tremenda felicidad que se siente cuando, desde la pequeñez humana, te sientes querido, acogido y parte activa de la Familia Agustino-Recoleta. Y esto, a su vez, te lleva a un mayor compromiso.
Desde aquí invitamos a ser parte activa de esta pequeña-gran Familia Agustino-Recoleta. Todos somos necesarios y todos podemos hacer algo, por pequeño que pueda parecer. Entre todos somos capaces de construir un mundo mejor. Sois bienvenidos, con los brazos abiertos de par en par, sin vosotros nada de esto sería posible.
Os esperamos y ojalá que en el próximo encuentro de ARCORES te podamos conocer, como socio o voluntario. Gracias a todos por vuestro tiempo y que Dios os bendiga.